En Cinta Martes, 21 agosto 2018

“Las herederas” es una emotiva película paraguaya sobre una mujer mayor que debe empezar de nuevo

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Crédito: Festival de Cine de Lima

Foto: Festival de Cine de Lima

Entrevista de: Alberto Castro (IG: @mc_zorro)

Dos mujeres han vivido juntas toda su vida, dependido completamente la una de la otra, por lo que su universo se pondrá de cabeza cuando una de ellas termine en prisión por fraude. Esta es la premisa de “Las herederas”, sensible película paraguaya sobre una mujer que debe empezar de nuevo, rejuvenecer, tal vez a la fuerza, y recuperar independencia: una mujer que debe sobreponerse al encierro y salir al mundo, de nuevo.

Desde su paso por el Festival de Berlín, donde su protagonista Ana Brun se llevó el premio a la Mejor Actriz, esta cinta no ha dejado de recibir excelentes comentarios. En nuestro Festival de Lima se llevó el mismo premio, además del laurel a la Mejor Ópera Prima y el trofeo de la APRECI, la asociación de críticos peruanos.

Tuve el placer de conversar con Marcelo Martinessi, director del filme, y aquí lo que me comentó sobre la película.


Recuerdo haber leído una entrevista en la que decías que Paraguay era un país de mujeres.

No lo digo yo, lo dice mucha gente. Paraguay es un país que fue históricamente reconstruido por mujeres. Tuvimos la Guerra de la Triple Alianza y se liquidó a gran parte de la población masculina, como el 90%. Y fueron las mujeres las que reconstruyeron el país. Históricamente, a pesar de que en la vida política la visibilidad es de los hombres, hemos tenido mujeres muy fuertes en Paraguay. Me parecía que la única forma de contar a ese país era a través de las mujeres. Pero no solo por eso, sino porque a los hombres los crían para saber todo: las mujeres tienen la oportunidad de equivocarse, de interrogarse, una libertad maravillosa. La honestidad que necesitaba para contar “Las herederas” partía únicamente de personajes femeninos.

Las pocas irrupciones masculinas en la película, como tú dices, son de personajes que no pueden decidir: las mujeres toman decisiones por ellos.

Están como marginales a la historia, así es.

Tú dices que la sociedad paraguaya es muy conservadora y en esta película no solamente hablas de mujeres, sometidas al patriarcado, sino que además viven juntas como pareja. ¿Fue intencional?

Me parece que son mujeres que vienen de una sociedad muy represiva. En una de las escenas del auto, hablan de una mujer ‘que parece un niño’. Entonces son lesbianas un poco homofóbicas, porque vienen de una sociedad en la que se criaron de esa manera. Para mí era importante narrar desde ahí. Porque no hablo de mujeres que se sienten cómodas con una militancia por su cuerpo o su deseo, sino mujeres que tuvieron que vivir mucho tiempo a la sombra.

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Y eso es algo que refuerzas desde lo cinematográfico: tengo aún grabada en la cabeza la imagen de Ana Brun observando desde la rendija de la puerta. ¿Cómo construiste este encierro en la casa de la película?

Yo tuve un grupo maravilloso de colaboradores, por suerte. Carlo Spatuzza desde la dirección de arte, Luis Armando Arteaga en la dirección de fotografía, Rafael Alvarez en la dirección de sonido. Y realmente trabajamos el encierro todo el tiempo. Es una película cuyo eje es el encierro, corporizado en Ana Brun. Es un personaje que solo ve pasar el mundo y que nunca sale. El primer pasito que da es cuando sale a decir que las orquídeas no se venden, por ejemplo, una escena crucial, porque es la primera vez que ella sale a defender su tradición, su familia, un pequeño paso adelante.

Además de mujeres homofóbicas, son mujeres clasistas. ¿Cómo construyes esta relación que tiene con la empleada doméstica que la cuida?

Ese arco dramático que hay con Pati, que es la empleada, fue surgiendo durante el rodaje. Esa escena en la terraza no estaba planeada en el guion. Eso es lo lindo que se puede conseguir cuando trabajas con tiempo y tienes actrices que se entregan a la película: entre ellas se generan vínculos y se pueden empujar más adelante. Me pareció que lo que sucede entre ellas estaba pintado en el guion, pero realmente se vuelve importante para el final de la película a la hora del rodaje.

¿A qué te refieres cuando dices ‘trabajar con tiempo’?

A que no tenemos los estándares de la industria: que hay que filmar rápido, que hay que contar cada escena así. Yo trabajo dentro de los estándares, pero trato siempre de tener un poco de aire. Si una escena no sale bien, poder repetirla las veces que necesito o si se me ocurre crear una escena en un nuevo espacio, que no estaba en el guion, poder hacerlo. No puedo trabajar todavía con esa exigencia y limitación que hay en las industrias, digamos, entre comillas, de primer mundo, en las que tienes que decidir todo antes y luego solo ejecutas. Yo pienso la película allí, mientras estamos comiendo entre escenas. Esa relación cotidiana con los personajes y los espacios durante el rodaje enriquecen el proceso y la película.

Crédito: Medium

Foto: Medium

El costado más cómico de la película viene de la mano de estas ancianas que pueden ser muy amables, pero también doble caras. Sus diálogos, ¿fueron improvisados o estaban pensados tal cual desde el guion?

Estaba todo escrito. Yo tengo una gran admiración por Gabriel Casaccia, que es un escritor paraguayo, cuya obra literaria está hilada a partir del chisme. Y además que es algo que yo viví desde muy chico, desde que mi madre me llevaba con ella a la peluquería y apenas una mujer salía, la destrozaba. Me encanta, porque, por ejemplo, la película la vieron en Rumania o Corea y me dijeron que allá era igual. Entonces parece que es algo universal, no solo latinoamericano, eso a lo que los brasileros llaman ‘la fofoca’, el chisme que hace que hablemos mal del que acaba de salir sin ningún tipo de pudor.

¿Qué tanto hay de las mujeres de tu vida en la película?

Todos los personajes tienen alguna cosa de alguna mujer de mi vida. Conozco a una señora que tiene la misma bandeja que lleva Chela en la película. Conozco a una señora muy parecida a Pituca. Todos estos personajes tienen algo que yo en mi infancia vi o escuché, sino no hubiera podido construirlas de esa forma. Ahora, como ya dije antes, cuando un personaje es habitado por una actriz, ellas aportan muchísimo también. Eso para mí era importante y por eso quería trabajar con actrices paraguayas, porque ellas entienden bien los mecanismos de esta sociedad y pueden aportar las particularidades de su historia. Yo tenía muy escrito todo lo que dice Pituca, por ejemplo, pero el encanto está en el tono, en la manera, en los pequeños detalles de cómo lo dice la actriz. Eso es lo que lo hace honesto.

La película reposa sobre Ana Brun. ¿Cómo la escogiste y cómo desarrollaron al personaje juntos?

Mucho tiempo antes de filmar la película, alguien me había dicho que Ana Brun era la actriz ideal para el rol. Y cuando la conocí, me convencí que así era. Ella me acompañó a hacer el resto del casting, a escoger al resto de actrices, sobre todo a Chiquita y Pati. Yo de antemano sabía que la historia debía contarse a través de su mirada y Ana Brun es alguien que con solo una mirada puede decir muchas cosas. Mi trabajo fue construir los otros niveles de ruido externo, para que su silencio tenga la fuerza que debía tener. Creo que Ana Brun trabajó su personaje con mucha fuerza, con mucha seguridad también. Son esas cosas raras que tiene el cine, que a veces sucede y a veces no.

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Todo mundo hablaba de “Las herederas” en el Festival de Berlín a inicios de este año. ¿Cómo fue esa experiencia?

Realmente el festival es intimidante, es demasiado grande. Imagínate, yo estaba haciendo mi primera película. Era mucha exposición maravillosa, pero a veces era demasiado porque uno tiene que responder a todo lo que se espera de uno. Si me preguntas por lo que sentí en Berlín, no lo recuerdo, porque tenía que bloquear toda emoción para poder estar en un lugar, pararme y decir algo coherente, moverme de una forma. Tienes que ponerte medio robot para poder participar de toda esa locura decentemente. Cuando termina, te pones a pensar que fue muy lindo y todo lo que sucedió. Pero en el momento, me manejé muy en piloto automático. Creo que lo hermoso que está pasando con la película es que pone a Paraguay en un lugar muy lindo, con sus mujeres, con sus historias, con su música. Y eso me pone muy feliz porque venimos de un país que no se conoce mucho por el cine. Nos pone, además, en un lugar que no se espera mucho desde Europa: porque tal vez esperan más historias rurales, con otras características de nuestros países. Yo he presentado una historia de una ciudad decadente, que puede ser de cualquier lugar del mundo, y que eso se comunique con la gente fue muy lindo. Y creo que el Festival de Berlín era un lugar ideal para eso, porque es un evento que apuesta: yo ya había tenido experiencias anteriores allí con mis cortos.

¿Cómo está el cine en Paraguay? En específico, hablando de políticas estatales.

Estamos contentos porque desde hace años veníamos luchando por la Ley de Cine, que fue finalmente promulgada el 5 de julio pasado. Si se reglamenta y sale todo bien, vamos a poder tener fondos regulares de cine, una cinemateca, una escuela pública de cine; que son pasos importantísimos para un país que quiere verse en la pantalla grande. Todavía estamos en pleno cambio de gobierno, así que no sé qué va a pasar con eso, pero creo que este año y el que viene van a ser muy importantes para decidir el futuro del cine paraguayo. Para decidir si realmente habrá una apuesta del Estado y eso nos va a permitir seguir haciendo cine.

¿Es la primera Ley de Cine que tienen?

La primera. Nosotros para “Las herederas” trabajando con fondos arte, que son muy pequeños y no entienden el quehacer cinematográfico, y ahora sí tendríamos fondos específicos.

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