En Cinta Domingo, 11 septiembre 2016

Michael Giacchino es el compositor de la música de «Ratatouille», «Los increíbles» y la que nos hizo llorar a todos en «UP»

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Imagen: Oscar

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Escribe: Rafael Flores Figueroa

Junto con Randy Newman, Michael Giacchino es conocido principalmente como el músico de cabecera de la casa de animación Pixar. Aunque más joven y menos experimentado que el que fuera el compositor exclusivo de las primeras cuatro películas del estudio californiano (Newman se encargó de las bandas sonoras de “Toy Story”, “Bichos”, “Toy Story 2”, “Monsters Inc.”, además de la creación del famoso tema “You’ve got a friend in me/Yo soy tu amigo fiel”), Giacchino ha probado ser el más activo y versátil de los dos.

Comenzó su carrera escribiendo música para videojuegos

Nacido en Nueva Jersey el 10 de octubre de 1967, el músico de ascendencia siciliana debutaría como compositor a los 28 años. Sin embargo, aquella ópera prima no habría sido hecha para el cine ni para la televisión. El mundo que lo vería nacer como orfebre de las bandas sonoras sería el de los videojuegos.

Siendo aún un músico en ciernes (sus estudios inicialmente estuvieron ligados a la producción cinematográfica antes que a la música), buscó la oportunidad para probar sus incipientes conocimientos mientras trabajaba en Disney Interactive (filial de la gran compañía, enfocada en la realización de videojuegos y productos interactivos). Sus primeras creaciones vieron la luz en formato de audio digital de 16 bits para la consola Sega Genesis. Melodías conformadas por instrumentos virtuales o simulados, que de ninguna forma significaron un perjuicio para el dinamismo y la vitalidad de sus ejercicios sonoros.

Empezó contribuyendo con los arreglos de “Mickey Mania”, del año 1994, para pasar a la composición propiamente dicha en “Gargoyles”, de 1995. El trabajo se llevó a cabo con la colaboración de Patrick J. Collins. Juntos elaboraron un acompañamiento tenebroso, con un potente tambor digital que acompaña casi todo el juego, el cual está basado en la famosa serie animada “Gárgola, Héroes Góticos”, donde un grupo de gárgolas célticas, condenadas a dormir petrificadas mil años debido a una traición humana, despiertan en el Manhattan de los noventas, donde deberán pasar por una serie de desventuras repartidas en más de setenta episodios.

El mismo año volvería a colaborar con Patrick J. Collins, esta vez para el juego “Maui Mallard in Cold Shadow”, donde el pato Donald interpreta el papel del detective Maui Mallard, una especie de Philip Marlowe hawaiano en busca de un extraño artefacto extraviado, que en el camino obtiene la extraña habilidad de convertirse en un ninja vendado, diestro en la ejecución de artes marciales. La música evidencia la habilidad de Giacchino para esbozar piezas lúdicas, que privilegian una percusión enérgica.

Su primer trabajo en solitario aparecería en el año 1997, nuevamente para un videojuego: “The Lost World: Jurassic Park”, una adaptación de la película del mismo nombre dirigida por Steven Spielberg. El título sería desarrollado por Dreamworks Interactive, la alianza estratégica elaborada por el director nacido en Cincinnati que lo asociaba a Microsoft para la producción de videojuegos, en los cuales él tendría carta blanca para contribuir con ideas, diseños, argumentos, y en general, con todo lo que pudiera ocurrírsele. Y fue por esa mediación activa de Spielberg en todas las fases de producción del juego, que pudo escuchar el demo elaborado por Giacchinno para el título en cuestión. Quedó encantado con el trabajo del compositor, tanto que le permitió emplear una orquesta completa para la banda sonora.

Era un experimento que no tenía precedentes. La creación de música para juegos de video, que hasta ese momento (y podría decirse que hasta hoy) era vista como un arte menor, estaba siendo reivindicada sin miramientos por Spielberg, ese maestro de la narrativa visual que, a pesar de serlo, nunca ha perdido la capacidad de maravillarse con lo insospechado. En este caso, lo inusual fue la osadía de Giacchino para entregar una música que se alejaba del esfuerzo realizado por John Williams para la película del mismo nombre,y que, más bien, buscaba ser una mirada al pasado de Williams en el género de aventuras, especialmente en las cintas de Indiana Jones.

El salto a la televisión, de la mano de J.J. Abrams

Su paso por Disney y Dreamworks le permitió, varios años después, que excompañeros de trabajo sirvieran de puente de comunicación entre Brad Bird y él. Pero su trabajo en videojuegos no solo le trajo aquel beneficio. J.J. Abrams era un admirador de la música que Giacchino compuso para títulos como “Medal of Honor” y “Call of Duty”, y por eso le pidió que creara la música para sus series “Alias” y “Lost”, iniciando así una sociedad que empezaría en el año 2001 y que permanece hasta el día de hoy.

La consagración llegaría con Pixar

Todavía estaba lejos de ser un compositor de bandas sonoras consagrado, a pesar de haber conseguido hacer la transición de los videojuegos a la televisión de forma exitosa. Sin embargo, el triunfo en crítica y en taquilla que obtuvo la cinta “Los Increíbles”, del año 2004, significó un renacimiento para la carrera del compositor nacido en New Jersey.

Brad Bird había pensado inicialmente en John Barry, el famoso artífice del sonido James Bond (aunque hasta ahora se sigue debatiendo la autoría del famoso tema que identifica al detective seductor, ese que empieza con dos trompetazos y un golpe de tuba), para que compusiera la música para “Los Increíbles”, su segunda película, debido a que la cinta era en parte un homenaje a aquella atmósfera de misterio, sofisticación y (sobre todo) aventura que reinaba en las cintas de espías de los sesentas y setentas. El septuagenario compositor no aceptó la propuesta, lo que obligó al director a buscar nuevas opciones, una de las cuales era Giacchino. El resultado fue fructífero. Nuevamente, Giacchino no teme beber de las tradiciones pasadas, evocando el trabajo que Barry realizara para las cintas del agente 007. Eso sí, no dejaría de imponer su personalidad, añadiéndole una fiebre lúdica, con esos ligeros tintes de sensualidad y ternura con los que nos sabe manipular tan bien. Era el año 2004 y la primera vez que un público masivo tenía acceso al virtuosismo de Giacchino. Sin embargo, lo mejor todavía estaba por llegar.

Los siguientes años estarían dedicados casi exclusivamente a su trabajo cinematográfico, aunque en algunas películas menores. Esto cambiaría a partir del año 2006, en el debut cinematográfico de su socio televisivo J.J. Abrams. El compositor nacido en el municipio de Riverside se encargaría de la música para la cinta “Misión Imposible III”. Les tomaba la posta a Danny Elfman y a Hans Zimmer, compositores de la primera y la segunda parte, respectivamente. Sería convocado nuevamente para la cuarta entrega, “Misión Imposible: Protocolo Fantasma”, bajo la batuta de Brad Bird. Es que ambos se habían convertido en una dupla exitosa, y eso se hizo patente tres años después del éxito de “Los increíbles”, en el 2007, para la segunda cinta de Bird en los estudios Pixar: “Ratatouille”.

La historia es harto conocida: un aprendiz de chef inútil y una ratita experta en el arte de la cocina unen fuerzas para hacer que sus sueños se concreten. En el camino, aparece el elemento desestabilizador por excelencia: el amor. Es una comedia romántica edificante y muy original, que encuentra en la música su complemento  definitivo. Así, Giachinno da rienda suelta a todas sus obsesiones: instrumentos por doquier que se unen al unísono para jugar, transitar de un ritmo a otro en segundos y en el camino hacernos suspirar con ese sentimentalismo sutil y comedido, aunque muy juguetón.

«Cloverfield» no tiene música, pero sus créditos sí

La cinta “Cloverfield”, del año 2008, merece un paréntesis. Matt Reeves dirige un trabajo donde un monstruo asola la ciudad Nueva York. El porqué y el cómo se desconocen. El objetivo del realizador parece ser puramente cinematográfico: reina el suspenso y el horror visto desde lejos. El trabajo de Giacchino solo aparece en los créditos, y no podría ser mejor. Es un telón que evoca espíritus de los monstruos que vinieron antes, especialmente los de oriente. El compositor alude directamente a las cintas kaiju (subgénero de los tokusatsu, donde los protagonistas son monstruos gigantes), y en particular a Godzilla, en un tema que incluye acompañamiento vocal similar al canto tradicional japonés, en registro de soprano.

La banda sonora que nos hizo llorar a todos: «UP»

El reconocimiento oficial llegó con “Up”, de Pete Docter, en el año 2009. Si bien con «Ratatouille» Giacchino ya había conseguido una nominación a mejor banda sonora para los premios de la Academia, sería recién con esta cinta, la historia de un anciano que busca cumplir la promesa que le hiciera a su esposa fallecida, con la cual conseguiría la estatuilla dorada. Pero eso es lo de menos. Basta ver el montaje inicial, y luego, desarmarse. Los instrumentos desaparecen, haciendo que nuestra percepción solo quede atenta a la voz de un compás: el de nuestro pecho, vulnerable por lo que vemos y oímos. Y, quién sabe, tal vez ese sea el milagro de la música. Es decir, la capacidad latente de una melodía para imprimirse en nuestra memoria, en una mezcla de recuerdos, imágenes y música. ¿Qué queda después? Todo y más. Porque la escena sigue ahí, tan nítida, solo que ahora se encuentra matizada por nuestras propias experiencias, quizá igual de agridulces.

Sus trabajos más recientes

Los siguientes años serían sumamente prolíficos para el compositor, que no dejaría de experimentar con nuevos estilos y géneros. Así lo demuestra su trabajo para la cinta “Let Me In”, del año 2010, dirigida por Matt Reeves (el mismo de «Cloverfield», quien se convertiría en otro cómplice más, pero en el campo del horror y la ciencia ficción). Algunos pasajes de la música remiten a las fábulas oscuras del primer Tim Burton. Si bien Giacchino no posee la excentricidad lúgubre que imprimiera Danny Elfman en aquellas historias, sus melodías se convierten en un acompañamiento que calza como guante al romance cargado de sangre e ingenuidad.

Después vendrían “Cars 2”, “Súper 8” (junto a J.J. Abrams, una vez más), “Misión Imposible: Protocolo Fantasma” (en una nueva colaboración con Brad Bird, que se volvería a repetir en el 2015 con “Tomorrowland”), “John Carter”, “Star Trek Into Darkness” (también compuso la banda sonora del primer “Star Trek”, en el 2009), “El Planeta de los Simios: Revolución”, entre otras películas menores. Todo en esta etapa es más o menos destacable, pero los trabajos que sobresalen por encima del resto son dos que, coincidentemente, se encargan de elaborar universos de ciencia ficción con objetivos diametralmente opuestos.

Es el caso de “Star Trek Into Darkness”, donde la aventura ocupa el protagonismo. El clima épico de la historia se respalda en la personalidad robusta de la música de Giacchino, plena en vientos y tambores de todo tipo, quien es capaz de crear un tema principal que le otorga aura propia a la franquicia amada por tantos. El compositor no le rehúye al dramatismo y agrega voces operáticas para colmar los ímpetus de la melodía, y hasta incluso se da el lujo de citar brevemente el tema principal de la serie original.

En el caso de “El Planeta de los Simios: Revolución”, el clima es desolador. Aquí la violencia no añade diversión a la aventura. Más bien, está para servirle al clima de muerte y locura que puebla la historia. Todos los colores lucen apagados, y no hay lugar para ligereza alguna. Las melodías reflejan esas sensaciones. No es una música grandilocuente, porque apenas truena, calla y parece lamentarse. El rostro de Andy Serkis, a través del chimpancé César, frunce el ceño, pero la música nos muestra lo que está detrás: la congoja, el sufrimiento, y la imposibilidad de ocultar  su frustración.

Al año siguiente vendrían cuatro trabajos más: “El destino Júpiter”, “Tomorrowland”, “Jurassic World” e “Intensamente”; y en el 2016, tan solo dos: “Zootopia” y “Star Trek Beyond” (estrenada recientemente).

Qué duda cabe, el trabajo más notorio de esta etapa final es el realizado para la cinta animada de Pixar, dirigida por Pete Docter. Se trata de la segunda colaboración de ambos, luego de “Up”. La película es un encuentro feliz entre la inventiva y la narración, donde lo más sencillo se desenvuelve ante nuestros ojos para dejarnos perplejos. Con la música pasa lo contrario. Tal como en “Up”, la melodía nos confronta para demostrarnos que es inútil pretender mantenerse indiferente. Unas pocas notas de piano nos capturan con una melodía amable y circular. Luego, ocurre algo insólito: la música desaparece, y lo que queda es un ruido etéreo, muy delicado y sedoso (¿será así cuando nacemos todos, cuando nuestros ojos sienten la luz por primera vez?). Entonces, vuelven los instrumentos, poco a poco, y el piano regresa con su canto redondo, esta vez más inquieto, como en la imagen que vemos en la pantalla: la vida tomando forma a través de la mirada, el juego y las travesuras. Y cuando acaba la película, nos damos cuenta lo que ha conseguido Giacchino: crear para nosotros una esfera dorada y radiante, un recuerdo feliz, para que la alojemos en nuestra memoria desde ese momento y hasta el final.

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