En Cinta Jueves, 15 junio 2017

«Rosa Chumbe», primera película de Jonatan Relayze, nos presenta una Lima que calla para dejarse contemplar

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Escribe: Rafael Flores Figueroa

En «Rosa Chumbe», Lima hace como que calla para dejarse contemplar. Este debut cinematográfico de Jonatan Relayze se nos presenta como una fábula desprovista de moral, de premisa sencilla: Rosa es una mujer policía aficionada a la bebida y a los juegos de azar, incapaz de conciliar sus vicios con su oficio, su hija y su nieto. La posterior desaparición de un dinero y la ausencia de la hija propiciarán el quiebre de su mundo, de modo literal y figurado.

El tejido dramático está lejos de ser el fuerte de esta singular ópera prima. El realizador privilegia en su debut cinematográfico la forma y descarta el fondo. Para tal cometido, compone viñetas que aprovechan el decorado y las acciones cotidianas como único medio expositivo. Los colores, los ruidos y los rostros se convierten en vehículos expresionistas, que concluirán el esbozo de una Lima distinta, aunque no distante.

Esa es una virtud insólita: la mirada de Relayze no se atañe a lo pintoresco, a lo criollo ni a lo costumbrista, como tantas otras cintas limeñas. La ciudad que él captura ensaya una Lima inédita, que se construye a partir de la corporeización de rutinas intrascendentes y periféricas, pero omnipresentes: paraderos destartalados, quioscos precarios, aperitivos ambulantes, casinos baratos, callejones maltrechos, y tantos lugares más; en suma, espacios invisibles y desprovistos de humor, que articulan la dinámica de sus habitantes en su cotidianeidad morosa. Estos lugares ofrecen un acercamiento parco y quieto, casi indiferente, o mejor dicho: simbiótico. La mirada no hace hallazgo alguno. En cambio, prefiere convivir con esos rituales automáticos, plagados por intrusos violentos (las bocinas, las canciones, los “choros”, los chismes, los neones, la televisión) y superficies exuberantes (el asfalto pulverizado, los monstruos de concreto, las máquinas de azar, las muchedumbres): aquella patente inacción nos descubre un espejo que acumula tejidos tan espectrales como vivísimos.

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Otro acierto del cineasta es enfocar el aura de su obra en el rostro de su protagonista, encarnada por Liliana Trujillo. La actriz se empeña en la esencia del gesto, el aliento elemental, para concretar su presencia escénica. Su cuerpo se robustece y se amodorra, pero la mirada arde y crepita. Un registro similar puede hallarse en Cindy Díaz, que interpreta a la hija, pero en una clave quebradiza y menos reconcentrada. Y la participación del gordo Casaretto, en un registro sustancioso, aunque comedido, termina de perfilar esa textura tan particular que posee la cinta, entre tenebrosa y laberíntica, pero de una excentricidad fulgurante y mística.

En el universo de «Rosa Chumbe» la única ley que parece regir es la de la inercia, donde los personajes son cuerpos en reposo, siempre a la espera de alguna fuerza extraña que los sustraiga del marasmo. Sin embargo, Relayze induce al error a propósito. En el último acto de su cinta, altera los códigos del drama, y sumerge a su protagonista en el corazón de la fiebre colectiva; despoja a la procesión del Señor de los Milagros de su condición religiosa, y la muestra como lo que es: germen del éxtasis carnal, cuenco de epifanías sensoriales y poética inconsciente de nuestra entraña.

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