En Cinta Martes, 17 abril 2018

Radiohead no solo nos ha regalado mucha música, sino también imágenes que ensayan sobre los límites del videoclip

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Radiohead

Escribe: Rafael Flores Figueroa

Hoy, martes 17 de abril, un auténtico himno nacional -el de «kid a», claro está- enarbolará el firmamento limeño bajo el signo de Radiohead, la formidable banda oriunda de Abingdon, Inglaterra.

Su historia es archi conocida y sus bondades sónicas exceden en años luz al sencillo que los hizo famosos («Creep»). Sin duda, la aparición de su tercer disco («Ok Computer», de 1997) fue el encuentro de un salmón alienígena luchando contra la corriente de la música popular de la época. Luego de tal parteaguas, el rock no volvería a ser el mismo, ni para el mundo ni para ellos, que se encargaron de desarmar sus herramientas para ensamblar nuevos artefactos conceptuales. Estos proyectos adquirieron forma física en los discos sucesivos que la banda nos ha legado, desde el «Kid A» (pura esquizofrenia positrónica para robots bailarines) hasta el «In Rainbows» (que ya no se quiso dar el lujo de cambiar cómo se escucha la música, sino de cómo se vende y se distribuye), para, finalmente, presentarnos el retorno a ese universo críptico, anfibio, denso y mutante en «A Moon Shaped Pool».

Entonces, provista su visita, la ocasión apremia explorar sus imágenes, aquellos vehículos cinematográficos que evadieron el objetivo de promocionar la banda y, en cambio, se aventuraron para presentarnos un puñado de ensayos en torno a los límites del videoclip, aquel género capaz de convertir un simple comercial televisivo en una pieza de subversión audiovisual.

«Just» (Dir. Jamie Thraves, 1995)

Fue uno de los primeros videos que empezaba a regocijarse en la extrañeza y el hermetismo. En este título, el realizador experimental Jamie Thraves ofrece escenas de la banda en acción, pero el encanto en realidad es otro: la anécdota paralela, donde un burgués cualquiera se tiende en el piso sin razón aparente. Luego del acoso continuo y la curiosidad colectiva de los viandantes, este solo atina a responder: «Les diré por qué estoy echado aquí, pero que Dios me perdone, y que nos ayude a todos, porque ustedes no saben lo que me están pidiendo…».

El remate es indescifrable, pero el detalle de ver a todos los curiosos aterrorizados por la revelación, a tal punto que solo atinan a imitar la acción del burgués tendido, evidencia una ironía que remite a las consecuencias de la uniformización del humor colectivo y a la actual hegemonía de una cultura de masas ortodoxa y conservadora, que parece tragarlo todo. Basta un charlatán para que todo el mundo se tire al suelo pidiendo clemencia.

«Paranoid Android» (Dir. Magnus Carlsson, 1997)

El autor de este videoclip, un animador sueco, presta los personajes de su serie «Robin» para contar una historia que se abstiene de duplicar lo que dice la letra. Mientas que Yorke se lamenta, susurra, y grita en tres tiempos y auras distintos su propia concepción de la civilización («así es, señor/ estás abandonando/el crujido/del cuero de cerdo/el polvo y/los gritos,/los yuppies y su red/el pánico/el vómito/el pánico/el vómito/dios ama a sus hijos/dios ama a sus hijos, sí…»), el animador Magnus elige privilegiar la atmósfera melancólica de la melodía para enarbolar un cuento surrealista asentado en tugurios y barrios populosos de alguna capital que nunca duerme.

«Karma Police» (Dir. Jonathan Glazer, 1997)

El autor de «Under The Skin», Jonathan Glazer, empezó como director de videoclips antes de pasar a los largometrajes. En «Karma Police», vuelve a colaborar con Thom y compañía, luego de haberlo hecho con el sencillo «Street Spirits», para el disco anterior, «The Bends». La anécdota aquí sigue el trayecto frontal de un auto modelo Chrysler New Yorker, que aparentemente sigue a un tipo para pulverizarlo. La conclusión del video vuelve a guardar una sorpresa, aunque siempre desde la ausencia de obviedades y propósitos claros. Solo queda ampararse en la letra: «Policía del karma/arreste a este hombre/él habla en mates/zumba como una refri/es como una radio desorientada». ¿Es acaso ese vigilante kármico que invoca Thom el auto que persigue al obeso personaje? Entonces, al final, cuando el carro hace combustión y consume al vocalista, ¿es aquello obra del karma, o del azar?

«blips» de Kid A (Dir. Chris Bran, Shynola, Stanley Donwood; 2000)

«Kid A» sumergió lo trabajado por el disco anterior en un lodo empapado de circuitería y algoritmos binarios: era el paroxismo sonoro proveniente de un gran robot fronterizo y chisporroteante. Y las intervenciones audiovisuales (llamadas ‘blips’) son el intento por llevar al lienzo a este nuevo sonido pixelado y circular. Soy un organismo que devora información, acaso como un niño robot, o acaso como un bucle encerrado en una paradoja sonora.

«Pyramid Song» (Dir. Shynola, 2001) 

Luego de la euforia, sobreviene la melancolía y el tedio, que en el caso de Radiohead se personifica en el rostro especular de «Kid A»: «Amnesiac». El mismo título remite al golpe de la quietud y la incertidumbre. En el caso particular de «Pyramid Song», el realizador Shynola prescinde del trazo acabado y elige el esbozo. La maqueta 3d que sirve de escenario nos transporta a un simulacro de siluetas informes y flotantes, que acompasan en su cadencia los restos fósiles de vidas olvidadas.

«I Might Be Wrong» (Dir. Sophie Muller, 2001)

La cineasta Muller descarta el concepto: lo suyo es la esencialidad. La imagen es materia y textura, y hacia eso procede. Un solo escenario multiplica relieves gracias al trabajo de las fuentes de luz. La alteración de la velocidad (cuerpos y tránsitos), sumada a la rugosidad de la imagen, le otorga a la canción un velo fantasmático y tenebroso, como parte de un ritual de hipnotismo.

«There There» (Dir. Chris Hopewell, 2003)

La llegada de un nuevo disco «Hail To The Thief», supuso un momento de síntesis para la banda inglesa. El disco se despojaba así de su anterior densidad algorítmica, sin descartarla por completo, y añadía al juego las consabidas guitarras y efectos de reverberación. Todo bien hasta ahí. Pero parte de la verdadera sorpresa se encuentra en la entrega de este video, que mezcla stop motion y live action en un relato fantástico con elementos de horror.

«Weird Fishes» (Dir. Tobias Stretch, 2008)

Tobias Stretch fue uno de los ganadores del concurso auspiciado por el grupo y el estudio Aniboom, para que pudiera producir un video sobre una de las canciones del nuevo disco. El resultado es una especie de road movie de aire bucólico y fantástico, pleno en criaturas antropomórficas de movimientos frenéticos y colores cálidos.

«15 Steps» (Dir. Kota Totoru, 2008)

Al igual que el video para «Weird Fishes», el siguiente es un trabajo ganador en el concurso organizado por el grupo. El premio cayó en manos de Kota Totoru, quien ciertamente parece profusamente empapado por las obras de Go Nagai, Satoshi Kon y Takashi Murakami. Su video es un festín de anime que nunca detiene su efusividad, sus colores y sus acciones. Por supuesto, la superiodad del absurdo, paradójicamente, es lo que aporta coherencia al desarrollo de las escenas.

«Lotus Flower» (Dir. Garth Jennings, 2011)

Fue el sencillo más exitoso de «The King Of Limbs», el disco que sucedió al fabuloso «In Rainbows». Lamentablemente, el proyecto resultó algo autoreferencial y árido. El detalle más memorable del video que acompaña a este sencillo es la presencia de Yorke, quien no deja de dar cabriolas y ejecutar sus acostumbradas morisquetas, consiguiendo involuntariamente dotar al mundo virtual de una de sus fuentes más fértiles para la reproducción viral de memes al por mayor, en toda forma y aroma.

«Burn The Witch» (Dir. Chris Hopewell, 2016)

El primer sencillo del último disco se trata de una nueva colaboración con el animador Chris Hopewell. Esta vez, Hopewell toma prestada la premisa de la macabra cinta dirigida por Robin Hardy en el año 1973, «The Wicker Man». El videoclip escenifica varias escenas de dicho film en clave stop motion. El resultado fascina e inquieta en igual medida, gracias en buena parte a la pared sonora de un Radiohead pleno en barroquismos pop y rompecabezas líricos.

«Daydreaming» (Dir. Paul Thomas Anderson, 2016)

P.T. Anderson construye una fantasía de vasos comunicantes y tránsitos orgánicos para esta melodía minimalista y quieta, comandada por una ondulación electrónica de cadencias uniformes. La narrativa del clip se perfila como un conjunto orgánico que al final posa su mirada en el rostro vertical de Yorke, apenas iluminado por una fogata. El perfeccionismo imposible de Anderson distiende su disciplina en favor de unos decorados desprendidos de ornamentos. La sencillez da paso a lo etéreo y a la media luz.

«Man of War» (Dir. Colin Read, 2017)

En verdad, una canción reelaborada de las sesiones para «OK Computer», que recién ve la luz gracias a la edición de aniversario de dicho disco, ahora intitulado: «OK Computer OKNOTOK 1997 2017». La premisa es sencilla, pero la ejecución posee gracia y dinamismo: un hombre cualquier alterna dos realidades, día y noche, y en su andar empieza a ser perseguido por un grupo de desconocidos. El intercambio entre ambos escenarios le otorga a la narración nervio e interés, a pesar de lo manido de la trama. Es una más de aquellas aventuras kafkianas que el grupo suele acompañar con su música, o viceversa: en el universo sonoro de Radiohead, el absurdo no es fuente de inquietud, sino de epifanía.

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