En Cinta Miércoles, 24 agosto 2016

Recordemos «Una separación», primer y único filme iraní que se ha llevado el Oscar a la Mejor Película Extranjera

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Imagen: Asghar Farhadi

Imagen: Asghar Farhadi

Escribe: Jaro Adrianzén Rodríguez (@Jaro1096)

Pocas interrogantes son tan transversales a todo contexto y realidad como la de por qué le pasan cosas malas a quienes obran bien; a aquellos que, aparentemente, no le hacen daño a nadie. Se trata de la cuestión central de «Una separación», quinto largometraje del iraní Asghar Farhadi, que le valió un Oscar a la Mejor Película Extranjera. Una cinta cuyo visionado se hace más duro cuando descubrimos que no podemos tomar partido en un enfrentamiento en el que todos los implicados tienen explicaciones para sus comportamientos, llevando su raciocinio a una realidad fuertemente marcada por el fervor religioso.

Nader y Simín, una pareja de esposos de Teherán, capital islámica de Irán, se enfrentan a un proceso de divorcio, luego de la insistencia de Simín por irse a vivir al extranjero para que su hija adolescente, Termé, no tenga que vivir en una sociedad tan fuertemente marcada por la religión y las represiones que implica; y la negativa de Nader a realizar tal viaje, debido al Alzheimer que padece su padre, quien vive con ellos y no puede valerse por sí mismo.

Simín decide irse a vivir con sus papás durante el proceso de separación, dejando a Nader junto a su hija. Ellos dos, que por sus labores de trabajo y estudio, respectivamente, no pueden hacerse cargo del abuelo, reciben en casa a Razié, una mujer de una religiosidad muy arraigada que se encargará de los cuidados necesarios del octogenario.

La Ley Islámica, también conocida como Sharia, rige varios puntos dentro del plano cotidiano en Irán. Esta forma de vida, que no hace excepciones a nadie, pero que en muchos puntos favorece a los varones, también tiene un código de conducta aceptado por todos los musulmanes. Y a lo largo de toda la cinta, dicho código toma un protagonismo trascendental y lleva a los personajes a situaciones límite.

En primer lugar porque Razié, quien más de una vez llama a una línea de ayuda para consultar si alguno de los cuidados que le da al padre de Nader se podrían considerar pecado, se mete en problemas una vez que su esposo, Shahab, se entera que labora en la casa de un sujeto en pleno proceso de divorcio, y que, aún peor, se queda a solas con un hombre mayor que ella. Ambas conductas son consideradas ilegales debido a que, según las normas de la Ley Islámica, una mujer debe pedir permiso a su esposo para postular a cualquier trabajo.

En segundo lugar, y con la representación del mismo principio de supremacía masculina, la Sharia también se hace presente en el proceso legal de divorcio, ya que gracias a ella uno puede llegar a justificar la violencia sufrida por una mujer si esta antes faltó a las normas socialmente establecidas y legalmente protegidas.

Imagen: Asghar Farhadi

Imagen: Asghar Farhadi

La película, como ya debe haber quedado claro, es una cruda representación de la realidad social y legal del Medio Oriente. Pero es, sobre todo, un drama cuyo registro nervioso la convierte casi en un thriller de suspenso en el que, en cualquier momento, algo terrible podría pasar. Además, se toma su tiempo para presentarnos a cada uno de sus personajes y sus respectivos universos contradictorios en una realidad tan marcada por la religión. Esto es clave, ya que lo que he descrito antes como sinopsis de la cinta es apenas el inicio de un juicio que implicará a todas las partes tras un misterioso accidente (que no revelaré, tienen que ver la película).

Tanta empatía y comprensión se nos ha generado con cada personaje, que no será difícil que cambiemos de posición más de una vez a lo largo de la película. Las sorpresas argumentales y la unión de elementos que en su momento parecían dispersos terminan por causar impacto y justificar la forma de actuar cada uno de los personajes ideados por el director.

Asghar Farhadi escribió, dirigió y produjo la película en Irán, a sabiendas de las dificultades que una película así podría acarrear, dado que funciona como reflejo y crítica de algunas actitudes de las autoridades y la sociedad iraní. Se trata de una cinta que se alzó con 77 premios en los diferentes festivales y ceremonias de fin de año donde se presentó, incluyendo el ya mencionado Oscar, un Globo de Oro, así como el Oso de Oro del Festival de Berlín y un trofeo en el Festival de San Sebastián. Toda una joya cinematográfica que reflexiona sobre una problemática actual y bien conocida, a través de un drama ficticio bien pensado y estructurado.

 

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