En Cinta Sábado, 14 enero 2017

21 videoclips para recordar a David Bowie, el hombre de los mil rostros

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Escribe: Rafael Flores Figueroa

Cerró sus ojos un 10 de enero, dos días y sesenta y nueve años después de su nacimiento en el año 1947. David Bowie partió a donde sea que uno parte cuando se vuelve hacia la distancia, el horizonte, el infinito, o como se llame ese lugar que nuestra mirada es incapaz de vislumbrar. Se fue, pero vuelve siempre, cada vez que lo escuchamos, cada vez que lo vemos. Y eso es lo que toca ahora.

Las semblanzas aparecerán, cada una a su estilo, y eso es bueno. Hablarán de su vida, los mitos, los hechos, su música, su legado. El asunto es amplísimo y apasionante. En este caso, sin embargo, apremia acercarnos a su obra visual. No la de sus películas, donde se ponía en manos de un cineasta, sino la de sus vídeos musicales. Porque ahí estaba en manos de sí mismo. Por supuesto, no lo hacía solo, sino con un equipo, y juntos terminaban de dar forma a su diseño, su creación material, su proyección física, su propio yo, sus propios yos. Hablemos, entonces, de esa(s) herencia(s): la imagen. Imagen que parece ser todas las imágenes. Porque él era un auténtico patriarca de los espejos, y aquellos rostros eran destellos múltiples dentro de un laberinto de cristales, reflejando la figura de un solo ser: uno que bien se hacía llamar David Robert Jones o Ziggy Stardust, Aladdin Sane o Halloween Jack, o tantos nombres más; al final, todos eran él, y él era todos.

Podríamos decir que, después de Lon Chaney, el hombre de los mil rostros era David Bowie. Pero también podríamos decir que mejor es no decir nada. Mejor callar, dejándolo hablar a través de la luz en la pantalla, de ese brillo que él convirtió en el reflejo de su aliento.

1. Space Oddity (Primera versión – Dir. Malcolm J. Thomson – 1969)

Su primer trabajó audiovisual cobró vida en la forma de un film musical llamado “Love You Till Tuesday”. La cinta agrupaba varias canciones de distinto proceder, con el fin de promocionar la naciente carrera de un primer Bowie. Este vídeo corresponde al sencillo que formaría parte de su segundo disco, que llevó por nombre “David Bowie” y luego “Space Oddity”. La apariencia que ostenta el músico es pulcra y cotidiana, muy lejana de sus posteriores transformaciones. Sin embargo, no deja de ser una presencia genial: ahí están esos gestos escuetos, pero de expresión elocuente. Su cuerpo es plasticidad que asemeja una figura de arcilla: precisión física y maleable. Después de todo, es la herencia de su entrenamiento teatral en el arte de la mímica. El resto del video escenifica la canción: el Mayor Tom es un astronauta que es lanzado al espacio y que luego pierde la comunicación con la Tierra, quedando varado entre las estrellas, flotando en una nave de hojalata.

2. Moonage Daydream (Dir. D. A. Pennebaker – 1973)

Este es un extracto del concierto película “Ziggy Stardust and the Spider from Mars”, a cargo del gran realizador estadounidense Donn Alan Pennebaker, el mismo de “Dont Look Back” y “Monterey Pop”. Es un festín visual, y Pennebaker logra lo imposible con tan solo tres cámaras. Enfocándose en la energía corporal de Bowie y su público, alterna primeros planos con encuadres abiertos. Utiliza la penumbra a su favor y logra que el contraluz le brinde a la imagen un aura inmaterial. No olvidemos que estamos viendo a una banda que viene desde el espacio exterior, dispuesta a subyugarnos con su glam rock interestelar. Ziggy lo dice mejor: “Mantén tu ojo eléctrico sobre mí, nena / Apunta tu revólver radial a mi cabeza/ Junta tu rostro espacial junto al mío, cariño / Enloquécete en un ensueño lunar”.

3. John, I’m Only Dancing (Dir. Mick Rock – 1973)

“John, solo estoy bailando/ ella me prende / Pero solo estoy bailando / Ella me pone / No me malinterpretes / Solo estoy bailando…”, nos canta un Bowie de voz quebradiza y andrógina en este video que fue censurado en su estreno. Eso es lo de menos. El verdadero gozo está en mirar cómo el compositor juega intercambiando roles, géneros, sexos, filias y fobias, a través de gestos y miradas. Además, aquí añade un atractivo adicional: dos bailarines camuflados, que gesticulan y se entrelazan bajo el calor de una luz esmeralda, ocultando su identidad, mientras David desafía a la cámara con una confesión insólita, descarada y encantadora.

4. Station To Station (Ed. EFX_018 – 1976)

No se trata de un vídeo oficial, sino de la recopilación de registros de diversa fuente. El propósito del editor es exhibir a la entidad que el músico trajera a la vida para su álbum “Station To Station”, del año 1976. En su momento no se realizó ningún videoclip promocional, a pesar de que todas las canciones del disco fueron lanzadas como sencillos. Esta reclusión no hizo más que añadir atractivo a la figura que acababa de aparecer. No debía confundírsele con Thomas Jerome Newton, el extraterrestre de “El Hombre Que Cayó A La Tierra”. Él era un ente distinto. Nadie sabía su nombre real. El mismo Bowie era esquivo cuando se le preguntaba por esta cautivante nueva “personalidad”. Solo se le conocía por un apodo que enfatizaba su título nobiliario y su estampa frágil: El Delgado Duque Blanco.

Alienígena misántropo, supremacista cósmico, ocultista frívolo, cabaretero aristócrata, fantasma pálido y estrella de rock; tal era su naturaleza, o mejor dicho, su diseño; Luego la desecharía, pero no cabe duda: fue la más hermosa de sus criaturas. Era la especialidad de Bowie: ser un orfebre de espejismos y quimeras; un ilusionista enamorado de los laberintos; un deicida de sus propios reflejos.

La canción homónima que abre el disco dura diez minutos y está construida a partir de ingenios humanos y virtuales. El vocalista de investidura impecable la utiliza para presentarse, y lo hace a partir de metáforas indescifrables: “El regreso del Delgado Duque Blanco, lanzando dardos en los ojos de los amantes (…) / Arqueando el sonido, dragando el océano, perdido en mi círculo / Heme aquí, destellando ningún color, en lo alto de este cuarto (…) / Hete ahí, conduce como un demonio, de estación a estación”.

Poesía o delirio, igual la armonía se impone. El montaje contrasta al propio Bowie con Tomas Jerome Newton y con el Duque Blanco (también hay un cameo de Buster Keaton). El gesto pétreo está acompañado por una postura contenida y unos movimientos delicados y gráciles. Es una escultura de marfil, una estatua impenetrable, tallada por la apatía y los vicios de la época. El músico luego se sobrepondría de sus adicciones, y terminaría con el polémico personaje. No volvería a vestir ese disfraz. Al final, sin embargo, este Delgado Duque Blanco, espectro de extraña belleza, nunca abandonaría la tierra. Así lo advirtió en su canción: “¿Acaso mi rostro muestra algo de fulgor? / Es muy tarde para llegar tarde otra vez / Es muy tarde para ser rencoroso / El cañón europeo está aquí, sí, está aquí”.

5. Heroes (Dir. Stanley Dorfman – 1977)

La que tal vez sea su canción más emblemática, también es la que guarda más misterios. El videoclip, por el contrario, es básico, breve, directo y fascinante.

La luz devela una figura celestial que se acerca. Es una silueta muy familiar, que esta vez nos observa con rostro impasible, mientras narra la fábula de una pareja, héroes entre comillas, que se besan a escondidas, de pie, al lado del muro de Berlín.

¿Así nos observas desde el océano estelar, David? Erguido, con esa mirada irisada de dos colores, tu cuerpo distendido pero tirante; así, imperturbable en tu descanso, sobre una lumbre incandescente de quién sabe cuántos soles lejanos, cantando primero, aullando después: “¡somos nada, y nada nos ayudará! / Quizás estamos mintiendo, entonces mejor no permanezcas / pero podríamos estar más a salvo, al menos por un día”.

Y nuestros pechos, hinchados de sangre, solo escuchan tu voz, solo observan tu imagen.

6. D.J. (Dir. David Mallet – 1979)

Antes del boom MTV, ya había un director famoso por sus videoclips musicales: David Mallet. Su colaboración con Bowie empezó con la producción audiovisual de los sencillos de “Lodger”, el último disco de la trilogía de Berlín del compositor inglés. El ejercicio dramático reproduce lo expuesto por la canción: una sátira que ridiculiza el poder del DJ y su arbitrariedad musical.

El vídeo es notable porque muestra a David asumiendo la piel del pinchadiscos, en clave lúdica y con intervención callejera incluida. Sus cabriolas en el estudio de radio divierten por su desenfado y espontaneidad, pero más hilarantes son las reacciones reales de los transeúntes, que no pueden creerse lo que ven: el ídolo de masas, ahí mismo, cerquita y presto al jolgorio. ¿Qué hacer? Pues, ¡qué más! ¡Abrazarlo, besarlo, volver a abrazarlo y besarlo con más ganas todavía! Y eso es justo lo que hacen.

7. Ashes To Ashes (Dir. David Bowie/David Mallet – 1980)

A Bowie no solo le gustaba aludir a sus influencias en sus creaciones. También le gustaba referenciarse a sí mismo. En esta canción trae de vuelta a su Mayor Tom, no como astronauta, sino en la forma de un yonqui decadente. Para hacerlo, se disfraza de Pierrot en un número que marcó un hito en el arte del videoclip. Junto a David Mallet, elaboran un pastiche visual de colores solarizados y lugares oníricos. El artista nuevamente saca provecho de su maleabilidad corporal para representarse en tres figuras: el Pantomimo, el Delgado Duque Blanco y el Hombre que cayó a la Tierra alias Thomas Jerome Newton. Un coro de acólitos envueltos en hábitos negros lo siguen en este tránsito de teatralidad recargada e impresionista.

8. Let’s Dance (Dir. David Mallet – 1983)

Este es un videoclip de crudeza luminosa. No solo los colores son cálidos, ya que la anécdota narrada por los cuadros también es de carácter optimista. Desde el saque, vemos una radio reconstruyéndose en un montaje de continuidad inversa, ubicándose en los hombros de una mujer mayor. Luego, la acción se traslada a un bar polvoriento y copado de personas. Entonces, aparecen nuestros protagonistas: una pareja joven que en todo momento buscará abrirse camino a través de la ciudad, bailando descalzos. Unos zapatos rojos sirven de símil del capitalismo (al encontrarlos, los jovencitos dejan de bailar y se convierten en peones de trabajos mal pagados). Pero logran triunfar: los zapatos rojos son pisoteados por sus pies desnudos, y ellos reanudan su viaje hacia el horizonte, bailando, siempre bailando.

9. Jazzin’ For Blue Jean (Dir. Julien Temple – 1984)

Julien Temple empezó su carrera cinematográfica adherido al movimiento punk. Fue el realizador del falso documental “The Great Rock N’ Roll Swindle”, que buscaba contar la historia de los Sex Pistols, pero desde la visión del manager Malcolm McLaren (años después realizaría otra cinta sobre los Pistols: “La Mugre y La Furia”, esta vez con la opinión de los integrantes originales).

Emparejado con Bowie, ambos deciden realizar un cortometraje para promocionar el sencillo ‘Blue Jean’, del disco de 1984, “Tonight”. La anécdota cuenta la suerte de Vic, un trabajador de collar azul que cae prendado de una rubia de ojos grandes y sonrisa esquiva. Para conquistarla, le mentirá diciéndole que conoce a su estrella favorita: “Screaming Lord Byron”, que no es sino otra de las mil máscaras que el compositor luce de vez en cuando.

Lo mejor del corto es ver a un Bowie juguetón haciendo de hombre torpe y neurótico, ensimismado por la ilusión del amor a primera vista. Pero no solo eso. El filme nos dará la oportunidad de enfrentar al artista consigo mismo, en un instante donde Vic se escabulle en el camerino del roquero. Después, la comedia de situaciones da un giro insólito cuando, hacia el final, la chica en cuestión no se va con nuestro antihéroe, sino con la estrella de rock (“¡Estoy perplejo! ¡Tú, conspirador, libidinoso! ¡Vieja reina oriental fraudulenta! ¡Las portadas de tus discos son mejores que tus canciones!”, le grita Vic a Lord Byron, en un guiño paródico auto-referencial). Y todavía hay más. El verdadero absurdo se dispara cuando el propio David, todavía disfrazado de Vic, rompe la ilusión increpándole a Julien, el director, que cambie el desenlace porque, después de todo, ¡se supone que el protagonista debería tener un final feliz!

10. Time Will Crawl (Dir. Tim Pope – 1987)

El artífice de la estética visual de The Cure, Tim Pope, colabora con Bowie para crear un espectáculo de danza sobre un depósito que parece ser un decorado brechtiano (plataformas sobre esqueletos de fierro movibles, que descubren la artimaña teatral de la ficción). El músico demuestra vigor físico y una presencia magnética, mientras se une a la elaborada coreografía que completan los bailarines. Los movimientos y los tránsitos son intensos y sinuosos, más cercanos a un número libre de danza-teatro que a un baile de pasos establecidos.

11. Fame 90 (Dir. Gus Van Sant – 1990)

El célebre Gus Van Sant dirigió este título para darle inicio a la fase noventera del compositor. El encuadre es un collage que recicla todos los Bowies. En el centro vemos a nuestro intérprete, ensayando una secuencia gesticular de ademanes esenciales, que parece querer esbozar todas sus máscaras sobre su rostro en blanco y negro. Lousie Lecavalier, luminaria de la danza contemporánea, le hace réplica con igual entusiasmo y energía, y ambos ejecutan una mascarada de cuerpos y piruetas duplicadas.

12. Jump They Say (Dir. Mark Romanek – 1993)

Antes de realizar el espectacular vídeo de “Closer” para Nine Inch Nails, Mark Romanek colaboró junto a David para elaborar esta suerte de homenaje a Chris Marker. Las imágenes remiten directamente a “La Jetée”, una ficción distópica sobre viajes en el tiempo, que luego serviría de base para “12 Monos”, de Terry Gilliam. Sin embargo, el compositor retoca la trama, convirtiéndola en una suerte de paranoia kafkiana, donde él termina siendo víctima de sus propios colegas de oficina.

13. The Hearts Filthy Lesson (Dir. Samuel Bayer – 1995)

Hacia la segunda mitad de los noventa, Bowie se sintió seducido por ese sonido roquero industrial y electrónico que Trent Reznor practicaba con ingenio, crudeza y elegancia. El resultado fue un disco de guiños abrasivos e ideas cyberpunk: “Outside”.

Samuel Bayer tuvo a cargo la realización del vídeo para el primer sencillo del álbum en cuestión. Era un nuevo sonido, que ponía en evidencia los coqueteos de Bowie con el universo de Nine Inch Nails. El concepto de este videoclip parece inspirado en el imaginario de los Hermanos Quay, los fabulosos animadores especialistas en decorados opacos y marionetas infrahumanas. Bowie, como de costumbre, se presta al juego con insolencia, haciendo muecas perversas y contorsionándose como un demonio bribón.

14. I’m Afraid Of Americans (Dir. Dom & Nic – 1997)

El compositor invita a Trent Reznor para que participe en este videoclip dirigido por Dominc Haley y Nic Goffey (los mismos que luego se convertirían en los cineastas de cabecera de los Chemical Brothers). No es sorpresa, y la música lo evidencia: reminiscencias de sonidos industriales, producto del acercamiento artístico de ambos compositores. El video no es muy original y visualmente es menos espectacular que sus trabajos precedentes, pero tiene momentos atractivos y no deja de ser divertido. Lo mejor es ver a Trent Reznor correteando a Bowie con un rifle invisible por las calles de la ciudad, mientras este repite el estribillo de la canción: “Tengo miedo de los americanos/ tengo miedo del mundo”.

15. The Pretty Things Are Going To Hell (Dir. Dom & Nic – 1999)

El video de esta canción es sencillísimo, pero efectivo. Dom & Nic repiten el plato en esta nueva etapa sonora del artista, quien exhibe esta vez un aspecto relajado y vivaz, a tono con el nuevo disco: “Hours”. Una música menos agresiva, pero directa y descarnada, tal como la interpretación que vemos llevarse a cabo. Estamos ante lo que parece ser un ensayo, donde Bowie se despacha en un unipersonal sin tablado, sin público y sin efectos especiales, mientras exorciza a un joven que parece llevar dentro sus personalidades pasadas (por ahí pueden verse instantes de Ziggy y de Pierrot). Cabe anotar que el videoclip nunca fue lanzado oficialmente, pero igual existe. Tan solo esperemos que nadie lo exorcice de Internet.

16. Slow Burn (2002)

Este video, que no vio la luz sino hasta su publicación en Youtube en el 2011, es similar al de “The Pretty Things…”. Bowie, a solas en una cabina de grabación, cantando sobre una consumación lenta, que lo vuelve en círculos y lo coloca de cabeza. Una niña espera junto al traje de un astronauta (una clara referencia del Mayor Tom). Es un vídeo breve, que guarda una sorpresa al último (en realidad, el estudio de grabación no era tal).

17. New Killer Star (Dir. Brumby Boylston – 2003)

Antes de su semiretiro de diez años, el músico inglés publicó un disco llamado “Reality”, de donde se extrae esta canción. Los cuadros toman la forma de estampitas lenticulares, y cuentan la historia de un satélite que se salva de estrellarse en campo abierto. Nadie se da cuenta de la inminente tragedia (ni siquiera el propio piloto de la nave a punto de desaparecer), hasta que parece ser demasiado tarde. Es una referencia velada a la tragedia del 11 de setiembre (la letra también lo menciona vagamente: “Nunca jamás digas estoy preparado”). Las imágenes sorprenden por su simplicidad y su claridad narrativa.

18. The Next Day (Dir. Floria Sigismondi – 2013)

Después de un silencio prolongado, Bowie volvió con un nuevo disco bajo el brazo: “The Next Day”, donde nuevamente se interviene a sí mismo (la carátula es la misma de “Heroes”, pero con un rectángulo blanco cubriéndole el rostro). El vídeo de la canción homónima es protagonizado por Gary Oldman, haciendo de un sádico obispo (mezclando terror y encanto con igual soltura, en una nueva variación de sus villanos fríos, amorales e inclementes), y Marion Cotillard, interpretando a una cortesana sumisa con rictus beatífico.

La acción es explícita, y elabora una sátira que ridiculiza las imposturas de los religiosos vetustos e hipócritas. La directora Sigismondi (la misma de “The Runaways”, con Kristen Stewart y Michael Shannon) no se ahorra vísceras, y expone con desparpajo a comensales que se alimentan de globos extraídos de sus cuencas, sacerdotes alcoholizados de ojos sangrantes, monjes sadomasoquistas que se auto flagelan y una prostituta que se transforma en Cristo, completa con estigmas y corona de espinas. La puesta en escena es impecable (es un decir, porque todos quedan embarrados de rojo), y los intérpretes se frotan y se retuercen con convicción demoníaca en este espectáculo maligno y mordaz.

19. Love Is Lost (Dir. David Bowie – 2013)

Bowie también sabe hacer cine guerrilla y auto gestionado, y este videoclip lo corrobora. Grabado en un fin de semana en su departamento, con un presupuesto de menos de veinte dólares, es una belleza de la simpleza. Vemos su rostro sobreimpuesto al de una marioneta, mientras nos canta: “El amor es pérdida / La pérdida es el amor”. La penumbra le da fragilidad y relieve al registro, que nos revela tres instancias suyas: el Delgado Duque Blanco, el Pierrot y el anfitrión, que dispone de sus anteriores máscaras para interpelarlas: “Ustedes han cercenado su alma y el rostro de la razón / ¿Qué es lo que han hecho? / ¿Qué es lo que han hecho?”. El plano final descubre un grifo abierto con el agua corriendo sin detenerse, cual alegoría del tiempo, que siempre se escapa por algún agujero descubierto.

20. No Plan (Dir. Tom Hingston – 2017)

Cronológicamente, este es su último sencillo. Fue publicado el 7 de enero del 2017, un día antes del que hubiera sido su cumpleaños número setenta. Bowie no aparece. En su lugar, vemos una pared de televisores que transcriben sus palabras. Es un vídeo parco, que nos recuerda que su voz es su herencia final, porque ya no volveremos a verlo en persona.

21. Lazarus (Dir. Bo Johan Renck – 2016)

Su última manifestación audiovisual, y uno de sus videoclips más asombrosos e inquietantes. La letra parece cantarle a la Parca, que también participa en el vídeo, ubicada debajo de la cama del artista, escurriendo sus manos hacia su cuerpo yaciente.

El sencillo pertenece al último disco publicado en vida por Bowie: “Blackstar”. Es un conjunto de piezas que agrupa metáforas de muerte, pero lo hace con actitud serena y contemplativa. Este video y el de “Blackstar” fueron realizados por el mismo director. Ambos comparten muchos elementos en común, como aquel antifaz que cubre sus ojos con sendos botones negros, o aquellos decorados mortuorios de iluminación fría y tenebrosa.

El artista asombra con una corporeidad enérgica, aunque crispada. La destreza para la expresión física está tan viva como en sus primeras apariciones, con la diferencia que ahora se marcha a otro lugar: “Seré libre / Como ese azulejo / ¿No soy acaso así?”. Su salida de escena, retrocediendo sin necesidad de voltear el cuerpo, es desoladora. David Bowie se retira a la oscuridad y cierra la puerta, mientras sus extremidades expresan un último baile, trémulo y conciso. Su rostro no nos mira, pero se mantiene imperturbable, y desaparece así, sin despedirse. Esas parafernalias solemnes no son para él. En “Blackstar” lo deja claro: “Yo no soy una estrella de cine / No soy una estrella pop / No soy una estrella porno / No soy una estrella blanca/ Yo soy una estrellanegra”. Fue el último gesto de rebeldía de un hombre que nos enseñó a mirarnos en el espejo y jugar con nuestros vestidos, nuestros cuerpos y nuestras máscaras.

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