En Cinta Miércoles, 16 agosto 2017

«La región salvaje» es una película mexicana de ciencia ficción que nos habla sobre el placer

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Fotografía: Midchel Meza

Entrevista: Alberto Castro (@mczorro)

En una pequeña ciudad mexicana donde impera el conservadurismo, la hipocrecía y el tabú, dominada por el machismo, la homofobia y los valores familiares más estrictos, vive una serie de personajes atrapados en sus realidades, atados al qué dirán o al juicio popular, por ser o representar, a escondidas, todo aquello que la sociedad rechaza; será a esta comunidad que llegue una extraña presencia, oculta en una cabaña en medio de un bosque cercano, un monstruo que los ayudará a liberarse de las represiones y encontrarse con su costado más natural, más animal, más libre.

«La región salvaje» es la cuarta película del celebrado y controversial director mexicano Amat Escalante, una cinta que le valió el premio al Mejor Director en el último Festival de Venecia y que se acaba de alzar con el trofeo al Mejor Guion en el Festival de Lima. Se trata de un paso adelante en la carrera de un realizador que a veces caía en excesos, pero que en este coqueteo con la ciencia ficción y el terror ha encontrado un buen grado de contención, de reserva, para observar agudamente el placer, las pulsiones reprimidas y las angustias sexuales. Es una película incómoda y enfermiza, claro que sí, pero que funciona precisamente por esa catarsis que el monstruo o ser alienígena manifiesta de sus protagonistas, por esa atmósfera claustrofóbica en la que viven los pobladores, no una física necesariamente (aunque la cabaña definitivamente sí representa un espacio de encierro), sino psicológica, como si los personajes se ahogaran al reprimir tanto sus verdaderos seres.

Tuve el placer de conversar con el director mexicano en su paso por nuestro país y esto fue lo que me contó sobre la película.


Tus películas suelen provocar a la gente y polarizarlas: las aman o las odian. Leí en una entrevista tuya que considerabas que el arte siempre debería provocar.

No todo el arte debe hacer eso, pero cabe lugar para todo tipo de cosas. Cuando estoy pensando qué hacer, lo que busco son imágenes nuevas, historias particulares o únicas, jugando con el cine y usando elementos, como en esta película, que le pertenecen al género, en este caso del terror y el suspenso, dentro de cosas más personales que quiera decir o explorar. Pero no es que piense en cómo puedo provocar, la verdad que no. No busco el choque con el público; yo quiero que les encante, que les impresione y que se queden pensando en la película. Que les provoque, en todo caso, algo positivo: algo fuerte, pero agradable. Como las películas que yo veía, como la “La Naranja Mecánica”, que tal vez en su momento acusaron de querer provocar meramente. O, por ejemplo, “Un perro Andaluz” de Luis Buñuel, a la cual también acusaron de provocación, pero que no habría perdurado tanto tiempo, casi 100 años desde su estreno, si solo fuera eso. Provocar también puede ser transcendental, como lo hemos visto en muchas obra de cine, literatura y de pintura.

Sigues manteniendo tus temas, sigues manteniendo el telón de fondo de México y lo más social que a ti te interesa, pero ahora contado como una película de terror y ciencia ficción. ¿Cómo decides pasar del realismo a esta mezcla de géneros?

Nunca fue una cosa tan puntual de querer saltar a otra cosa. Fue más bien ver a dónde me iba llevando la historia y cómo podía hacer para conseguir decir lo que quería, que era explorar el interior de estos personajes. Soy alguien muy visual, me gusta más mostrar que hablar de las cosas. El hecho de que pudiera incluir una criatura que representara el interior de estos personajes, me funcionó muy bien. Al final de cuentas, lo que se trata de logar es casi lo mismo que con todas mis demás películas: descubrir hasta qué punto se pueden mantener los personajes, hasta qué punto se rompen, hasta qué punto se matan entre ellos, hasta qué punto cambian radicalmente. Solo que llego a eso de diferentes maneras en cada película, dependiendo de lo que quiero mostrar, algo que muchas veces no tengo tan consciente y simplemente pongo elementos que siento que tienen algo de sentido, intuyo algo, lo exploro y a ver qué pasa. Así ha sido con las cuatro películas.

Este monstruo sirve para que los personajes exterioricen cosas que tienen dentro, reprimidas. 

Sí, el monstruo representa la sexualidad dentro de ellos, lo que les atrae y lo que rechazan a la vez. Esa contradicción, esa lucha interna, la hago aparente, físicamente, en película a través de la ciencia ficción.

¿Te gusta el cine de terror? ¿Lo consumes mucho?

A mi me gustan las buenas películas, así que sí, porque hay muchas de terror que están muy buenas. Por ejemplo, la película mexicana “Cronos” de Guillermo del Toro, incluso “Biutiful” de Alejandro González Iñárritu que tiene cosas ligadas a la muerte. O Carlos Reygadas con “Post Tenebras Lux” y “Luz silenciosa”, donde hay cosas de fantasía o sueños, que no le pertenecen a esta realidad. Y es que el cine es como un sueño, siempre: es una experiencia en la que te sales de tu cuerpo y te metes en la película. Por eso, no me parece un cambio tan radical haber hecho una película como “Una región salvaje”. Lo que siento es que el hecho de que la tecnología haya bajado tanto de precio y ahora pueda acceder a ella con un presupuesto como el que manejo, me ha abierto las posibilidades a jugar con este tipo de elementos; sino hubiera sido muy difícil hacerlo.

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El poder grabar con el celular que tengo en el bolsillo ha hecho que mucha más gente pueda salir a las calles y hacer cine. ¿Qué opinas de esta especie de democratización del cine?

Ya todo el mundo tiene una cámara en el bolsillo y si bien cada vez se están haciendo más películas, buenas y malas, las que terminan haciéndose conocidas o dan que hablar son aquellas en las que hay algo que necesita decirse o contarse. Y para que hayan buenas películas no importa tanto cuánta gente pueda grabar, porque -por ejemplo- la gente puede escribir desde hace tiempo en papel y eso no quiere decir que hayan muchos Fiódor Dostoyevski o que todos sean Stephen King. Lo bueno es que vivimos en tiempos diferentes en los que, si hay alguien con talento que tiene algo que decir, puede hacerlo mucho más fácil que antes. Podría ahora salir con su celular y hacer una película que podría ser una obra maestra.

Vivimos en una época en la que se hacen más películas, pero muy pocas llegan a estrenarse en los cines y la mayoría llega directo a los servicios de streaming. Es un poco el debate que se armó en Cannes por las películas Netflix.

Yo no soy muy dogmático o radical. Yo crecí y aprendí en las salas de cines, pero si todo lo hubiera visto en computadoras y monitores, haría lo mismo como cineasta. Las cosas siempre cambian y creo que ahora estamos en un momento de transición. Siempre dan miedo estos cambios: es algo que pasó cuando salió el VHS, luego los DVDs y así.  Pero el cine sigue muy vivo. Y si llegara a mudarse a verse en casa, aunque dudo que eso suceda muy pronto, lo que importa es que se sigan contando historias, mostrándose imágenes y sentimientos nuevos. Lo que importa es que el cine siga sorprendiéndonos, sin importar tanto dónde. Hay que tomar en cuenta que muchísima gente ni siquiera puede ir al cine. Ese es un problema más grande que un debate entre si Netflix o el cine, porque mucha gente tiene que recurrir a la piratería. Y peor que Netflix, es una película que alguien grabó con su cámara o su celular en un cine: muchas películas se ven así. Eso me parece más grave. Sería interesante pensar en el cine como antes, más para el ciudadano común: nadie se acuerda que antes el cine era para la gente que no leía, para la gente pobre, era considerado un arte menor. Falta regular todavía el tema del internet, ya que todo es pirateable allí, cualquier obra puede ser filtrada y todos pueden tener acceso a ella de forma ilegal. Eso sí podría dañar a los que hacen cine, porque entonces ya no existiría dinero para hacer cosas y las corporaciones, los estudios, están muy preocupados por eso.

Otro riesgo del que se está hablando de los servicios de streaming es que, debido a sus algoritmos para los usuarios, están haciendo que muchas películas más pequeñas o de festivales aparezcan como última opción, haciéndolas desaparecer.

Mis películas, por ejemplo, no las ha comprado Netflix: pero es una decisión que deben tomar las personas detrás de cada película, porque si te ofrecen un millón de dólares y sabes que en cines vas a ganar muchísimo menos, la vas a pensar. Claro que también deberías proteger tu película: te ofrecen cierto dinero, pero ellos deberían garantizarte de que se va a ver. Hay productores y gente irresponsable a los que solo le importa el dinero y tal vez por eso se pierden algunas películas. Cada caso es diferente. Yo igual creo que nada puede desaparecer en Netflix, realmente, porque al menos la gente puede buscar tu película. Por ejemplo, mi primera película, «Sangre», nunca se distribuyó, ni en Netflix, ni en cines, solo se paseó por festivales como un año y luego desapareció. Tal vez me hubiera convenido distribuirla luego de que ganó un premio en Cannes, tal vez la mandaba directo a Netflix para que se quedara el resto de su vida, habría estado perfecto. Le podría decir a la gente que si quiere ver mi primera película, pueden buscarla Netflix. Yo creo que el cine va a sobrevivir, simplemente están cambiando las formas en las que el público está consumiendo cine ahora, en forma de televisión. “Twin Peaks”, por ejemplo, es una película de 10 horas de David Lynch y es muy interesante que pueda existir. O la serie de Bruno Dumont de 6 horas, que también es una película.

O la de Paolo Sorrentino también. Hay muchos directores de cine que están dando el salto a la televisión.

Es una nueva forma de ver cine, que se sale de la hora y media más convencional. Y tiene sentido, porque es muy raro que un cine te pasen una película de 10 horas. Le tendríamos que preguntar a Lav Diaz qué tan fácil es programar películas suyas en cines. Entonces me parece interesante que ahora desde tu casa puedas ver una película de 10 horas. Y hay gente que puede ver 10 episodios seguidos, sin problemas.

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¿Cómo ves la situación del cine mexicano de tu generación?

Desde hace 8 años, aproximadamente, se ha activado radicalmente el apoyo de EFICINE, que es un fondo de estímulo: el 10% de los impuestos que paga cualquier compañía o persona se lo puede dar a una película. Tiene sus cosas controversiales, porque ahora Coca-Cola y Pan Bimbo pueden ser productores de cine y dictar lo que se va a ver en México, porque para recibir su dinero tienes que venderles el proyecto. Pero, aparte de eso, se están haciendo de 130 a 150 películas al año, antes se hacían 30. Y no películas chicas grabadas con celulares, sino películas ambiciosas. Seguro también tiene que ver con el éxito de varios cineastas puntuales afuera, ya sea en el Festival de Cannes o en el Oscar, lo cual ha motivado la moral de la gente, que empieza a creer en el cine que se hace en nuestro país. Eso ha ayudado mucho. Creo que la mentalidad ha cambiado mucho desde los ochentas o noventas, cuando había mucho amiguismo o familiares: no podías entrar a la Escuela de Cine a menos que tu tío cineasta no te metía o cosas así. Yo soy tal vez de la primera generación donde ya no es así, donde por tu creatividad o si tienes algo que contar, puedes moverte ahí. Por ejemplo, yo le escribí a Carlos Reygadas después de ver “Japón” y le enseñé mi cortometraje, luego me contrató y me ha ayudado desde entonces. Todo eso fue porque él creía en lo que yo estaba haciendo y porque yo creía en lo que él estaba haciendo también.

¿A qué directores regresas siempre y qué directores nuevos estás siguiendo?

Ahora me doy cuenta de que todo lo que hago tiene que ver mucho con lo primero que me atrajo o inspiró: Stanley Kubrick, David Lynch, Robert Bresson, Werner Herzog, Andréi Tarkovski, James Benning, esos son como los primeros esenciales. Luego, Carlos Reygadas fue muy importante personalmente, luego de que surgiera una película como «Japón» de México. Me gusta Bruno Dumont, Gaspar Noé y Lisandro Alonso. En México está Joaquin del Paso, Michel Franco, Emiliano Rocha Minter, Gerardo Naranjo y una cineasta nueva Dariela Ludlow.

¿Y de cine peruano?

“Días de Santiago” de Josué Méndez, a quien conozco. Los hermanos Vega también hacen cosas buenas. Hay una conexión aquí con Fiorella Moretti, quien vende películas peruanas a través de su compañía Luxbox, los cuales también vendieron “Heli”. Ella fue la conexión para venir a Perú.

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