En Cinta Martes, 23 mayo 2017

«T2: Trainspotting» nos ofrece un epílogo ideal para la película de culto de 1996

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Escribe: Vladimir Soriano Galarza

Dos cosas antes de empezar esta reseña:

  • «Trainspotting», la película original de 1996, es de esas joyas con las que nunca he conectado del todo. Creo que es buena, pero tampoco una obra maestra. Tal vez una fotografía precisa de una época que la alzó al culto, un clásico enérgico que hizo que miráramos con curiosidad a Danny Boyle como director.
  • No he leído ni «Trainspotting» ni «Porno», por lo que este comentario no pretende tampoco comparar la cinta con su versión literaria.

Dicho esto, «T2: Trainspotting» me ha parecido una sorpresa muy agradable. La mayoría de críticos opina que es tan solo un homenaje a la película original, con varias situaciones casi calcadas de su predecesora y elementos colocados para generar nostalgia, pero yo considero que cuenta con una historia que continúa de manera lógica la línea argumental de la anterior. Me resulta muy interesante ver las consecuencias de las decisiones tomadas por este grupo de ex-jóvenes convulsos, reaccionarios y eclécticos. «T2» me ha regalado un epílogo que sirve como complemento ideal a la película original.

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Han pasado 20 años y Mark Renton (el aún en forma, Ewan McGregor) vuelve a su barrio natal en Edimburgo, a su hogar de toda la vida, luego de un ataque cardíaco que lo hace reconsiderar el camino que ha tomado. Como un abanico desplegándose con elegancia, descubrimos qué ha sido de la vida de sus padres, de sus viejos amigos Spud y Sick Boy; y sobre todo, nos enteramos que Begbie, encarcelado al final de la original, ha estado acumulando un infinito rencor durante sus dos décadas tras las rejas. Convertido en el villano absoluto de la función –¡y vaya villano!-, escapa de prisión dispuesto a reconectar con su hijo y cobrar venganza.

Hay que saber apreciar lo que Danny Boyle nos ha propuesto en esta segunda entrega. El estilo visual (de videoclip, de publicidad, de instalación de museo, de todo un poco) no sirve como mero vehículo para la nostalgia, sino que es parte de la identidad de esta franquicia (por llamarla de algún modo). Pero este deslumbre visual no es igual al de la primera entrega: se pierde la locura, el absurdo y la adrenalina, para tratar de buscar algo de reflexión del pasado, contemplación y una toma de decisión más sosegada, algo que ha molestado a algunos más seguidores del desenfreno de la anterior. Pero este nuevo ritmo va muy acorde con lo que Boyle desea expresar: los personajes ya no son chiquillos alocados, la edición ya no puede ser la montaña rusa que era porque a los personajes los años los han tratado mal. Intentos de suicidio, extorsiones y caídas mortales son lo que nos ofrece esta película desde un inicio, en una secuencia inicial que arranca con muchísima fuerza para no parar hasta el final.

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Los actores siguen en el mismo estado de gracia que en la original. No hay mucho más que decir sobre ellos: están todos igual de magníficos que hace 20 años.

Quizás los momentos más flojos de la película son aquellos que dependen demasiado de la original. No me refiero a los flashbacks, que aquí son un recurso más que justificable. Me refiero a la llamada «secuelitis», a esos calcos que mencioné al comienzo de este texto, a repetir las escenas (tomas o acciones, en este caso) más memorables de la primera película, como la mítica toma de Mark Renton riendo con las manos sobre un auto. Está de más y no se relaciona con lo que está pasando en ese momento: Begbie está persiguiéndolo para matarlo y ya le ha hecho un corte en el costado. Son momentos que están ahí básicamente para el fan service, para que los seguidores de la primera parte se sientan satisfechos porque el realizador (o los productores, más probable) han pensado en ellos. Como dije antes, felizmente son pocos.

«Trainspotting 2» funciona como una verdadera continuación al clásico de 1996. Libros aparte, esta es una película que se sostiene por sí sola, con mucha fuerza, apoyada en una edición apropiada, actuaciones sólidas y un soundtrack muy bueno –aunque inferior al original, claro-.  Vale la pena ver ambas películas juntas; en el orden que sea, pero juntas. Es un díptico que nadie exigía, pero que se agradece muchísimo.

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