En Cinta Viernes, 6 julio 2018

Las 15 mejores películas que vi en la primera mitad del 2018

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#losquesolohablandecine Lo último del mundo del cine. Lo que nos interesa, siendo honestos. facebook.com/EnCintaPeru twitter.com/encinta

Escribe: Alberto Castro (@mczorro)

Se terminó la primera mitad del año y me animé a armar una lista con las mejores películas que he visto hasta el momento. Ya a estas alturas de la fragmentación del negocio del cine en épocas de internet, sería demasiado limitado solo darle espacio a aquellos títulos que se vieron en la cartelera comercial, por lo que mi lista incluye cintas que pude ver en el circuito de festivales locales (Lima Independiente y Al Este de Lima ofrecieron muy buena programación en los últimos meses), además de estrenos en plataformas de streaming y descargas de títulos que se confirmaron que no llegarían por aquí.

BONUS: “Wiñaypacha” de Oscar Catacora y “Río verde, el tiempo de los Yacurunas” de Álvaro y Diego Sarmiento

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La primera, sobre dos ancianos esperando que regrese su primogénito de irse en busca de ‘progreso’, hizo que los temperamentos de los paisajes y climas del Ande hablaran por sus personajes, de sus estados mentales internos, de sus sufrimientos. Mientras que la segunda, a través de un respetuoso seguimiento de la cotidianidad de distintos individuos y comunidades de la Amazonía, evidenciaba distintos modos de concebir los ciclos de vida y muerte, del tiempo en la selva. Dos cintas peruanas poderosas que muy difícilmente podrán ser superadas en lo que queda del año.

15. “Los oscuros secretos del Pentágono” (The Post) de Steven Spielberg

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Muy pocos manejan la puesta en escena como Spielberg. Tal vez sus clásicos están marcados por la ciencia ficción y el asombro, pero en sus dramas más contenidos hay tanto pulso y sorpresa como en sus blockbusters. Recordar no más la escena en la que Meryl Streep, como cabeza del periódico que planea denunciar a varios gobiernos consecutivos de un pésimo manejo de la Guerra de Vietnam, debe tomar la decisión a través del teléfono, nos llena de ese vértigo de un plano cenital perfecto que la aísla y pone énfasis en el peso de lo que está a punto de hacer. Y así, la cinta está llena de detalles desde lo audiovisual que potencian un relato de por sí contundente.

14. “Un lugar en silencio” (A Quiet Place) de John Krasinski

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Si el terror más comercial está dominado por los golpes de sorpresa y sonido, Krasinski decide apostar por exactamente lo opuesto: el silencio. Es así que la puesta en escena, sus puntos de vista y tiempos se llenan de suspenso porque el espectador está atento a todo aquello que pueda quebrar aquella cotidianidad vacía de sonido, ya que todo ruido implica monstruos y muerte. La cinta se tiñe de un rojo peligrosísimo en su último tramo, cuando la violencia sonora empieza a manifestarse sin control y cuando la metáfora del duelo y la culpa debe llegar a su resolución con un grito ahogado.

13. “Isla de perros” (Isle of Dogs) de Wes Anderson

(From L-R): Bob Balaban as “King,” Jeff Goldblum as “Duke,” Bill Murray as “Boss,” Edward Norton as “Rex,” Bryan Cranston as "Chief” and Koyu Rankin as “Atari Kobayashi” in the film ISLE OF DOGS. Photo Courtesy of Fox Searchlight Pictures. © 2018 Twentieth Century Fox Film Corporation All Rights Reserved

Anderson está obsesionado con el control absoluto en sus películas, en cada detalle en el encuadre, por lo que su terreno ideal es el de la animación. Este año nos ha regalado su pieza más ambiciosa y la primera en la que encontramos cierto comentario político sobre el autoritarismo y el control de los medios. Pero, por encima de todo, esta cinta sigue siendo una aventura lúdica, sobre un niño buscando a su perro, mientras navega por un sinfín de referencias cinematográficas y artísticas, en general, de la cultura japonesa. Y se hace hincapié, también, sobre la imposibilidad de comunicación e tolerancia, al separar a perros y humanos por el idioma.

12. “Wonderstruck” de Todd Haynes

Jaden Michael, Oakes Fegley, and Julianne Moore in WonderStruck Jaden Michael, Oakes Fegley, and Julianne Moore in WONDERSTRUCK Photo credit: Mary Cybulski Courtesy of Amazon Studios and Roadside Attractions Download

Haynes es un maestro subvalorado del cine. En esta cinta, sobre dos niños en busca de sus padres en dos momentos distintos de la historia (en los 20s y 70s), que conectan a través del Museo de Historia Natural, nos habla sobre crecer y esa necesidad de encontrar un lugar en el mundo, además de equiparar esa identidad en construcción a los ‘gabinetes de maravilla’, como se les llama a los museos en la cinta, desde donde se pueden construir universos. La fotografía de Edward Lachman y la música de Carter Burwell terminan de componer una cinta que, además, viaja en el tiempo cinematográfico: del cine mudo y en blanco y negro de los 20s, al color, nervio y psicodelia de los 70s.

11. “El legado del diablo” (Hereditary) de Ari Aster

A24 From left are Milly Shapiro, Toni Collette, Gabriel Byrne, and Alex Wolff in a scene from "Hereditary."

El terror como la desestructuración más enfermiza e incómoda del núcleo familiar, el rito satánico del cual nadie puede librarse, ya que todos los involucrados son manipulados como marionetas en una casa de muñecas. Se trata de una de las cintas más perturbadoras que haya visto en los últimos años, por lo soterrado de su terror: la cotidianidad empieza a distorsionarse, pero de una manera tan calculada y paulatina, que cuando llegamos a ese final atroz e indescriptible, ya no podemos escapar. Toni Colette nos regala una actuación de otro mundo.

10. “Annihilation” de Alex Garland

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La carrera de Garland es una que hay que seguir muy de cerca. Escribió la mejor película de Danny Boyle, esa cruzada de ciencia ficción llamada “Sunshine”, y luego tomó el mando de la dirección en “Ex Machina”: ambos vehículos futuristas, pero más interesados en ahondar en la condición humana y la evolución. “Annihilation” va en el mismo camino, pero da un paso más hacia el terror, lo gore, lo grotesco, ensamblando un rompecabezas sin respuestas (y vaya que no son necesarias), una aventura que se asombra de la deformación de la vida, de la destrucción, de la muerte. Natalie Portman en estado de gracia, como no la veíamos hace tiempo. La película observa todo lo tanático con tanta calma, que enerva. Y fascina, por supuesto.

9. “The Death of Stalin” de Armando Iannucci

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Muy fácil hubiera sido hacer una comedia sobre la muerte del dictador soviético, cayendo en el estereotipo, en burlarse del otro, de esa cultura tan distante y ajena. Pero Iannucci ha demostrado que es bastante más inteligente con esa joya de serie llamada “Veep”. Esta cinta hace una compleja lectura de la autocracia, desde la paranoia y el juego de poderes más perverso, uno con el que podemos identificarnos todos. Ahí recae el humor, en la desesperación por recuperar el control cuando todo está claramente perdido. Y en lo absurdo de la política manejada en base a intereses particular. Simon Rusell Beale como el antagonista principal, Beria, está impecable.

8. “El proyecto Florida” (The Florida Project) de Sean Baker

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La historia de un grupo de niños marginados y en extrema pobreza que viven a espaldas del destino turístico de ensueño para cualquiera en su niñez, Disney. La premisa pudo haberse tratado como un drama áspero y opaco sobre crecer en estas condiciones, pero Baker prefiere mostrarnos todo a través de los ojos de los niños. Así la cinta se convierte en una fábula de colores vibrantes, delicada, cálida, amable, divertida, jocosa. Y por ello conmociona tanto cuando la realidad más áspera, esa que solo habíamos entrevisto y evitado tanto tiempo, se manifiesta en toda su expresión. Ese final jamás saldrá de mi cabeza precisamente por romper con toda aquella cotidianidad que se había construido antes.

7. “Zama” de Lucrecia Martel

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A Martel poco le importa desestabilizar la narración de la película, si es que eso ayuda a terminar de meternos en la cabeza de su protagonista, un oficial de la corona española que espera por años a que lo asciendan y trasladen. Pero ese anuncio no llega nunca. Y el cansancio y aburrimiento atormentan su percepción del tiempo y la realidad. La película nos sumerge en ese soponcio, en esa irrealidad, una que vuelve cada vez más cruenta con el regreso de fantasmas del pasado y la aparición repentina de una violencia desaforada. La naturaleza se trastoca y la civilización en ciernes se presenta cada vez menos civilizada.

6. “I Love You Daddy” de Louis C. K.

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El visionado de esta cinta se vuelve incluso más duro luego de las acusaciones de las que es sujeto su creador, el cual desnuda sus demonios e inseguridades, al presentarse como un padre que siente que poco a poco pierde el control de su hija, más aún cuando se acerca a la edad en la que deja de ser una niña y pasa a la adultez. Todo el humor negro al cual nos tiene acostumbrado el comediante, ese que camufla divagaciones existenciales y debates sociopolíticos relevantes, está en su máxima expresión aquí, con una puesta en escena clásica, de blancos y negros contrastadísimos, una cinta llena de la ironía más afilada que se haya visto en mucho tiempo.

5. “Closeness” (Tesnota) de Kantemir Balagov

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Otro filme cuyo visionado es incomodísimo, ya que el espectador no tiene ni idea de a quien apoyar o qué decisión tomaría en los pies de los personajes de la historia. Y es que la estructura narrativa de la cinta se apoya en dilemas complejísimos, de respuestas imposibles y daños colaterales por doquier. La historia de amor imposible que envuelve a una familia judía y la tribu de los cabardianos, pero que también enfrenta a una adolescente a una sociedad que sigue viendo a la mujer en posición de sumisión. El título hace referencia a la forma invasiva en la que nos acercamos a la familia en el centro de todo, tanto desde lo narrativo, como literalmente, puesto que la cámara siempre está incómodamente cerca, al ras del rostro, desnudándolo todo.

4. “Viviendo al límite” (Good Time) de Benny y Josh Safdie

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Un joven ladrón de poca monta debe hacer lo que puede para conseguir el dinero y pagar la fianza de su hermano menor, con retraso mental, el cual fue atrapado en el último atraco que planearon juntos. La premisa daba para un drama con tintes de crítica social: el resultado es un filme de acción desaforado, adrenalínico, excitado en medio de luces de neón que intentan tragarse al protagonista, a través de una noche que presenta elementos corrosivos a cada vuelta que damos, sin jamás detenerse. La cámara no puede quedarse quieta, los cortes de edición no pueden detenerse y el desenfreno es tal que no podemos dejar de sujetarnos a los bordes del asiento, porque el vértigo hace que nos caigamos con cada imagen que nos golpea la retina.

3. “Llámame por tu nombre” (Call Me By Your Name) de Luca Guadagnino

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Que tal retrato del primer amor, del despertar sexual, de ese descubrimiento personal y asumir algo que siempre estuvo ahí, a flor de piel, pero que hasta el momento no habíamos asido. Guadagnino retrata la tensión, el sudor de los personajes en pleno verano italiano, las miradas, los gestos, las búsquedas y rechazos: todo ese coqueteo inquieto que aparece cuando el romance no se sabe correspondido. Y cuando finalmente lo es, una explosión de sonidos y colores. De felicidad pura. Pero a sabiendas de que, con el tiempo, se acabará. Y ese tiempo finito se vuelve el bien más preciado de todos. Michael Stuhlbarg como el padre de familia sabio y su monólogo final son la cereza de la torta de una película que desde sus primeras imágenes ya nos partía el corazón.

2. “Grass” de Hong Sang-soo

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Una joya encantadora, tanto como enigmática. Una mujer se sienta en un café mientras observa a los personajes que entran y salen del establecimiento, escuchando retazos de sus historias, completándolas mientras busca ideas para escribir un guion. Ella misma vive su propia historia, una vez que su hermano y su novia pasan a recogerla. La cinta en ese momento empieza a hacernos dudar de los límites de la ficción y de la realidad del personaje, y nos envuelve en una serie de caminatas y conversaciones de ensueño que nos hipnotizan sin soltarnos. Será que solo en esa realidad aumentada, controlada, escrita, es que podemos encontrar la armonía.

1. “El hilo fantasma” (Phantom Thread) de Paul Thomas Anderson

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Es imposible tratar de definir las películas de Paul Thomas Anderson, porque para ello habría que encasillarlas en determinados estilos o temáticas o narrativas y su cine pretende escaparse lo más que pueda de cualquier atadura. En esta su última obra maestra, nos presenta a un diseñador de modas que cree que está condenado a jamás encontrar el amor, ensimismado en la perfección de su trabajo y en la autodestrucción más solitaria. El hilo que une el cine de Anderson tal vez está en esa búsqueda obsesiva de sus personajes, una que termina de trastocar precisamente el universo que habitan. Formalmente, está esa precisión con la que el director se acerca a la composición y la puesta en escena, de sonidos que perturban, pero enmarcan estados de ánimo. De juegos de poderes. Pero aquí reincide aún más potentemente sobre el insoportable peso de ser artista, la incomprensión, la soledad, su naturaleza autodestructiva. Lo que nos presenta es corrosivo y doloroso, pero a la vez tan bello y perfecto. Krieps, Day-Lewis y Manville nos entregan un duelo actoral de aquellos que ya habíamos olvidado que podían congregarse en pantalla gigante.

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