En Cinta Martes, 29 agosto 2017

«Crudo» es una película de terror francesa que habla sobre la emancipación femenina

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Raw-poster

Escribe: Rafael Flores Figueroa

(Esta cinta puede verse en Netflix)

En “Crudo” (Raw), la pulsión sexual femenina impone su propio imperio de la carne. La cinta (estrenada en el 2016 en el Festival de Cannes) narra la llegada de Justine a una estricta y sórdida universidad de veterinaria. Ella es una vegetariana rígida y obstinada que, sin embargo, se verá obligada a probar el sabor de las vísceras como parte de un rito iniciático. Será la libertina Alexia, hermana y colega de Justine, la instigadora de una sed de sangre y pecado que nunca acabará de saciarse.

La cineasta Julia Ducornau no está para sutilezas: ella encaja la magnitud erótica de la mujer en un relato donde las protagonistas se comen a los hombres, literalmente, triturando sus cartílagos y sus nervios. Parece una premisa intercambiable, como la de tantas cintas de canibalismo. Pero la realizadora va más allá: el gusto adquirido por la carne se manifiesta como una serie de epifanías múltiples, que provocan en Justine la sublevación progresiva del cuerpo y del ser. Es una alegoría que remite y empata con la hermosa y sensual fantasía de horror de 1942, “Cat People”, dirigida por Jacques Torneur. Como en aquella, Justine también es mujer y pantera, mítica y voraz, escurridiza e indómita.

Raw Movie Bite

Entonces, Ducornau privilegia a su criatura y construye una sangrienta fábula de aprendizaje en la cual las mujeres se abandonan a su apetito y lo asumen a pesar de las víctimas masculinas, todas ellas piezas descartables que deberán conformarse con la muerte o las úlceras en la piel.

Eso sí, ninguna lectura es explícita. La narración no se detiene a dar discursos y los diálogos nunca atan sus cabos. En cambio, la directora parisiense prefiere enfocarse en las posibilidades expresivas del horror. Los decorados y las personas se convierten en superficies granulosas, encendidas por los fluidos desprendidos de las heridas y los arañazos. La sequedad de la violencia siempre va acompañada de rostros desorbitados y cuerpos ansiosos de contacto (Garance Marillier y Ella Rumpf, como las hermanas antropófagas, inquietan con miradas penetrantes y una firmeza corporal que acentúa sus acciones). El diseño del ensañamiento otorga a la imagen un relieve cálido, que tiñe de ocre a las sombras y a las tripas.

Al final, el aura palpitante de la puesta en escena sugiere un testimonio entre líneas: este tránsito ardoroso e incesante, avivado por el rojo de las laceraciones y los desmembramientos, acaso sea la forma en que Ducornau ensaya la emancipación femenina: como una embestida radical, pertinaz e íntegra, aunque corra la sangre. 

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