En Cinta Viernes, 26 agosto 2016

«Dos tipos peligrosos» es una gran comedia en cartelera con Russell Crowe y Ryan Gosling

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Imagen: Diamond Films

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Escribe: Rafael Flores Figueroa

“Dos tipos peligrosos” (The Nice Guys) se inicia con un automóvil atravesando una casa suburbana de pared a pared. El pubescente inquilino de la casa en cuestión, testigo involuntario, queda estupefacto, pero decide acercarse: Misty Mountain es una estrella porno, la fantasía temprana de jovencitos como él, y yace ahí mismo, desnuda y agonizante. El niño no puede creerlo: la mujer de tantas revistas de adultos, protagonista de sueños húmedos por doquier, se encuentra frente a él, mirándolo a los ojos. Su sueño se ha hecho realidad, solo para morir segundos después. Misty Mountain, la actriz porno del momento, acaba de fallecer.

Con este prólogo, Shane Black establece el tono de su última cinta: el exceso como herramienta corrosiva del argumento, que convierte la anécdota en un juego de groserías desmedidas y divertidísimas.

Russell Crowe y Ryan Gosling son dos detectives disparejos que deben unir fuerzas para encontrar la verdad detrás del accidente que le dio muerte a la famosa actriz. En el camino tendrán que cruzarse con sicópatas de todo calibre. El escenario que los rodea es la ciudad de Los Ángeles de los setentas, en pleno auge del “porno chic”, ese género que estuvo a punto de trascender a la corriente principal y formar parte del gusto popular, junto con otras ‘castas’ marginales del cine de la época (splatter, slasher, blaxploitation, nazisploitation, etc.).

Imagen: Diamond Films

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El director y guionista echa mano de elementos que le son muy familiares. En este caso, la comedia negra y la dinámica del ‘buddy cop’ film (algo así como ‘policías compadres’). Sin embargo, este par de agentes no recuerda tanto a las duplas que le dieron fama al género, como Nick Nolte y Eddie Murphy en “48 Horas”, o Mel Gibson y Danny Glover en “Arma Mortal” (con guion del mismo Shane).

Más bien, podría decirse que esta pareja está más cerca de “Policías de respuesto” (The Other Guys, 2010), de Adam McKay. Las torpes cabriolas y desatinos verbales de Ryan Gosling hacen recordar al Will Ferrell de aquella cinta, pero en clave visceral. Gosling no es un actor que crea en el glamour. A pesar de haber hecho de galán en un par de cintas, el prefiere ser un sociópata (“The Believer”, “Murder by numbers”), un guiñapo de hombre, pleno en afectaciones (“Lars and The Real Girl”), un adicto al crack (“Half Nelson”), un presunto asesino travestido (“All Good Things”), o tan solo una presencia más del encuadre (“Only God Forgives”). Ahora elige ser la contraparte cómica del gesto pétreo de Russell Crowe. El resultado es hilarante. Verlo dando tumbos borracho, encontrando pistas por accidente e incluso dando clavados involuntarios en una piscina, remite a Leo Getz, el neurótico y desafortunado compinche de Mel Gibson y Danny Glover, interpretado por un Joe Pesci afiebrado, quien, desde su aparición en “Arma Mortal 2”, se haría tan popular que volvería para cada una de las secuelas.

Russel Crowe es el detective iracundo y bravucón, con ambos puños en guardia en todo momento, pero en pos del deber. Su figura voluminosa se acopla bien al clima excesivo de la farsa, que pone de cabeza los preceptos del cine criminal y el film noir, tal como hiciera Shane Black con su cinta del año 2005, “Kiss Kiss Bang Bang”, protagonizada por Robert Downey Jr. (interpretando una versión un tanto menos bufonesca, un tanto más seductora, pero igual de divertida, del personaje de Gosling).

Imagen: Diamond Films

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La película la completan una galería de secundarios pintorescos, encabezados por una Kim Basinger de presencia ambigua, gélida y áspera. Matt Bomer, el antagonista principal, sobresale por su interpretación de villano impasible, de gesto laxo y maneras distendidas, demostrando, una vez más, que la maldad se siente más amenazadora cuando juega a hacerse pasar por cotidiana, como en el cuento de la caperucita roja, cuando el lobo feroz vestía la piel de una anciana para poder entrar a la casa de la niña y devorarla.

Shane Black conoce bien su oficio, y lo demuestra con esta cinta plagada de inventiva y remates estrafalarios. Eso sí, si la audacia resulta exitosa es en gran parte debido a sus dos protagonistas, quienes desechan de lleno sus imágenes públicas y las reemplazan por la de ese par de detectives, Jackson Healy y Holland March, dos caras de una misma moneda, ajada, torcida y a punto de quebrarse, pero que no lo hace, porque la necedad propia de los malos perdedores se lo impide.

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