En Cinta Lunes, 4 abril 2016

Es imposible resistirse a la fórmula del cine deportivo y aquí te explicamos por qué

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"Volando Alto" es el último estreno en cartelera que apuesta por la fórmula del cine deportivo. Imagen: 20th Century Fox

«Volando Alto» es el más reciente estreno que apuesta por la fórmula del cine deportivo. Imagen: 20th Century Fox

Escribe: Ernesto Zelaya (@ErnestoZelayaM)

Entre la enésima película de terror que llega a nuestra cartelera este año y una secuela a una comedia romántica de hace casi dos décadas, se estrenó esta semana «Volando Alto» (Eddie the Eagle) de Dexter Fletcher, presencia habitual en los filmes de “ladrones con onda” londinenses de Guy Ritchie. Se trata de la verdadera historia de Eddie “El Águila” Edwards, el primer inglés en representar a su país en el salto de esquí en las olimpiadas de invierno de 1988.

Eddie no tenía el peso correcto para competir y era severamente miope, lo que le hacía difícil realizar saltos en la nieve en altura. No tenía patrocinadores; él solo asumió los costos. Un amateur que, según entendidos, no tenía nada que hacer en los Juegos Olímpicos. Eddie no ganó ninguna medalla, pero sí se ganó el corazón del público. Poco importó que no era un gran atleta: El Águila había triunfado.

Era inevitable que la historia de Edwards llegara al cine ya que el género deportivo es uno bastante popular en Hollywood. Las mejores películas deportivas son las que nos hacen querer ponernos de pie y aplaudir, las que nos motivan a ser mejores o simplemente las que nos hacen darnos cuenta de que nos conviene hacer un poco de cardio en vez de estar aplatanados en un sillón todo el tiempo.

No hay deporte que Hollywood no haya tocado: béisbol, futbol americano, básquet, golf, natación, futbol soccer, atletismo, ping pong, matagentes. El “cine deportivo”, como cualquier género, tiene sus propias reglas, infaltables para que el público haga barra.

El protagonista esforzado

Es imposible no emocionarse con la historia de "Rocky", ese hombre que lo superó todo para triunfar. Imagen: United Artists

Es imposible no emocionarse con la historia de «Rocky», ese hombre que lo superó todo para triunfar. Imagen: United Artists

Rocky Balboa era un boxeador de poca monta de las calles de Philadelphia, trabajando como cobrador para mafiosos locales mientras las niñitas en la calle le faltaban el respeto. Es el protagonista perfecto para este tipo de películas: un tipo con un talento que ni él reconoce, que debe probarse frente a sí mismo y frente a todos, creerse capaz de ser campeón. A veces es una sola persona, a veces todo un equipo.

Si el filme quiere irse por el lado cómico, el protagonista(s) suele ser un desadaptado, como los niños lengualargas y malcriados de «The Bad News Bears» (original y remake) o Rick “Wild Thing” Vaughn, Pedro Cerrano y las demás “estrellas” de «Major League», que por un breve momento nos hizo seguidores de los Indios de Cleveland. En estos equipos también son infaltables, entre otros, el nerd negado para los deportes o el gordo chistoso.

Otras variables: la vieja gloria del deporte, ya retirado, buscando una última oportunidad; el chico nuevo en el pueblo, mudado de la gran ciudad (o viceversa), que ni bien llega empieza a ganarse problemas con todo el mundo; o alguna figura de la vida real, como el corredor Jesse Owens en la reciente «Race» o el beisbolista Jackie Robinson en «42».

El contexto histórico

"Cinderella Man" no solo es una película de boxeo, sino Imagen: Universal Pictures

«Cinderella Man» no solo es una película de boxeo, sino también una crónica de la Gran Depresión. Imagen: Universal Pictures

Ambientar el relato deportivo durante algún gran hecho histórico es una manera de darle más peso dramático y color. «Race» no es sólo sobre Jesse Owens, sino sobre su experiencia como un hombre negro en los años 30 enfrentándose a la Supremacía Aria de Hitler. «Cinderella Man» de Ron Howard cuenta la historia del boxeador James Braddock, pero es también una crónica de la Gran Depresión y como afectó a la población estadounidense.

«Remember the Titans» de Boaz Yakin no es solo sobre un equipo de fútbol americano entrenado por Denzel Washington; es sobre cómo los deportistas superan el clima de racismo e intolerancia que se vivía en EE.UU en los años 60.

«Rocky», por su parte, peleó con Ivan Drago en plena Guerra Fría en los 80s, la cual resolvió solito dándole un discurso de hermandad a Gorbachov.

El entrenador

Imagen: Columbia Pictures Corporation

El hombre que atrapa moscas con palitos chinos, puede con todo. Lección de «Karate Kid» y el entrañable Señor Miyagi. Imagen: Columbia Pictures Corporation

El Señor Miyagi enseñó karate y disciplina a Daniel-San haciéndolo limpiar el auto o creando bonsáis en «Karate Kid». Cada atleta necesita un mentor que lo motive y lo guíe, una fuente de sabiduría. Mickey, interpretado por Burgess Meredith, era duro con Rocky, pero lo convirtió en un campeón de peso.

A veces, entrenar a un pupilo es su manera de encontrar la redención; tal vez ellos participaron en el deporte pero no alcanzaron la gloria. Pueden ser hombres quebrados, llenos de vicios, que encuentran una nueva razón para vivir a través de otro. Ahí está Tom Hanks como el entrenador borracho de un equipo de béisbol de mujeres en «A League of Their Own» de Penny Marshall; o Nick Nolte como el ex alcohólico Paddy de «Warrior», tratando de reconectar con los dos hijos a los que maltrató, un personaje sincero y dañado que nos rompe el corazón.

El villano

Apollo Creed es un gran villano Imagen:

Apollo Creed es un gran villano que se convirtió luego en aliado. Imagen: United Artists

Todo atleta necesita un rival, alguien a quien el público eche pifias y quiera ver perder. Al final de la película, o terminan humillados o respetan a nuestro héroe. Casi siempre son alemanes, rusos o de algún frío país nórdico, porque Hollywood suele confundir cabello rubio y ojos azules con maldad.

Billy Lawrence en «Karate Kid» y el resto de especímenes arios del Kobra Kai son el prototipo; unos tipos que no tienen reparos en romperle la pierna al rival o son tan malos perdedores que los buscan luego en el estacionamiento para romperles los vidrios del auto.

Apollo Creed partió como un villano, pero no uno de caricatura; era sólo un tipo extremadamente arrogante que se vio vulnerable por primera vez. Creed aprendió a respetar a su rival y fue así como él y Rocky se convirtieron en grandes amigos. Clubber Lang, Ivan Drago y Tommy “Machine” Gunn, sin embargo, eran irredimibles y no aprendieron nada excepto como tragarse sus propios dientes.

El villano no necesariamente tiene que ser otro deportista; puede ser una autoridad deportiva o algún millonario que aporta dinero al equipo contrario. Y si se trata de una figura real, Hollywood no tiene problemas en reescribir la historia para hacerlo quedar mal. Al parecer, en la vida real James Braddock y Max Baer eran rivales ocasionales que se respetaban y trabaron amistad; en «Cinderella Man», Baer sólo quiere mandar a Braddock a la lona de un puñetazo.

<3 <3 <3 Imagen: United Artists

El montaje de entrenamiento

El deportista debe entrenar duro. Y si es de forma abreviada con un montaje y una canción motivadora, pues mucho mejor. Si no, las escaleras de Philadelphia no serían tan famosas.

Seguro nadie conocería a Survivor si no fuese por Rocky. Hasta hoy es imposible escuchar temas como “Eye of the Tiger” o “Burning Heart” y no pensar en Stallone cargando troncos en la nieve o dándose abrazos homoeróticos con Apollo Creed.

El discurso emotivo

El deportista está dudando, necesita motivación antes de entrar al campo de juego. El equipo está perdiendo y queda poco tiempo. Llegó el momento de ponerlos en vereda y aquí es donde empieza el inevitable discurso. Si lo puede dar un actor con presencia, autoridad y que sea imbatible para gritar, tanto mejor; véase a Al Pacino en «Un Domingo Cualquiera» o Samuel L. Jackson en «Coach Carter». Los jugadores saldrán motivados, echando vivas y no nos quedan dudas de que ganarán.

De nuevo, Rocky es un ejemplo a seguir. Su discurso en «Rocky Balboa» no fue contra algún pupilo, sino contra su propio hijo, instándolo a superar los golpes de la vida y nunca bajar los brazos; el tipo de speech que uno quiere escuchar antes de ir a una entrevista de trabajo. Prueba suficiente de que, debajo de su pinta de rudo, Stallone sí tiene talento actoral, pero lo suele desperdiciar en papeles de acción ridículos estilo «Expendables». Uno de los puntos altos de toda la saga de Rocky: Los cobardes hacen eso y ese no eres tú.”

El juego final

Aquí termina todo. Para esto el deportista ha entrenado y ha soportado humillaciones. Ya aprendió que ganar no lo es todo, lo importante es llegar hasta el final, probarse a uno mismo y a todos. Llegó el momento del juego o pelea final, que terminará en la gran victoria, el momento cuando el atleta cruza la meta, mete el gol decisivo o noquea al rival. Es aquí donde lloramos, nos ponemos de pie y aplaudimos, mientras que por dentro nos sentimos contentos de que Daniel-San le haya metido una patada de grulla en la cara al cabrón de Billy Lawrence.

Y si este momento nos emociona, es señal de que una película deportiva ha sabido utilizar bien esta fórmula.

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