En Cinta Viernes, 23 diciembre 2016

«Animales nocturnos» es una fascinante película sobre el poder catártico (y también nocivo) del arte

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Imagen: Universal Pictures

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Escribe: Vladimir Soriano Galarza

Tras ver «Animales nocturnos», el segundo trabajo de Tom Ford como director tras la notable «A Single Man», uno no sólo sale satisfecho, sino haciéndose muchas preguntas y con ganas de repetir la experiencia para poder captar todos los detalles de este complejo y fascinante rompecabezas. Se trata de una película que habla sobre el amor, sobre la ambición y las apariencias en el mundo del arte, pero también sobre su poder catártico y en muchos casos nocivo, la historia de la dueña de una galería de arte que recibe el manuscrito de la nueva novela de su exesposo, una violenta historia llena de asesinatos y venganzas que la golpea y hace reflexionar sobre su relación pasada. Una lástima que la cinta apenas haya durado una semana en cartelera: ayer jueves desapareció de todos los cines donde se exhibía. Nos toca bajárnosla entonces.

Pero se trata también de una película que invita a la interpretación, ya que su desenlace abierto no termina de responder todas nuestras preguntas. Ahí radica su fuerza también. Ahora, la interpretación más aceptada que he encontrado es que la película representa la catarsis de un artista (el exesposo) a través de un relato ficticio que, al mismo tiempo, funciona como una elaborada venganza (contra su exesposa). Sin embargo, creo que Ford ha querido contar un relato mucho más personal, incluso más intimista que su anterior película «A Single Man».

Lo que voy a presentar en el siguiente artículo no es una crítica, sino una interpretación (personal, claro está) del significado detrás de «Nocturnal Animals», aquello que creo que podría representar. Si vas a seguir leyendo, recomiendo que veas primero la película porque está todo lleno de SPOILERS.

El arte y el sufrimiento

Imagen: Universal Pictures

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La película empieza con una impactante secuencia de créditos iniciales donde vemos a diferentes mujeres, mayores de edad y con terribles problemas de sobrepeso, bailando en frente de una cortina roja con luces de bengala. Pronto descubrimos que todo es partede una exposición de arte que se está llevando a cabo en una galería. La autora de esta curiosa muestra es la misma directora del recinto, Susan, interpretada por Amy Adams. Tom Ford, director de la película, nos da una primera pista sobre el estado mental de la protagonista mostrándonos una toma aérea de una carretera llena de bypasses entrelazados, la cual se alterna con un primer plano de Susan. Se trata de simbología bastante obvia, pero realmente nos va a ayudar mucho para entender lo que pasará después.

Susan es una persona que siente una inconformidad dañina con su obra. Lo que conocemos al comienzo del relato es una persona que ha llevado sus límites al extremo, pero sigue con una ambición malsana por la perfección. En el momento en el que discute con alguien por teléfono, le llega un manuscrito de un tal Edwards Sheffields, un borrador de un libro llamado «Nocturnal Animals». Ella le pide a su asistente, quien se encontraba cerca, que le lea la carta que venía en el paquete con el libro. A través de esta, nos enteramos que el autor del manuscrito es una supuesta expareja de Susan. Y digo supuesta, porque estoy convencido de que…

Edward es una creación de Susan

Imagen: Universal Pictures

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Sí, yo sé que parece no tener mucho sentido. Pero creo que hay una razón por la que Susan quiere que su asistente lea la carta en voz alta, más allá de la excusa de que se cortó el dedo: Susan es una persona que vive en su propio mundo y ha evitado leer la carta para escuchar lo que le convenga más, para seguir armando su propia fantasía, la cual luego se saldrá de control.

¿Una prueba más contundente de esto? El actual esposo de Amy, en la primera conversación que mantienen en la película, desconoce que Susan haya estado casada antes. Algo extraño, tomando en cuenta que, como veremos más adelante, ambos en algún momento se encontraron con Edward, escena presentada como flashback. De hecho, nadie en el presente de la película parece recordar ni saber quién es Edward. 

Existe la posibilidad de que Edward exista, pero no es la persona que Susan dice que es. El Edward que vemos en la película, a través de los flashbacks, es una obra de ficción que la propia Susan construye en su cabeza. Pero ya llegaremos a eso.

Otro factor que incrementa la inestabilidad de Susan es la malinterpretación del significado de su obra. Susan creó una exposición cuyo tema era la libertad y la autoaceptación; sin embargo, su círculo cercano ha entendido que es una sátira del sufrimiento ajeno, de la “basura de la sociedad”, como uno de ellos menciona. Susan comienza a cuestionar si ella realmente sufre, y por ende, si su arte tiene verdadero significado o valor. El amigo responde “no debes preocuparte por ello, allá afuera en el mundo real está el sufrimiento real”. Edward nace de la necesidad de Susan de encontrar un conflicto en su vida perfecta.

La espera eterna

Imagen: Universal Pictures

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Una vez creado el perfil de su Edward ficticio, Susan comienza a obsesionarse con la obra escrita por el verdadero Edward (al cual nunca vemos en el presente, por obvias razones). Este autor idealizado resulta ser un chico humilde, romántico, que quedó devastado tras su ruptura con Susan. El libro viene a ser su catarsis, pero esto último ustedes ya lo saben.

Susan comienza a vivir su presente en base al relato también. Se ha obsesionado. Habla con su secretaria como si la conociese de hace mucho tiempo, olvida inversiones que ha hecho, ve al villano del libro pasarse a la realidad (jump scare incluido). Ya no duerme, ya no interactúa: su búsqueda la ha llevado a vivir en un pasado que nunca existió y a ver el presente totalmente distorsionado.

Incluso, ella se pone a sí misma el apodo “Animal Nocturno”, título del libro, el cual menciona que era el juego de palabras que supuestamente Edward usaba para describirla (a pesar de que JAMÁS vemos que lo haga en ninguno de los flashbacks). La confusión entre realidad y ficción va en aumento.

De esta forma, llegamos al clímax de la ficción dentro de la ficción: el protagonista del libro consigue su venganza, pero se mata por accidente, y Susan se queda con ganas de “volver a ver” a Edward. Lo cita en un restaurante (a través de un celular viejo, de nuevo, otro símbolo de aislamiento) y él aparentemente responde.

Susan va al restaurante y espera. Y espera. Y espera. Pero en el fondo, ella y nosotros sabemos que Edward jamás llegará. Es un momento necesario, porque da paso a la autoconciencia de su problema. Ella no podrá hacer arte mientras siga en su zona de confort. Y ella siempre seguirá ahí, sola, esperando a que llegue su escritor romántico para solucionar sus banales problemas. Es el final de la obra; el final de Susan y de su búsqueda, un resultado insatisfactorio para ella, pero perfecto para el discurso de la película.

¿El arte es sufrimiento o puede ser algo más? Ford busca esa respuesta, y creo que el final de su relato nos deja una acertada conclusión: el arte es la búsqueda de reparar algo dañado (y subsanar  nuestra propia culpa). Susan crea un personaje dañado por ella, pero al que finalmente redimió a través de una obra superior a sus capacidades. Susan no encontró el sufrimiento: no podrá hacer arte y solo se limitará a esperar eternamente, llorando porque no puede llorar.


Estoy seguro de que cada uno tiene su propia forma de ver la película. Me gustaría poder leer sus propias interpretaciones en la caja de comentarios. Y si no has visto la película, descárgatela cuanto antes.

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