En Cinta Domingo, 13 agosto 2017

«La idea de un lago» es una sensible película argentina sobre la fragilidad de la memoria

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Fotografía: Midchel Meza

Fotografía: Midchel Meza

Entrevista de: Alberto Castro (@mczorro)

¿Cómo se puede recordar algo que no estamos seguros que ocurrió o cuyos detalles son tan escasos que, con el tiempo, nuestra imaginación pudo haber tergiversado lo que realmente ocurrió?

La realizadora argentina Milagros Mumenthaler, quien ya había demostrado tremenda sensibilidad con su ópera prima «Abrir puertas y ventanas» en el 2011, este año presentó su segunda película, «La idea de un lago», en el marco del Festival de Lima, donde se llevó una mención de la crítica internacional. Se trata de la adaptación libre de un poemario y libro de fotografías de Guadalupe Gaona, con el que intentaba recordar el poquísimo tiempo que pasó con su padre, quien fuera secuestrado durante la dictadura militar argentina, cuando ella era muy pequeña.

En la película, Inés (la protagonista) solo cuenta con una fotografía y la casa de campo donde pasaba las vacaciones de verano con su familia: a partir de estos elementos sueltos, comenzará a recordar (o fabricar recuerdos) de ese padre ausente. Se trata de una propuesta muy sensorial, en la que la historia queda relegada a un segundo plano, ya que son las imágenes (que juegan con el punto de vista y los formatos) las que nos remiten a la fragilidad de la memoria, la forma en la que nos relacionamos con el pasado. No se trata de un filme político, de ninguna manera, pero resulta fascinante notar cómo habla directamente sobre toda una Latinoamérica que vivió épocas de violencia, para luego adentrarse en complejos procesos de memoria, verdad y reconciliación.

Tuve el placer de conversar con la realizadora argentina en su paso por nuestro país y esto fue lo que me contó.


Sé que “La idea de un lago” es la adaptación de un libro de fotografías y poemas de Guadalupe Gaona, «Pozo de aire». ¿Cómo llegas a él?

Un día leo un artículo en un diario sobre este libro y decidí comprarlo. El libro contiene como siete poemas y  fotografías del lugar donde la autora pasaba vacaciones con su familia. Cuando leo esos poemas, sentí como una cercanía muy fuerte. Más allá de la temática, que tiene que ver con una desaparición particular en un momento de dictadura, me sentí muy cercana a las cosas más cotidianas, a esos fragmentos que quedan, a la relación madre-hija, la vinculación con un lugar. Después de leer este libro, hice mi primera película, que es «Abrir puertas y ventanas», donde hay ciertas imágenes que perduraron en mi de este poemario.

Entonces, ¿leíste el poemario antes de hacer tu ópera prima?

Fue mientras estaba ensayando con las actrices que me encontré con este libro. Luego ya dije: quiero hacer algo con esto. Porque en mi corta experiencia con el cine, siempre me interesó el trabajo de la imagen, desde que estaba estudiando, por encima del tema narrativo: porque a veces siento que la historia o narración en el cine toma el lugar principal en las películas, mientras que yo prefería trabajar con imágenes más sensoriales. En esta película, si bien también tengo cuidado con el tema narrativo, quería mantener un equilibrio y plasmar esas imágenes que me habían aparecido en la cabeza leyendo el poemario, las cuales no eran calcadas de los poemas, sino que se disparaban a partir de lo que leía.. Es así que la estructura de la cinta parte de un personaje puntual y de lo que sucede en su cabeza: el hilo conductor de todo es Inés y lo que le pasa en ese momento puntual de su vida.

Hablas de una desaparición en una época convulsa en Argentina, pero no es que te acerques al lado político de la historia, sino al estrictamente personal.

Claramente es una película que habla de una chica cuyo padre desapareció víctima de una dictadura militar, pero no me interesaba contar los hechos: eso era algo que tenía muy claro desde el inicio, porque ya se sabe cómo eran las cosas. Me interesó más el cómo uno convive con un padre desaparecido y la ausencia de esa figura paterna, es mucho más complejo en realidad. Y más aún cuando una madre se aferra a un espacio físico, como es la casa de la familia en el sur, la cual le permite a Inés tener una relación particular con ese padre desaparecido.

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Son dos las escenas que me inquietan de la película. La primera es cuando Inés revisa una fotografía vieja de su padre y desde su computadora comienza a acercarse a su mirada, como tratando de encontrarla, mientras su madre le habla a través del chat.

Como la autora dice en prólogo del libro, esa es la fotografía en la que más confió, porque es la única foto que tiene de su papá. Es algo que sucede cuando decides volver a buscar respuestas después de años, un proceso muy doloroso. En ese momento, Inés intenta encontrar nuevos detalles en una fotografía que ha visto muchas veces, como intentando encontrar algo que no vio en otro momento: ¿acaso me miraba con amor, con miedo de que me caiga, cuál era su mirada en ese momento? Y no encuentra nada nuevo.

La otra escena que me fascina es la del automóvil flotando en el lago, con Inés niña jugando con él.

Mucha gente considera que es una escena de sueño. Es una escena representa el deseo de una niña de jugar con el padre que ya no está, el cual está un poco representado por ese auto, que también pertenece a una de las pocas imágenes que el personaje tiene de su padre. Al final del prólogo, la autora dice algo como que recorre el camino, recorre los valles, se para frente al lago y sueña con ser un bote suelto.

¿Consideras que el cine más comercial y la televisión cada vez más se abocan a lo narrativo, a los giros y sorpresas necesarios para sostenerse en el tiempo, y se olvidan de lo más sensorial?

No sé, pero siento que cada vez hay menos qué ver. Pero felizmente quedan muchos directores, no del cine comercial, en la televisión. Como lo que acaba de pasar con David Lynch, el cual está más loco que nunca en «Twin Peaks». A mí me gusta ver esas películas en las que siento que se siente la presencia de un director pensando en la puesta en escena, cómo contar la historia, con un punto de vista. Me gustan las películas de directores con ideas, con una mirada particular sobre un tema. Me parece que los formatos digitales, de alguna forma, también han hecho de que se pieSe piense mucho menos en la forma, ya que ahora se puede grabar y grabar y grabar. Antes no podías hacerlo, cuando filmabas tenías que pensar un poquito más. Cuando trabajabas con una cámara enorme que pesaba 30 kilos, tenías que pensar bien dónde poner la cámara.

Este año Sofia Coppola fue elegida la mejor directora del Festival de Cannes y se volvió a poner en tapete el tema de la participación de las mujeres en el cine.

A mí no me costó hacer cine por ser mujer, ni me costó en situaciones de rodaje, nunca me encontré con ese problema. Pero sí creo que puedes encontrar más situaciones cuando te acercas a las redes de distribución, ya sea de festivales y cines. Porque se generaliza de que hay un cine más sensible si es que dirigen las mujeres, pero hay muchos hombres directores que tienen un costado muy sensible, muy femenino, si se quiere decir. También noto que en los festivales más importantes del mundo, la mayoría de películas son de directores hombres, la mayoría de los equipos de proyección son hombres, la mayoría de críticos son hombres, los exhibidores son en su mayoría hombres. Ahí veo que se produce un desequilibrio.

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Fuiste jurado en un concurso de la DAFO, organizado por el Ministerio de Cultura del Perú. ¿Cómo fue la experiencia de acercarte a futuros proyectos de películas peruanas?

Pude leer muchos guiones y ver películas previas de los directores que presentaban proyectos. Como ya te he mencionado, a mi me interesa la mirada del director, la forma, su acercamiento, cómo muestran, cómo encuadran. Y sí siento que muchas veces la historia prevalecía, al menos eso sentí en ese concurso. Sobre el cine peruano, siento que es como en todos lados: se necesita una ley de cine, se necesita poder producir más, porque solo podíamos premiar a seis proyectos. Me imagino que debe ser difícil que los directores tengan continuidad de esa forma. Y también, el dinero que se entrega es pequeño y eso afecta la producción.

¿Y cómo está el cine argentino en este momento?

Hay cierta incertidumbre, porque yo soy de una generación que podía hacer las películas tenía ganas de hacer y ahora ya no es tan así. Creo que ahora se apunta a hacer películas más grandes, restándole la posibilidad a películas más pequeñas. Creo que el cine argentino estuvo donde estuvo porque se le dio oportunidad a muchas miradas y muchos modelos de producción. Felizmente todavía tenemos un instituto fuerte que respalda el cine, hay una ley de cine, y eso es importante. Hubo mucha controversia hace unos meses, porque el instituto nacional recibe dinero tanto de la taquilla de los cines como de un impuesto de los canales de televisión. Y querían que dejara de ingresar dinero de los canales de televisión, lo cual sería un problema real, porque dejaría de entrar mucho dinero.

¿Crees que las películas más grandes, los blockbusters argentinos, le están quitando posibilidades en cines a las películas más pequeñas?

Yo creo que todas pueden convivir. El problema sería que empiecen a hacer solo películas así. Porque una cosa es «Relatos Salvajes», que es una película que hizo mucha taquilla, pero que también pudo exportarse e hizo que se hablara del cine argentino, pero también se hacen películas muy malas, con guiones malos, con actuaciones muy malas, que son como la televisión llevada al cine.

Frente al éxito de ese tipo de películas, los exhibidores le cierran las puertas a otro tipo de propuestas. Es algo que está sucediendo por aquí también.

Sí. No sé cuál es la solución a la situación con los exhibidores, pero es un problema real. Porque presuponen que la gente solo quiere ver determinadas cosas. En Argentina es un problema real y cambió mucho el panorama, porque antes entraban muchas más películas. Hay cines alternativos, pero que pasan algunas películas en Bluray y en mala calidad, por lo que también hay que hablar del respeto a la manera de exhibir.

¿Será que el streaming es el futuro entonces?

Yo creo que va a convivir con el cine por un tiempo. El cine en pantalla grande, en una sala totalmente oscura, te da una predisposición diferente que ver una película en su casa, que cuando quieres la detienes y haces otra cosa. Es otra manera de ver cine.

Pero tú quisieras seguir estrenando en cines, antes de llegar de frente a streaming.

Sí, pero igual creo que mis películas pronto no van a tener mucha opción.

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