En Cinta Sábado, 13 agosto 2016

Conversamos con Alfredo Castro, actor chileno que presentó «Desde Allá» y «Neruda» en el Festival de Lima 2016

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Foto: Luis Felipe Alpaca / Lima Gris

Foto: Luis Felipe Alpaca / Lima Gris

Entrevista de: Alberto Castro (@mczorro)

Alfredo Castro llegó a nuestro país para presentar «Desde Allá», película que protagoniza que se alzó con el León de Oro del último Festival de Venecia, la historia de un hombre cincuentón que busca jóvenes en las calles de Caracas y les paga por compañía. Pero no es la única película en competencia del 20 Festival de Lima en la que aparece este extraordinario actor chileno: en «Neruda» de Pablo Larraín interpreta al Presidente Gabriel González Videla (o una versión muy propia y paródica del mismo). Y gracias a Larraín es que antes habíamos disfrutado de su trabajo actoral en joyas del cine latinoamericano como «Tony Manero», «NO» o «El Club». El actor ahora se prepara para unirse a la segunda temporada de «Narcos», en la que interpretará al padre de Pablo Escobar. En definitiva, uno de los actores latinoamericanos mejor posicionados en la industria.

Tuve la oportunidad de conversar con Alfredo Castro sobre grabar la película «Desde Allá» en Venezuela, sobre trabajar en todas las películas de Pablo Larraín y sobre lo difícil que es para las películas latinoamericanas llegar a los cines.


¿Qué es lo que te atrae de «Desde Allá»? Sé que Lorenzo Vigas (director) escribió la película pensando en ti.

Lo que sucede es que los directores se ven mucho entre ellos. Y hay directores más jóvenes que siguen a los más viejos, que son sus maestros. Lorenzo Vigas había visto todas las películas de Pablo Larraín y lo admiraba mucho. Primero fue por Sergio Amstrong, que es su director de  fotografía, y luego pasó a buscarme a mí a Santiago de Chile. Conversamos y revisé el guion que estaba maravillosamente bien escrito. Él es un hombre muy culto, con una sensibilidad notable, y era su primer largometraje: me ha gustado tomar ese riesgo de acompañar a alguien en su primer trabajo, algo que ya había hecho con Pablo Larraín en «Tony Manero».

Un actor no debe juzgar a su personaje, pero para interpretarlo sí debe buscarle justificaciones. ¿Cómo construyes a este personaje que, mientras avanza la película, se decanta en algo tan perverso?

Sin preconcepción alguna. Ambos directores (Pablo Larraín y Lorenzo Vigas) trabajan bajo cierta metodología que consiste en no ensayar: lo que sucede en el set ese día, aquella hora y con esa luz y sensibilidad, sucedió. Muchos textos son cambiados y a veces las escenas se escriben de nuevo. Ese abismo a mi me apasiona muchísimo en el cine, me encanta, porque da la posibilidad de no enjuiciar, porque la sorpresa es muy hermosa.

Tal vez lo más maravilloso para un actor es interpretar un rol que no tiene nada que ver con su sensibilidad. Yo en «El Club» era un cura pedófilo, algo que está completamente fuera de mis posibilidades, no la comprendo. Sin embargo, como actor me corresponde defender ese pensamiento dentro de la película hasta las últimas consecuencias, sino se desarma todo. Entonces comprendo «Desde Allá» como una película sobre dos hombres muy solitarios, ambos en estado de precariedad afectiva absoluta, uno en precariedad económica además. Es una película muy inteligente políticamente, porque te plantea un esquema social de poder y de abuso patriarcal. Siempre he tratado de trabajar personajes muy limpio, sin preconcepciones, apostando por el papel hasta las últimas consecuencias.

Imagen: Malandro Films

En la venezolana «Desde Allá» comparte pantalla con el debutante Luis Silva. Imagen: Malandro Films

Además que en «Desde Allá» te enfrentas a un país y una realidad que no es la tuya. En la película se hace una referencia a que eres un chileno viviendo en Venezuela cuando un personaje te dice: ‘Oye, tú hablas como raro’

Yo creo que debemos llegar a un acuerdo, porque desde hace 10 años tenemos muchas coproducciones peruanas, chilenas, argentinas, brasileras, mexicanas. Entonces cuando va Gael García Bernal a Chile a grabar «Neruda», Pablo Larraín le solicita que hable con un acento neutro con algunos giros idiomáticos chilenos. Cuando yo voy a Colombia a grabar «Narcos», también me piden que neutralice mi acento y que haga algunos giros idiomáticos propios colombianos. Con Lorenzo Vigas y «Desde Allá» sucedió lo mismo. Yo tuve un coach, pero cuando intentaba lo venezolano me salía o muy cubano o muy mexicano o extremadamente chileno. Llegamos a un acuerdo de tratar de neutralizar el acento. Es ridículo detenerse en que si es peruano o venezolano o chileno, yo creo que debemos llegar a un neutro interesante. Así como Gael García Bernal en «NO» era un chileno que se había criado en México y yo en «Desde Allá» había vivido afuera de Venezuela muchos años, yo creo que va a llegar el momento en el que no vamos a tener que justificar nada y aprenderemos a convivir muy bien con nuestros acentos.

Pero muy aparte del acento, ¿cómo te enfrentas a la realidad de Venezuela cuando fueron a grabar allá?

Grabamos dos meses y medio en las calles de Venezuela, en las calles de Caracas. Lorenzo nos advirtió a mí y a Sergio Amstrong (director de fotografía), que éramos los extranjeros del grupo, que él quería que Caracas fuera la que hablara en la película. La crisis estaba agudizada y nosotros vivimos en las calles muy violentamente lo que estaba sucediendo en Caracas en ese momento. Grabamos en una de las esquinas más peligrosas de la ciudad durante muchas semanas y fue muy fuerte ver lo que estaba pasado. Entonces yo configuro un personaje de pulsiones muy bajas y, para que la ciudad hablara, borramos mucho texto, dejamos las miradas, los silencios, el misterio. Yo creo que él buscó un actor chileno pensando que tal vez nosotros tenemos esa supuesta cualidad melancólica, pero llega un momento en el que dejo salir al animal y surge con extrema violencia.

Imagen: Fabula Productions

Con «Tony Manero», su primer protagónico con Pablo Larraín, se paseó por el Festival de Cannes y amasó premios en festivales de Buenos Aires, La Habana y Torino. Imagen: Fabula Productions

Has aparecido en todas las películas de Pablo Larraín. ¿Qué recuerdos tienes de «Tony Manero», la cual protagonizaste y te llevó hasta el Festival de Cannes?

«Tony Manero» representó para mi un giro y un descubrimiento muy hermoso de autoría: creo que Pablo Larraín con este filme rompe un poco con todo, consigo mismo, y logra crear una autoría importante. Y él manda muy ingenuamente un DVD al Festival de Cannes y queda. Con esta película, él me enseñó a no actuar; fue muy difícil, pero como actor conocí una poética, me lancé a la interpretación de cine, y guardo esa película en mi memoria con mucho cariño. Para ambos fue el inicio de un gran camino.

Desde entonces Pablo Larraín te ha llamado para interpretar personajes bastante patéticos, por decirlo de alguna forma. ¿Cómo te sientes interpretando estos personajes?

Es un regalo, porque yo no emito un juicio de valor de estos personajes y lo más valioso es que las películas tampoco lo hacen. No hay una reivindicación de lo malo ni de lo bueno, y hay una política muy dura de que los personajes no se rediman. Manero es Manero, de principio a fin. En «El Club» todos estos personajes viven en su ley. En la vida es así.

Durante mucho tiempo, en nuestra historia de escritura, cine y poesía hemos encontrado un sector de escritores que siempre redimen a sus personajes. El malo que se convierte en bueno. Hay una cuestión moral y religiosa muy fuerte. Yo creo que muchos cineastas nuevos lo que están haciendo es romper con ese pensamiento y decir: “Perdón, la vida es más dura que eso, es más fuerte, hay más transgresión”. Yo creo que Pablo Larraín impone una ética más violenta, muy política, muy buena a mi gusto, y Lorenzo hace lo mismo. Con «Desde Allá» la gente queda muy conmovida, furiosa, enojada, descolocada, porque se espera un fin romántico, un acuerdo, una reivindicación, pero la vida no es así. Nuestros países son muy duros, por la miseria, por la política, por la falta de oportunidades. A mí me fascina encarnar esos roles, creo que es un regalo y un honor caminar en esos lugares políticos, de cuerpo, de ideología, de pensamientos, tan rudos, porque somos países rudos.

Imagen: Fabula

En «El Club», premiada el año pasado en el Festival de Lima con el trofeo al Mejor Director, Alfredo Castro interpretó a un sacerdote pedófilo. Imagen: Fabula

¿Cómo ves la situación del cine chileno? El Perú está muchos pasos atrás de lo que han logrado avanzar ustedes en los últimos años.

Si hace 10 años habían 5 producciones, ahora tenemos 20. Los fondos de los concursos son estupendos, aunque igual le falta mucho. Porque hacer una película digital sigue siendo muy caro. Lo que ha sucedido es que surgen directores muy jóvenes que han roto con un cánon, son películas muy violentas, en el mejor sentido de la palabra: han roto con lo bien hecho, lo bien actuado, la estructura, la narración del héroe. Han roto varios esquemas muy importantes, que lo hacen diferente. Y esto de la colaboración entre países me parece realmente hermoso, porque ahí vemos a un continente entero haciéndole el peso a la industria norteamericana, como diciéndoles que aquí también hay una voz, hay una estética, hay una política, que estamos hablando y que hay que escuchar. La industria norteamericana nos había impuesto su forma de hacer y sus héroes, y vienen estos jóvenes diciendo que nuestros héroes son diferentes, seres humanos muy políticos y son parte de un sistema político. Y creo que con esto la industria norteamericana ha tenido que escuchar mejor.

Es cierto que Latinoamérica se ha unido en cuanto a las coproducciones, pero seguimos teniendo el poblema de la llegada al público. En Perú, por ejemplo, casi no se estrenan películas latinoamericanas.

En Chile tampoco, pero están los festivales. Lo que pasa es que Estados Unidos ha confundido lo que es la industria de cine con los centros comerciales. En Chile las películas chilenas tampoco tienen más de dos semanas en cartelera. Pero tenemos Valdivia, Viña, Santiago, donde la gente repleta los cines. Entonces, como buenos países latinoamericanos, estamos nosotros infiltrándonos en el centro comercial de alguna forma y es una lucha política interesante: querían que fuéramos al centro comercial, vamos a ir pero con lo nuestro. En Chile me preguntan cuándo llega «Desde Allá» y yo les digo que nunca, no va a llegar, ¿quién la va a comprar? Si en Chile una película chilena dura dos semanas en cartelera. ¿Quién va a comprar una película peruana o brasilera o mexicana o boliviana? Nadie. Porque la gente no va a verlas. Porque el sistema se ha encargado de que la gente esté ciega, sorda y muda. Y que tengan que darles películas chistosas, baratas, estúpidas. Pero sí hemos creado nuestros propios festivales donde la gente sí va a ver películas. Entonces si la lucha es así, sigamos creando nuestros festivales, nuestras formas y formatos. Y la gente irá y llenará las salas. Yo dejaría de preocuparme de si estas películas no están en cartelera, ¡que importa! Si en cartelera tenemos pura basura, con dos o tres buenas películas coladas con rostros hollywoodenses. No nos interesa. Nosotros vamos a dar la lucha por otros lugares y la gente irá.

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