En Cinta Lunes, 31 octubre 2016

8 películas de terror (y hartas yapas) para ver esta noche de Halloween

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«Le Locataire» (1976) de Roman Polanski 

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Escribe: Jonatan Medina

Como con «Avaricia» (1924), «La noche del cazador» (1955), «Vértigo» (1958) o «Blade Runner» (1982), el tiempo es muchas veces el gran justiciero de muchas obras maestras del cine. Mal recibida por la crítica en su momento, «Le Locatarie» es hoy una película de culto. Y si bien no es considerada la obra maestra de Polanski (acaso ese discutible epíteto lo reciba “Chinatown”), es sin duda mi película favorita de terror de todos los tiempos. Debo confesar que cuando la vi, mi francofilia y la sola presencia de Isabelle Adjani hicieron que esta película se convirtiera, sin más, en una de mis preferidas. Pero muy aparte de estas razones caprichosas, «Le Locataire» tiene múltiples virtudes para defenderse por sí sola.

Polanski se dirige a sí mismo por primera y única vez e interpreta a Trelkovsky, un inquilino que se hace de un apartamento en París, en el cual la anterior propietaria se había suicidado lanzándose del balcón. Pero las pertenencias de esa mujer siguen ahí, lo que hace que Trelkovsky se empiece a obsesionar por ella, así como a sospechar que sus vecinos están conspirando contra él. Con esta sencilla premisa, Polanski empieza a tejer una crónica kafkiana en la que lo cotidiano se empieza a retorcer absurdamente hasta los límites de la realidad. La afilada mente perturbadora –y perturbada– del cineasta nos hace testigos y cómplices de lo que parece ser un juego siniestro con su protagonista. Y así como los vecinos, somos parte de esa presunta conspiración, aunque también víctimas. La fascinante fotografía expresionista del llamado Rembrandt del cine, Sven Nykvist (a quien le agradecemos más de la mitad de la filmografía de Bergman), la filuda y disonante música del infravalorado Philppe Sardé, así como un guión al servicio de un humor muy negro y surrealista no hacen más que terminar por enmarañarnos tanto como al propio Trelkovsky, para finalmente compartir su obsesión y más pura paranoia.

Polanski nos regala un brillante ejercicio de thriller psicológico, en donde vuelve a retratar con maestría la claustrofobia, y en el que no hacen falta motivos para la progresiva demencia, sino sólo las pesadillas, la fantasía y la obsesión. Es decir, la propia mente. Lo único que hace falta para volverse loco es uno mismo.

De esta forma, Polanski completa su así llamada trilogía de los apartamentos, la que empezó con «Repulsión» (1965) en Londres, continuó con «Rosemary’s Baby» (1968) en Nueva York y terminó con «Le Locataire» en su amada París. Y aunque amada, la retrata lúgubre y angustiante, acaso como su propia mente y su propia forma de amar. (¿Puede ser de otra manera después del famoso suceso del que todos ya sabemos?). Y es que es inevitable no asociar el trabajo de Polanski con su accidentada vida y personalidad. Se dice, a manera de broma, que Polanski protagonizó esta película porque no podía hacer el papel de Catherine Denueve en «Repulsión». Quizá si los productores lo dejaban, él lo hubiese hecho. Felizmente no sucedió y años después interpretó esta magistral e inolvidable joya.

YAPAS: «Rosemary’s Baby», «Psicosis», «El orfanato», «Sleepy Hollow», «Lost Highway», «The Shining» y «Let the Right One In».

«Eraserhead» (1977) de David Lynch

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Escribe: Dante Morales

La filmografía de Lynch, que ya contaba con algunos cortometrajes, tuvo su despegue final con este mosaico de imágenes surrealistas con una profundidad pocas veces lograda en el cine de terror. “Cabeza borradora”,como fue traducida en su distribución en DVD, es un filme completamente inclasificable, que sin embargo nos atrapa desde el primer minuto, por su famosa estética que sobrecoge con una fotografía en blanco y negro, además de los constantes guiños a los padres de la experimentación cinematográfica como Luis Buñuel o Jacques Tati.

El universo lyncheano no es apto para todos, pero sí guarda una muchas veces inadvertida carga de crítica social y hasta política. Y todo esto parte de la transgresión constante de todos los códigos cinematógrafos aceptados. Desde la aparición de una narrativa no lineal ni convencional, hasta las grises metáforas sobre la inesperada paternidad o la triste cotidianeidad que crea el capitalismo.

Lo claro es que las fábulas de David Lynch transcurren en la exterioridad pensada en un sentido completamente metafísico, lo que nos traslada a una dimensión onírica. Los sueños y las pesadillas son como el aullido contenido por la represión social del que somos víctimas todos los días, con cada acción que socava nuestra libertad. Inclusive a nivel sexual, donde esa famosa imagen de los espermas gigantes que son aplastados por el protagonista, representan el lamento de la paternidad y el inicio de la concepción del sexo como algo pernicioso.

A pesar de que muchas escenas nos harán pasar un verdadero mal rato (ya mejor adelantar nada más), el humor se hace presente en forma de absurdos diálogos, que remontan a la pureza con la que observamos nuestras decepciones (a nivel cognitivo, emocional, social) en el lóbrego mundo de las pesadillas. “In the heaven, everything is fine”, o la síntesis de la innegable desesperación que produce una existencia sin medios para conseguir la felicidad. “Eraserhead” es una de esas raras películas que combinan una admirable capacidad de experimentación con toda una profundidad crítica.

YAPAS: “It Follows”, “Nosferatu”, “Onibaba”, “The Exorcist” y “The Shining”.

«Hellraiser» (1987) de Clive Barker

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Escribe: Ernesto Zelaya (@ErnestoZelayaM)

Jason Voorhees, Freddy Krueger, Michael Myers, Chucky: todos son figuras icónicas del género del terror y entre ellos han cobrado un sinfín de víctimas, en su mayoría adolescentes con exceso de hormonas. Aún si encontrarse cara a cara con ellos puede hacer que uno se orine el pantalón, eran en teoría vencibles: Jason al parecer nunca aprendió a correr detrás de sus víctimas, por lo que un buen par de zapatillas era el mejor aliado, y en el caso del muñeco diabólico, bastaba un certero puntapié para enviarlo al otro lado de la habitación.

Pero Pinhead, el demonio fetichista con la cabeza llena de clavos, era diferente. Creado por el autor inglés Clive Barker en su novela «The Hellbound Heart», el amo y señor de una dimensión demoníaca era el tipo de monstruo que no mataba indiscriminadamente, sino porque sus propias víctimas lo habían invocado; un sadomasoquista cuya única misión era llevar a pobres incautos a los límites del placer y el dolor. Con Pinhead no se negociaba, no había escapatoria y no prometía una muerte rápida, sino una eternidad de tortura con cadenas, ganchos y otros instrumentos dignos de calabozo medieval.

El propio Barker llevó a su creación al cine en «Hellraiser» (1987), o «Puerta al Infierno» para los latinos, obra de bajo presupuesto sobre una mujer infiel que encuentra la inofensiva cajita – la Configuración de los Lamentos – que, una vez abierta, llama a Pinhead y a sus secuaces los Cenobitas, demonios grotescamente deformes, representantes de un horror corporal extremo que no se le hubiese podido ocurrir ni a Cronenberg.

Barker es un especialista en historias fantásticas y terroríficas cargadas de erotismo, que desnudan los fetiches y los deseos más oscuros de la gente; esto hace de sus relatos mucho más que simples historias de género. Tienen una cualidad que perturba, fascinante y repulsiva a la vez, que no es fácil de olvidar. «Hellraiser» no es la típica película de terror; se siente como una telenovela inmoral cargada de sangre y vísceras. Es un filme pervertido, oscuro, grotesco y sucio, que hace que uno quiera darse una ducha ni bien termina, para sacarse la inmoralidad de encima.

Lástima que las secuelas – nueve hasta el día de hoy, con una más a estrenarse el próximo año – desecharon estas ideas, cada una más ridícula y desechable que la anterior. La saga «Hellraiser» probablemente nunca va a terminar, pero cuanto menos, sirve como puerta de entrada al torcido y grotesco mundo de Clive Barker, uno donde la imaginación más desbordante y el horror más oscuro van de la mano.

«Peeping Tom» (1960) de Michael Powell

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Escribe: Rafael Flores Figueroa

En «Peeping Tom» la imagen lo es todo. Así nos lo sugiere su secuencia inicial, donde presenciamos en un plano subjetivo el asesinato de una prostituta en el encuadre implacable de un camarógrafo. La vida del protagonista, Mark Lewis, gira en torno a la mirada y su registro: se desempeña como parte del equipo técnico de un estudio de cine y se cachuelea fotografiando mujeres desnudas. La cámara que siempre lo acompaña es la extensión de su brazo, incluso más primordial que cualquiera de sus extremidades. Pero este voyeur experto lleva su fetiche más allá: pronto descubrimos que se trata del homicida o, más bien, el camarógrafo, el realizador, el director de escena de la secuencia inicial. Y esa es la premisa de la cinta, que no es otra cosa que la puesta en marcha, la ejecución de un experimento esencial: si la imagen es nuestra razón de ser, ¿qué tanto podemos registrar?

«Peeping Tom», de Michael Powell, es una experiencia sumamente estimulante. El tramo final sobrecoge porque alcanza un umbral peligroso. Lewis (el rubicundo Carl Boehm), nuestro villano ensimismado y frágil, macabro y formidable, lo dice desafiándonos: “¿Sabes qué es la cosa más aterradora del mundo?”. Lo que sucede luego es como desentrañar el misterio de los espejos, la posesión imposible del aura de la imagen.

La primera vez que la vi quedé paralizado de horror y, por ende, muy feliz. Creo que es una obra maestra, sin temor a equivocarme. Y pensar que en su estreno (el año 1960) se le calificó de cinta maldita, y que (casi) arruinó a su autor. Es una anécdota que no hace más que avalar la desmedida fiereza y perversidad que posee.

YAPA: También me encantan “The thing” y “They live” de John Carpenter; “El día de la bestia” de Alex de la Iglesia; “El estrangulador de Boston” de Richard Fleischer; “El día de los muertos” de George Romero; “Re-animator” de Stuart Gordon; “Nosferatu”, la original de F.W. Murnau y el remake de Werner Herzog; “Ojos sin rostro” de Georges Franju; ”Godzilla” de Ishiro Honda; “Los rechazados del diablo” de Rob Zombie; “Cronos” de Guillermo del Toro; “Déjame entrar” de Tomas Alfredson; “The Brood”, “Dead Ringers”, “La mosca” y “Videodrome” de David Cronenberg; “Eraserhead” y “Mulholland Drive” de David Lynch; “Cat People”, la original de Jacques Torneur y el remake de Paul Schrader; “El regreso de los muertos vivientes” de Dan O’Bannon; “Perfect Blue” de Satoshi Kon; “Frenesí” de Alfred Hitchcock; “La noche del cazador” de Charles Laughton; “Ugetsu Monogatari” de Kenji Mizoguchi; “Freaks” de Tod Browning; “White Zombie” de Victor Halperin.

Hago una mención para dos episodios pertenecientes a las cintas de terror “V/H/S” y “V/H/S/2”: “La enfermiza cosa que le sucedió a Emily cuando era joven” de Joe Swanberg y “Refugio seguro” de Gareth Evans. Son temerarias, se juegan todo y asustan como los mil demonios.

«Al final de la escalera» (The Changeling, 1980) de Peter Medak

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Escribe: Omar Cáceres (@Cine_filoso)

La historia de la película es de lo más normal del mundo. Un prestigioso compositor musical pierde a su familia y, para olvidar y seguir adelante, se traslada a una vieja casa situada lejos de su lugar natal. Pero algo se complica. Las puertas empiezan a abrirse solas, los ruidos no cesan y todo parece conducir hacia el final de la enorme escalera de la mansión. ¿Qué ocurrirá? Con una base tan típica se consigue que hasta la escena más, a priori, ridícula, sea realmente impactante. Momentos sensacionales como cuando todas las puertas se cierran solas y un magnífico uso de la luz/oscuridad, unido, por supuesto, a la música hacen el resto.

La cinta cuenta con un guión ocurrente y espléndido, que desempeña un buen papel, al igual que unos planos muy bien ejecutados, donde la posición y los movimientos de la cámara te transmiten que algo tenebroso se cuece en esa casa, fundamental en el film para aportar ese terror. La fotografía es el gusto por la perfección estética. Técnicamente esta obra es sobresaliente. Gran trabajo de George C. Scott (John Russell) en su papel de hombre traumatizado que busca la paz interior pero no la encuentra. Comprometido con la búsqueda de la verdad hasta el final, sin ánimo de lucro, honesto, inteligente y luchador empedernido.

Un visionario Medak nos regala en esta obra la biblia de las ideas para el cine de terror o suspense. Son innumerables las películas que han cogido prestadas ideas de esta película para su uso personal. Notable obra de terror, que va mucho más allá de los patrones vigentes en este modelo fílmico, de gran calidad argumental, visual, en cuanto a guión, dirección y realización. Consigue lo que pocas, provocar miedo.

YAPAS: «The den», «Dream Home», «La Profecia», «El bebé de Rosemary», «Freaks», «Scream» y «La Mosca».

«La bruja» (The Witch, 2016) de Robert Eggers

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Escribe: Renzo Mendoza Sotero (@RenzoMendozaS)

Una cinta que se diferencia a las de su género, a pesar de contar con argumentos ya antes vistos. El encanto de “The Witch” (y por eso una de mis películas favoritas de terror) es que se aleja de los sonidos estridentes y de los excesivos jump-scares, para traernos una atmósfera oscura diseñada en un universo similar a los monstruos de Goya y a los clarososcuros de Rembrant.

Dirigida por el debutante Robert Eggers, la cinta narra ávidamente el fanatismo religioso del siglo XVII en Nueva Inglaterra y el miedo al bosque- y a lo desconocido- que afecta sicológicamente a una familia exiliada, que lucha por sobrevivir alejada de la civilización. Tras la pérdida del menor de los hijos, este grupo humano sospecha que una bruja busca destruir firmemente sus creencias religiosas y la unión familiar que tanto les costó formar, sin saber que aquel monstruo destructor se encuentra más cerca de lo que ellos imaginan.

“The Witch” refleja una potente y escrupulosa fotografía de Jarin Baschke, la cual sumada a un ritmo pausado y dialogo mínimo lograr cargar de tensión al espectador desde sus primeros minutos, desarrollando un universo de pesadillas, con situaciones inquietantes. Si no lograste verla a inicios de año, qué mejor momento para apagar las luces, cerrar las cortinas, prender una vela y engancharte con esta joya de terror contemporánea.

YAPAS: Dos clásicos como “El Exorcista” de William Friedkin y “El Resplandor” de Stanley Kubrick

«The Cabin in the Woods» (2012) de Drew Goddard

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Escribe: Terina Flores Castillo (@rosebud8421)

Joss Whedon y Drew Goddard son los creadores de «La Cabaña del Terror», la cual muchos se atrevieron a decir que es una de las mejores películas de terror del siglo. Es que Joss Whedon siempre ha dado indicios de ser un gran conocedor del género. Probablemente «Buffy, la cazavampiros» (creada por Whedon) sea una de mis series favoritas de todos los tiempos, porque nos permitía ver pasar por la pantalla a brujas, hombres lobo, conspiraciones gubernamentales no naturales, vampiros, mutantes e infinitos seres que no son parte de nuestra realidad (¿o sí?), los cuales le hacían la vida imposible a adolescentes. Y esto es lo que se termina logrando con «La Cabaña del Terror»: no está hecha para que nos dé miedo únicamente, sino que su perfección radica en conglomerar y extasiarnos del género en sí, y de sus autoreferencias constantes. La película está construida a partir del cine de terror más clásico, ya que podemos ver elementos de «Viernes 13», «La Cosa», «Pesadilla en Elm Street», «Posesión Infernal», «Hellraiser, entre otros, pero también se reinventa en el camino.

UNA YAPA: «Scream» de Wes Craven

«El orfanato» (2007) de J.A. Bayona

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Escribe: Andrei Contreras Romero (@Dacromero)

La primera película del director español Juan A. Bayona es el inicio de su trilogía sobre las relaciones maternofiliales. Se trata de la historia de Laura, una mujer que después de muchos años vuelve al orfanato donde creció y pasó los mejores días de su infancia. Ella decide regresar al lugar junto a su esposo e hijo de 7 años, con el propósito de convertir la casa en un hogar para niños discapacitados. El problema empieza cuando su hijo comienza a preguntar historias sobre la casa y contar relatos sobre lo que pasó en el orfanato, los cuales él clama escuchar de sus nuevos amigos, espíritus de niños que vivieron en el lugar y nunca envejecieron.

A pesar de tener una premisa con algunos clichés clásicos del género y con referencias de películas como “Sexto Sentido” o “Los Otros”, la película triunfa por el manejo de una atmósfera y tono dramático que le otorga Bayona, junto al pilar de la película que es su actriz principal Belén Rueda. La ambientación y los detalles están bien cuidados y logran dar sustos originales, sin necesidad de un estrepitoso sonido que incite el miedo. Cuenta con algunas características clásicas de las películas de terror, pero la película triunfa por esa habilidad del director de mostrar y ocultar, dosificando la información que se le entrega al espectador. Y más aún en esos momentos de desarrollo emocional entre madre e hijo.

YAPAS: Clásicos del cine de terror como “Pesadilla en Elm Street” y “Nosferatu”, y nuevas propuestas independientes como “The Babadook”, “It Follows” y “A Girl Walks Home Alone At Night”.

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