En Cinta Jueves, 11 agosto 2016

Conversamos con Kleber Mendonça Filho sobre «Aquarius», notable película brasilera con Sonia Braga

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Imagen: CinemaScópio Produções

Imagen: CinemaScópio Produções

Entrevista de : Alberto Castro (@mczorro)

Clara (interpretada magistralmente por Sonia Braga) es una viuda de 65 años que ha vivido toda su vida en el mismo departamento, hasta que llega una empresa constructora con planes de demoler el edificio, que hará lo que sea para que ella abandone el lugar. Esa es la premisa de «Aquarius», la nueva película del brasilero Kleber Mendonça Filho, con la cual amasó solo elogios en su paso por el último Festival de Cannes. La cinta realiza una completa y compleja radiografía tanto de la mujer protagonista (su cuerpo, recuerdos, aficiones y colecciones) como del espacio físico (esos fantasmas e historias vividas en el edificio), lo cual hace aún más angustiante este relato de supervivencia. 

Se trata de una de las apuestas más ambiciosas y fascinantes de la competencia oficial de ficción del 20 Festival de Lima y tuve el placer de conversar con el realizador en su paso por nuestro país.


Emilie Lesclaux (productora) y Kleber Mendoça (director) llegaron a Lima a presentar "Aquarius". Imagen: Festival de Lima

Emilie Lesclaux (productora) y Kleber Mendoça (director) llegaron a Lima a presentar «Aquarius». Imagen: Festival de Lima

Algo que me fascina de “Aquarius” es ese peso del tiempo que se siente en el departamento de la protagonista: en sus muebles, en sus colecciones, en los fantasmas que caminan por los pasillos. ¿Fue ese el punto de partida de la creación de la película?

La segunda escena que escribí del guion es justamente esa que involucra el armario de madera, el cual lo imaginé como una máquina del tiempo: como la cabina telefónica de “Doctor Who” o el monolito de “2001: Odisea del Espacio”. Sabía que necesitaba un elemento sumamente doméstico, simple, nada especial. Como esta mesa que tenemos ahora al frente, no tiene nada de especial: pero en 60 años podría estar en un anticuario en Bogotá y ya tendría una carga de pasado, porque estuvo en medio de esta entrevista, y para alguien podría resultar importante.

Entonces jugar con estos elementos y el tiempo me parecía interesante: colocarles valores personales a los objetos. Estos objetos adquieren una carga fantasmagórica en el espacio. Un edificio, por ejemplo, está lleno de fantasmas. Yo no soy una persona religiosa, pero yo sí creo que habitan presencias en los lugares. Y como Clara (protagonista de la película) ha vivido toda su vida en un mismo lugar, ahí habitan muchas presencias. A veces se materializan como un sueño o memorias, otras como una sensación de soledad, otras a través de objetos, como este armario.

La película comienza en 1970, pero cuando la historia avanza al tiempo actual aquella escena ya es una memoria. Y mucha gente me pregunta por qué no regreso luego para saber qué les pasó a los personajes del inicio. Yo quería que fuera una escena muy fuerte y que nunca más volviéramos, para que se transformase en un recuerdo del espectador.

Además que, dentro de este flashback en 1970, hay otro flashback a una época anterior, que justamente involucra al armario de madera.

Sí. La película comienza en 1970, tiene un flashback a 1949, y después avanza hasta el 2015 y no vuelve a regresar. Ese es el timeline de la película.

Como mencionas, la película está llena de recuerdos y sueños. Pero cuando comienza el asedio de la constructora para quitarle su departamento, empieza a llenarse de una serie de pesadillas.  

Se construyó como un filme de horror, que avanza lento y gradualmente. Como “Fort Apache”, western de John Ford, con los invasores que intentan rodear el cerco. Pero a través de acciones bien prosaicas, pequeñas escenas de misterio. Tenía esta idea de sabotaje casi biológico del espacio, como si el edificio fuera un organismo vivo y ellos le instalan un tumor dentro, lo cual acerca un poco la película al cine fantástico y de horror. Algunas personas se han conmocionado mucho justamente con ese tumor físico que se instala en el departamento.

Imagen: CinemaScópio Produções

Imagen: CinemaScópio Produções

Lo que comparte “Aquarius” con “El Sonido Alrededor”, tu anterior película, es que ambas se apoyan mucho en lo sensorial y la importancia de esos fantasmas. Pero ahora también planteas una propuesta mucho más narrativa, hasta casi literaria.

Es algo que sucedió de forma natural. Cada película exige procedimientos particulares. En “Aquarius” me concentro en la vida de un personaje, mientras en “El Sonido Alrededor” observaba a varios. “Aquarius” podría ser una miniatura de la anterior, incluso podría tratarse de una vecina que habita en la otra película, pero también creo que es más grande de otras formas. Ya no solo es el espacio: Clara tiene la misión de proteger su espacio, su departamento y su cuerpo de una amenaza externa. Y en “Aquarius” esta amenaza viene de su misma clase social, mientras que en “El Sonido Alrededor” la amenaza eran de clases diferentes.

Clara misma podría ser una clienta de la constructora que la amenaza, porque ella es burguesa. Quiero ver cómo van a recibir la película en Brasil, porque siento que allá las tramas se están volviendo un poco obvias: el rico contra el pobre. Y Clara no es pobre; tampoco es millonaria, pero es burguesa, y eso hacía interesante para mi esta historia.

Es una mujer acomodada a la que el sistema no le permite vivir tranquila. Algunos de los críticos que vieron la película en el Festival de Cannes vieron su historia como una alegoría de lo que es Brasil. ¿Lo pensaste de esa forma también?

Sí, porque sabía que si hacía un buen trabajo de observación iba a salir una representación honesta de la realidad. Varios críticos brasileros dijeron que se parecía a la situación actual de Dilma Rousseff. Pero este filme fue escrito en el 2013 y no puede ser su historia, es técnicamente imposible; pero me parece maravilloso que así parezca. Lo que ha pasado con Dilma, para mí ha sido completamente impredecible. Yo pensé que la democracia brasilera era más madura. Parece que la película toca un nervio en la sociedad brasilera.

Precisamente tú y los protagonistas de la película protestaron en Cannes, denunciaron un ‘golpe de Estado’ y la defendieron.

No veía posible no tomar una posición con respecto al tema, ante ese evento cínico. Fue una decisión bastante sencilla y democrática, que generó reacciones muy fuertes a favor y en contra de la película. Si tuviera que volver a decidir, haría lo mismo, exactamente igual.

Imagen: Reuters / Jean-Paul Pelissier

Imagen: Reuters / Jean-Paul Pelissier

Hay mucha nostalgia en “Aquarius”: la protagonista colecciona vinilos, recuerda artistas del pasado, entre otras cosas. ¿Te consideras una persona nostálgica?

Sí. Yo creo que la nostalgia es saludable, pero el exceso de nostalgia no porque puede convertirse en depresión. La nostalgia para mi es el respeto por el pasado y creo que la sociedad moderna ya no lo tiene. Yo investigué a los corredores de inmuebles y tienen un punto de vista diferente al que nosotros podíamos tener: ellos ven un edificio de 30 años y ya creen que debería ser demolido, inmediatamente. Entonces creo que “Aquarius” crea un vínculo superior con un espectador nostálgico. En la película quería mostrar también ese apego a objetos, documentos y fotografías. Clara también tiene mucho apego a su cuerpo mutilado. Todo eso es parte del filme y estoy muy feliz con el resultado.

¿Y eres nostálgico con el cine, con la idea de filmar en celuloide?

Sí, lo soy. Y lo que me pasó a la hora de hacer “Aquarius” es muy parecido a lo que le pasa a Clara en la película. Yo quería filmar en 35mm, pero la industria me dijo que no podía hacerlo porque técnicamente se ha vuelto excéntrico. Me volvería un realizador excéntrico, porque es muy caro, la logística es una pesadilla y sería un esfuerzo demasiado grande. El mercado me prohibió filmar la película. Y cuando a Clara le dicen que su departamento es bello, pero inseguro y que no es bueno para ella vivir ahí, ella se convierte en una excéntrica. El mercado te transforma en un excéntrico porque vas en contra de sus intereses y eso me parece fascinante.

Imagen: Folhado Estado

Imagen: Folhado Estado

¿Cómo ha sido tu camino por el cine? Porque sé que fuiste mucho tiempo un crítico de cine, ahora te dedicas únicamente a los largometrajes.

Es que sentarme a escribir era mucho más barato y realizable que hacer una película. (Se ríe). Yo empecé a hacer vídeos en la universidad; luego me volví periodista, pero continué haciendo cortometrajes en paralelo. Tiene que ver también con que en mi época no había cine en la universidad. Siempre me encantó escribir y comencé a viajar por festivales. El problema llegó cuando empecé a conocer a todos los realizadores y entonces ya no sentía que podía escribir, porque éramos colegas de realización. Luego de “El Sonido Alrededor” decidí parar con la crítica. Y eso fue lo mejor, porque la crítica me ocupaba mucho espacio, fue como apagar un terabyte de mi disco duro externo. Porque me había transformado en una máquina de opinión: el periódico me decía “por favor escribe 80 líneas de esa taza de café”. Era un ejercicio intelectual interesante, pero me tomaba mucho tiempo escribir sobre 5 o 6 películas a la semana, además de ir a funciones de prensa, hacer entrevistas y más cosas.

Para terminar, ¿por qué no podemos ver cine latinoamericano en nuestra cartelera comercial? Es algo que se repite en toda la región. ¿Tiene que ver solo con cadenas de cine que solo exhiben a Hollywood o tiene que ver también con el público?

Desde hace 15 años que la situación en Brasil ha mejorado mucho en cuanto al acceso de las películas latinoamericanas a los cines. Hoy es normal ver películas como “El Abrazo de la Serpiente” o “Desde Allá” en cines brasileros. Yo soy el programador de una sala de cine allá y antes de ayer, el filme venezolano tuvo su pre-estreno en Recife. Hace 15 años el acceso a películas argentinas, chilenas o peruanas era más limitado. Hoy con los DCPs y la tecnología digital todo se ha vuelto más fácil.

Pero es verdad que el acceso a películas que no forman parte del mercado es más difícil y creo que cada país tiene sus propias dificultades. Tal vez en el Perú es más difícil que en Brasil o Argentina. Es cierto que, por ejemplo, en el 2000 se estrenó la argentina “Nueve Reinas” en Brasil y fue todo un éxito de taquilla: pero tuvo que ser comprada por la Sony para recién llegar a nuestro país. En vez de cruzar fronteras, tuvieron que pasar por un distribuidor norteamericano. Hoy felizmente ya tenemos distribuidoras brasileras que compran películas de la región para pasar en Brasil. Entonces mi visión es optimista, porque veo una mejoría. Pero claro que hay mucho espacio para mejorar.

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