En Cinta Domingo, 9 julio 2017

Las 10 mejores películas que vi en la primera mitad del 2017

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Escribe: Alberto Castro (@mczorro)

¡Que rápido se ha pasado el año! Sin darnos cuenta, ya entramos a la segunda mitad del 2017 y aprovecho este momento para recordar las mejores películas que pude ver en pantalla gigante (ya sea en la cartelera comercial, en cineclubes o en festivales alternativos) en los últimos seis meses.

YAPA: «Better Call Saul» (temporada 3) de Vince Gilligan y Peter Gould

Ha sido un gran año para la televisión, con la experimentación de «Twin Peaks», el calor de «Master of None» o la contundencia de «Fargo» (y eso que todavía no veo «Big Little Lies» y «The Handmaid’s Tale», las cuales dicen que son notables también). Pero si tengo que elegir solo una serie, siempre es fascinante regresar al universo de Albuquerque que conocimos en «Breaking Bad», con este spin-off sobre cómo Jimmy McGill se termina convirtiendo en el inescrupuloso abogado de los criminales Saul Goodman. «Better Call Saul» es de esas series que se toma su tiempo para avanzar, pero es porque cada detalle del guion, cada palabra dicha y guardada, cada movimiento delicado de la cámara, cada elemento ubicado en el encuadre, está ahí para generar tensión o para revelarnos algo. En una época en la que se le da tanta importancia a los giros o muertes inesperadas, esta serie se complace en explotar todos los recursos audiovisuales para regalarnos deliciosas lecturas sobre la condición humana, sobre las relaciones fraternales y sobre la delicada línea que separa al bien del mal. Magistral.

10. «La La Land» de Damien Chazelle

Amada y odiada en igual medida, «La La Land» es la película de la que todo el mundo hablaba al comenzar al año. Que era un grandioso homenaje al musical de antaño, que era una anodina repetición de secuencias populares. Que era el gran regreso del género o que no podía ni si quiera considerarse un musical. No podría llamarla una obra maestra, de ninguna manera, pero lo que Damien Chazelle ofrece es un cautivador relato sobre soñadores que se chocan con la realidad, que rompen esa imagen optimista sobre el amor y la vida que el séptimo arte en su faceta más comercial y complaciente se ha encargado de meternos en la cabeza desde siempre. El director desnuda sus ambiciones al armar un musical que pretende ser grandilocuente, pero también nos revela sus miedos e inseguridades, tan intrínsecas en todo artista, al no tener la certeza de poder lograrlo o ser tan bueno como creía que era. La escena de ‘Audition (The Fools Who Dream)’ ya es una de mis favoritas de la historia del cine.

9. «Moonlight» de Barry Jenkins

«Moonlight» bebe tanto de la sensibilidad de Andrew Haigh (quien ha explorado la temática LGTB en las grandiosas «Weekend» y la serie de televisión «Looking»), pero también del lirismo de un maestro como Wong Kar-Wai o de la fascinación por los silencios de una película como «Carol» de Todd Haynes. Lo que me cautiva de este relato bastante sencillo y visto muchas veces antes (el homosexual negado en pleno proceso de descubrimiento y aceptación) no es tanto el contenido o historia, sino la forma: un cuento sumido en barrios marginales y de la comunidad afroamericana pudo muy fácilmente convertirse en una película miserabilista, opaca y decadente, pero el director Barry Jenkins encontrar el color y contraste en este doloroso viaje de reconocimiento. La división en tres episodios resulta precisa en tanto se asemeja a la construcción de la identidad del protagonista: tres nombres, tres etapas de asimilación, tres momentos de sacrificio y descubrimiento.

8- «The Neon Demon» de Nicolas Winding Refn

Inesperada joyita del mismo director de la magistral «Drive», pero también de la lamentable «Only God Forgives». El danés Nicolas Winding Refn es un director fascinado con la prolijidad y la construcción hiperestética de cada uno de sus encuadres, lo cual puede hacer que pierda el sentido de la historia y personajes que está retratando. Pero en este caso, al sumirse en el universo de la moda, la fotografía y las apariencias, esta presuntuosidad aporta al relato de dos formas: por un lado, funciona como crítica a la superficialidad y lo efímero del mundo del modelaje, al contarnos la historia de esta joven aspirante a modelo envidiada por las veteranas de la industria cuando empieza a conseguir los mejores contratos; pero también sirve para engrandecer lo absurdo de un relato que se construye desde el terror y casi como una historia de vampiros. Solo entendiéndola como crítica y parodia es que uno puede dejarse seducir e hipnotizar por el delicioso sinsentido que ofrece la película. Además de que Elle Fanning está notable como la protagonista.

7. «Jackie» de Pablo Larraín

El chileno Pablo Larraín ya nos había hecho probar su estética sucia y caótica en películas como «Tony Manero» o «El club», aportando así al universo enfermizo y malsano de sus personajes, pero en esta oportunidad esta fragilidad estética ayuda a construir un estado de ánimo: el de la Primera Dama Jacqueline Kennedy luego del asesinato de su esposo, el Presidente John F. Kennedy. A través de viñetas sueltas nos sumergimos en el duelo e incertidumbre de una mujer que debe cargar con el legado de su marido, mantener las apariencias y no permitir que su familia se caiga a pedazos. La espectacular banda sonora de Mica Levi termina de construir esta marcha fúnebre sostenida en una vibrante performance de Natalie Portman, la cual imposta gestos y un acento fuera de lugar, sacando a relucir precisamente esa necesidad del personaje de construir un mito, de escribir la historia.

6. «Viejo calavera» de Kiro Russo

En vez de construirse como un retrato etnográfico o documental sobre un grupo de mineros bolivianos, el realizador Kiro Russo se deja cautivar por los rostros y cuerpos duros y corroídos por el trabajo de estos hombres, contraponiéndolos con la roca de las fosas en donde se desempeñan y con las decisiones moralmente dudosas que toma cada uno de los personajes. En esta cinta se respira muerte y engaño a cada paso, componiendo y luego haciendo implotar el sentido de comunidad y familia. Se trata de una película muy peculiar por ese tránsito entre las minas y los neones de la discoteca, entre la oscuridad y recovecos del trabajo, y el jolgorio bañado en melancolía y frustraciones que brotan en cada borrachera. Lo que resulta más cautivante aún ese esa línea difusa que se traza entre la ficción contada y la realidad retratada, ya que todos los personajes de la película son mineros reales que van soltando anécdotas o historias reales a lo largo del metraje.

5. «Hell or High Water» de David Mackenzie

Más allá del relato hermosamente escrito y contado que nos regala esta película, de dos hermanos robando bancos para poder salvar el rancho de su familia, además del pulso y fiereza con la que se desarrolla la acción, constituyendo uno de los mejores thrillers que se hayan visto en varios años en la pantalla gigante, esta película contiene un sentido de decadencia y nostalgia tan cargado que termina de solidificar su discurso. ¿Será que el western está muriendo? ¿Será que el cine, con él, también? ¿Será que los tiempos cambian, sin remedio, sin posibilidad de mirar hacia atrás? Este neo-western o post-western, o lo que sea al fin y al cabo, termina reemplazando vacas por pozos petroleros, a los caballos de los pistoleros por camiones que avanzan por el desierto y al sherif como brújula moral enfrentado a villanos malvados que persiguen solo la destrucción por simplemente hombres tratando de sobrevivir en un mundo que los golpea inclementemente. Además que Chris Pine, Ben Foster y Jeff Bridges están notables en sus respectivos papeles. La mejor de las películas nominadas al Oscar este año, de lejos.

4. «All These Sleepless Nights» de Michal Marczak

Esta película nos ofrece un retrato sorprendente cercano y real de una época de vida, de ser un adolescente que se convierte tardíamente en adulto, de ser básicamente un veinteañero en estas épocas y en el estado actual del mundo. Aunque tal vez no debería sorprender tanto el realismo, puesto que, a pesar de estar contada como una ficción, la película se trata de un documental compuesto de viñetas nocturnas que le siguen los pasos a un grupo de adolescentes mientras se emborrachan, bailan, se enamoran, lloran y sufren, para volver a pararse de nuevo y esperar a la siguiente fiesta. Resulta fascinante cómo la cinta captura esas divagaciones existenciales, muchas sinsentido, que plagan a toda una generación que aún busca entender su lugar en el mundo y encontrar su vocación o destino. Porque todo va y viene, y madurar significa entender que no hay que aferrarse tanto a las cosas o personas. Por cierto, su soundtrack es todo un lujo, el mejor del año, de lejos.

3. «Get Out» de Jordan Peele

Vivimos en uno de los países que más consume terror en el mundo, pero también uno en el que se ha reducido a meros sustos y golpes de efecto. El terror como género, más que una acumulación de gritos y sorpresas, debería constituirse como canal catártico para los miedos de una sociedad en un tiempo determinado, siendo las películas de terror que han sobrevivido a la memoria precisamente aquellas que han explotado momentos y estados, así como tabúes y creencias populares. «Get Out» es notable no solo por su excelente manejo de las convenciones formales del terror (esa escena con la que abre la película es gloriosa, un plano secuencia que se carga de tensión en cada segundo), sino también por ese relato cargado de los prejuicios y discriminación que aún sobreviven en el mundo (particularmente en los Estados Unidos, en un año post-electoral en la que estos miedos definieron la presidencia). Es así que la película se ríe y subvierte este pensamiento, pero a la vez recurre a ellos al hacernos notar que están instaurados inconscientemente en nuestro cerebro. Una de las cintas de terror más inteligentes del siglo.

2. «Silencio» de Martin Scorsese

Esta película es monumental, casi tres horas de debate sobre la naturaleza de la religión y la influencia que tiene en el ser humano y la forma en la que construye comunidad. Pero más que un relato a favor o en contra de la fe, Martin Scorsese nos habla sobre el egoísmo y la soberbia que manchan tanto a aquellos que se enfrentan a los creyentes como a los mismos feligreses, esa que hace que uno crea que su postura es ley. Si Andrew Garfield ya había sobresalido en «Hacksaw Ridge», con este papel logra consolidar su carrera al enfrentar tremenda odisea física y mental al interpretar a un sacerdote jesuita que busca a su mentor en Japón del siglo XVII, pero que en verdad está buscándose a sí mismo y resolver las dudas que tiene sobre su creencia. Las imágenes que compone el cineasta junto a Rodrigo Prieto son fantasmagóricas, llenas de una niebla densa que no deja ver bien, que diluye las imágenes, que hacen que todo sea tan difuso como las respuestas que buscan los protagonistas. Se trata de una película alejada de los tópicos y géneros que plagan la filmografía del realizador, pero eso no evita que se ubique en la cima de su filmografía, una cinta demasiado subvalorada por la crítica norteamericana y el público que esperemos que con el tiempo consiga el valor que merece.

1. «Toni Erdmann» de Maren Ade

Un padre de personalidad excéntrica intenta reconectar con una hija exitosa en el mundo corporativo. Esa es la premisa base de esta extraordinaria cinta alemana, sobre la cual se construye todo un ensayo sobre lo que el mundo moderno nos dice que es la felicidad y el éxito. Y es que el ‘falso magnate’ que construye este hombre para ingresar al universo hermético de su primogénita representa de forma perfecta justamente este mundo de apariencias y engaños, tan superficial y efímero que puede ser engañado con facilidad. Se trata de una comedia agridulce que puede llegar a rozar con lo absurdo, pero que revela muy sentidamente lo mucho que nos estamos olvidando de la esencia de lo que es existir y convivir con los otros. En un mundo que nos exige no detenernos nunca, esta película nos obliga a hacer una pausa y mirar a costado y hacia atrás, a recordar aquello que nos compone como personas. Y si bien Peter Simonischek está notable como el protagonista de la cinta, es la dureza que se va quebrando de Sandra Hüller la que se roba toda la película: la escena del karaoke es mi favorita del año, una que revela tanto sobre el personaje y sobre el mundo actual, sin decir nada específico al respecto. Espectacular.

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