En Cinta Domingo, 15 septiembre 2019

«Joker» es una película que explora los límites de la comedia #TIFF19

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Escribe: Alberto Castro (IG: @mc_zorro, desde el Festival de Toronto)

La risa es algo fascinante. Puede surgir del miedo, de los nervios, y devenir en lágrimas. Es contagiosa, pero a la vez no está permitida en determinadas situaciones. Puede causar dolor en exceso y ha sido usada como método de tortura. Todd Phillips, a quien se lo reconoce por la infame trilogía de «The Hangover» (la primera es buena, mejor olvidar las otras dos), es un cineasta a quien le ha gustado explorar los límites de la comedia: hay algo de eso en su desopilante «Old School», pero más aún en la subvaloradísima «Due Date», para mí su mejor película, en la que la risa es incómoda, a veces desagradable, siempre incorrecta.

En ese camino es que avanza «Joker», la historia del origen del híper popular enemigo eterno de Batman, la cual propone a un paria al que la sociedad le da la espalda y su naturaleza psicológica (sufre de una condición que hace que se ría involuntariamente en cualquier momento) no le permite encajar, por más que quiere encontrarle un sentido a su vida. La risa real se presenta entonces como una meta, como una felicidad que hasta entonces le ha sido negada y de la cual solo puede degustar impostadamente cada vez que le da un ataque. Y es por eso también que Arthur Fleck (así se llama el Guasón antes de sumirse en la maldad) aspira a ser un comediante de stand-up, quizás para esparcir felicidad y ser parte de una experiencia comunal que lo aleje de su insoportable soledad. Pero antes de eso, debe ganarse la vida siendo un payaso que en la calle ofrece descuentos e invita a la gente a entrar a tiendas.

Lo de Joaquin Phoenix es descomunal y ya se ha hablado mucho del complejo y detallado personaje que ha creado, aterrador por lo justificado que está su descarrilado moral. Se ha hablado del cine de Martin Scorsese como fuertísima influencia (por supuesto que bebe de «Taxi Driver» y «The King of Comedy») por el tono desesperanzado y violento que toma la película, algo jamás antes visto en el cine de superhéroes. Pero creo que no se ha hecho suficiente hincapié en ese tono incómodo que le imprime Phillips que puede hacer que vayamos de lo desopilante a lo terrorífico en un segundo, haciéndonos muchas veces cuestionar nuestra propia risa, reforzado por la ambivalencia de la risa del mismo personaje.

Y si el Batman de Christopher Nolan exploraba el costado más político y el imaginario mediático de lo que significaba ser un héroe (esto en su máxima expresión en «The Dark Knight», en la que el Guasón era una figura anárquica), en «Joker» se explora una cara hasta ahora no revisada en el cine de superhéroes: el privilegio. Es una película que retrata el abismo que separa a los de arriba (la familia Wayne como antagonista máxima por ello) de los de abajo, quienes deben convivir con una burocracia llena de trabas, programas sociales cancelados, basura que ya no se recoge de las calles y ratas gigantes que merodean por las calles. Hay algo que conecta al Guasón con la familia Wayne que conviene no revelar, pero que es clave para la reflexión social de la película.

«Joker» es notable no solo como parte del universo de películas ligadas a las novelas gráficas o tiras cómicas, sino como filme en general. Y es toda una anomalía para una industria acostumbrada a los grandes eventos familiares, separados de los eventos independientes de bajo presupuesto: se ha hablado mucho del cine que se hacía en los 70s, no solo por lo temático (tremenda época para los character studies) sino por el modelo de producción de presupusto mediano (55 millones de dólares de inversión) que permite a la película ser adulta, sin representar demasiado riesgo para el estudio de perder dinero.

Es singular también por una estructura narrativa cuyas inflexiones son sosegadas, que dilata tiempos cuando le place, que puede quedarse observando a su protagonista bailando en extensos planos secuencias sin necesariamente importarle que la historia se está deteniendo. Y justamente sus puntos bajos podrían estar cuando se necesita revelar cosas y hacer que la historia avance, a veces a la fuerza, pero no importa demasiado, porque la película ya ha construido lo suficiente como para mantenernos ensimismados con lo enfermizo que es todo. Y seguir riéndonos, sintiéndonos incómodos por no poder controlarlo. Hasta que es demasiado tarde y el horror nos consume.

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