En Cinta Domingo, 6 agosto 2017

«Dunkerque» nos presenta a un enemigo invisible que horroriza desde la sombra

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Escribe: Dante Morales

En «Dunkerque» de Christopher Nolan, el enemigo nunca está presente físicamente. Es un espectro latente que horroriza más de lo que se manifiesta. La expresión clásica de que ‘la guerra es la continuación de la política por otros medios’ se clarifica en esta cinta mediante el lenguaje visual. A un nivel psicológico, los personajes saben que han sido desbordados por una realidad absolutamente independiente de su voluntad. La política y la guerra son ámbitos que se caracterizan por imponerse casi forzosamente: en el modelo de democracia de las islas británicas, parece que la institucionalidad de la corona y la formalidad del Estado no terminan de comprender que, al final del camino, todo se reduce a ese poderoso sentimiento de comunidad que nos acerca mutuamente. Hay un motor inquebrantable en el pedregoso camino de la humanidad: el don de la solidaridad.

Y por todo eso sorprende gratamente que el afamado director de la trilogía de “The Dark Knight” se vea cautivado por realizar un filme exageradamente realista. Parecía un genio al servicio de historias distópicas y la ciencia ficción. Pero si algún director tenía la necesaria deuda de reinventar sus universos, ese era Nolan. Y como podía preverse, el resultado ha sido más que satisfactorio.

Nos acercamos a una historia totalmente real, que es la de la Operación Dínamo durante la Segunda Guerra Mundial, que empieza con la decisión del Primer Ministro de aquel entonces, Winston Churchill, de rescatar a todos los soldados de la Fuerza Expedicionaria Británica y a todos los aliados que luchaban incesantemente contra la maquinaria nazi. Dunkerque es el lugar escogido para llevar a cabo el plan. Ubicándonos históricamente, esta ciudad portuaria, situada al norte de Francia, había sido acorralada por las fuerzas alemanas. Mucha esperanza no había entre las tropas aliadas, que ya parecían resignarse a la victoria de Hitler. Como se cuenta expresamente en el filme, se esperaba ‘volver a casa’ para poder proteger, mínimamente, la dignidad de una nación.

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La mayoría de diálogos de la película son acertados, a pesar de ser escasos, y envuelven de un brillante dramatismo a las escenas que preceden a lo netamente bélico. Es un acierto de Nolan concentrarse esquemáticamente en tres flancos: el de la fuerza aérea, el de la visión de los civiles y los que estaban a su suerte en las costas de Dunkerque. Así construye una imagen arriesgada de lo acontecido durante la operación, que va desde un Mr. Dawson (genial Mark Rylance) sirviendo lealmente a un mando militar, que pese a su fracaso no arruinó la autoestima de una nación; hasta un joven soldado del ejército británico (el debutante Fionn Whitehead), cuyo melancólico estoicismo hacía cada escena visualmente potente.

Pese a lo comentado, Nolan sigue bebiendo de algunos vicios –a los que prácticamente, te induce u obliga la industria- que, siendo evidentes, no terminan de empañar su excelente trabajo de conceptualización de la crueldad humana. Un claro ejemplo es el exagerado heroísmo del que se dota a ciertos personajes, como el de Tom Hardy (piloto de la Real Fuerza Aérea Británica), claramente, cuyas escenas efectistas parecen ser lo peor del filme. Lo mismo sucede con los diálogos de James D’Arcy como el coronel Winnant, que pecan de predecibles y anodinos. Otra observación, que no se debe dejar de mencionar, es que la división entre buenos y malos todavía sigue presente (aliados y nazis), y sin embargo Nolan da un pequeño salto en ese sentido al no mostrar un bando aliado completamente inmaculado. Sigue siendo una visión occidental de lo acontecido (en el cine norteamericano, no se suele contar el punto de vista oriental, con pocas excepciones como «Cartas desde Iwo Jima») pero manejando una gama de grises mucho más trabajada (el guión lo firma el mismo Chistopher Nolan).

La dirección es impecable y ya parecería algo personal en contra de Nolan que no se le premie con sendas nominaciones a las ceremonias más importantes de los Estados Unidos, dígase Globos de Oro u Oscar; se trata de un realizador que ya ha demostrado su talento en todas sus películas (desde la prodigiosa “Following” hasta la fallida “Interstellar”), el director idóneo para manejar una superproducción. Hay que destacar las magníficas escenas bélicas (probablemente de las mejores jamás rodadas) que provocan una agonía y desesperanza en el espectador casi automática. Si Nolan quería responder con argumentos audiovisuales a aquellos que defienden Netflix como plataforma de estreno de largometrajes, ha dado una buena estocada en defensa de la clásica (y mejor) forma de apreciar el arte cinematográfico: en una sala de cine.

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“Dunkerque” también nos regala las maravillosas creaciones de ese genial artista llamado Hans Zimmer: desde el paso del tiempo hasta la musicalidad de la guerra, todo parece encajar perfectamente con lo que se trata de sugerir sonoramente al espectador. Realmente no se puede pedir más, estamos ante el más brillante compositor del cine moderno. La música es tan constante en su brillo artístico que parece ser la responsable directa de la sensación de realismo con la que uno sale tras los créditos finales.

Sin ser la mejor película de Nolan, “Dunkerque” representa un paso adelante en la consolidada carrera de un cineasta que nos demuestra que no tiene miedo en arriesgar con argumentos más sofisticados en medio de la presión de este nuevo Hollywood, que muchas veces desdeña la calidad artística de los productos que realiza. El montaje nos remonta al cine de guerra psicológico de antaño y “Senderos de Gloria” de Stanley Kubrick se me viene a la mente.

“Dunkerque” ofrece una experiencia inmersiva como pocas, con un Nolan que explora con acierto los entresijos de la psicología bélica. Una visión occidental, es verdad, pero una mucho más abierta al debate, cercanamente neutral, sin complejos al describir las bellas virtudes de los civiles que lograron rescatar a los suyos y la ineptitud de los que no fueron capaces de proteger a su gente de una guerra provocada por políticos. La conclusión parecer ser que la humanidad es responsable de actos tan bochornosos como de alentadores y real-maravillosos. «Dunkerque» es la mejor película que hayamos visto en mucho tiempo en nuestra cartelera comercial.

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