En Cinta Viernes, 8 julio 2016

«Persépolis» es una joyita de la animación contemporánea que todo el mundo debería ver

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Imagen: Sony Pictures Classics

Imagen: Sony Pictures Classics

Por Jaro Adrianzén Rodríguez (@Jaro1096)

No todas las películas animadas cuentan historias felices y eso es algo que la historietista iraní Marjane Satrapi supo perfectamente cuando llevó su novela gráfica autobiográfica a la pantalla grande, de la mano del director francés Vincent Paronnaud. «Persépolis» es una joyita de la animación estrenada en el 2007, nominada al Oscar y ganadora del Premio del Jurado en el Festival de Cannes y del Premio del Público del Festival de Rotterdam. Se trata de una cinta que retrata la lucha femenina contra el fundamentalismo religioso islámico, una mirada a las diferencias abismales entre la culturas orientales y occidentales en el mundo contemporáneo.

«Persépolis» nos cuenta la historia de Marjane, una joven iraní que vive con su familia en Teherán. Con su padre y su abuela suelen debatir sobre el Sah (denominación que reciben desde la antigüedad los monarcas de Irán), mostrándose en contra del régimen que impone. Es gracias a estas conversaciones que Marjane asume una rebeldía natural, empieza a compartir las ideas progresistas de su familia y a expresar deliberadamente su desacuerdo con la política del país.

Tiempo después, cuando la situación de todo Irán se encrudece por la toma de poder de los fundamentalistas y la guerra que se desata con Irak, se da inicio a una represión sin precedentes de la que Marjane y su familia son víctimas, junto con el resto de sus conciudadanos. Sus padres deciden enviarla a un liceo francés en Viena, para que tenga una mejor calidad de vida y de estudios. A partir de ese momento, la protagonista toma conciencia de una realidad que nunca se imaginó, y de una libertad cultural y de pensamiento que por poco la consume. Lo fascinante de la película es ese choque de culturas desde el punto de vista de una adolescente en plena formación.

Imagen: Sony Pictures Classics

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El punto fuerte de la película se encuentra en esa evolución de Marjane, quien debe desarrollarse emocional e intelectualmente en base a las influencias que trae de su familia en casa y la nueva que recibe en Viena. Ese contraste realizado entre las culturas orientales y occidentales puede parecer elemental, pero no deja de ser profundo: la música, los conciertos, la variedad de vestimenta y religiones, la ausencia de credo alguno, el amor por libre decisión y hasta un minimarket con las repisas rebosantes de productos, le dan rasgos utópicos a Europa, donde todo esto es lo más normal del mundo.

«Persépolis» supo aprovechar y explorar las posibilidades de una película animada. A sabiendas del riesgo comercial, la cinta se presenta casi completa en blanco y negro (solo se usa el color en el presente), trasladándose entre la realidad y los sueños de Marjane, transformando sus ideas, reflexiones y travesías en imágenes, incluyendo sus conversaciones con deidades y su choque con la guerra.  Es así que el estilo de la animación, muy fiel al presentado en la novela gráfica, le da ritmo al relato y sirve también para suavizar la crudeza del contexto.

Imagen: Sony Pictures Classics

Imagen: Sony Pictures Classics

En abril de este año, la escritora paquistaní Bina Shah publicó un artículo en el New York Times donde se refirió a cómo el mundo occidental no entiende de las mujeres del Medio Oriente. Su análisis se refería a las mujeres de Afganistán, país vecino de Irán: “El Islam es importante para ellas, al igual que su honor. Quieren más libertades, por supuesto, pero desean ser participantes activas en su propia liberación e imponer su propio ritmo para la lucha”. Esa lucha a la que hace referencia la autora es la que vienen protagonizando cientos de mujeres desde la época representada en la cinta (1979), y que Marjane, tanto la directora como la protagonista, ayuda a esclarecer con este filme. Tanto en casa como en Europa, Marjane vivió de diferentes maneras el ser mujer y ser vista como objeto, llegando en algunos casos al abuso impulsado por el machismo o refugiado en los fundamentos religiosos.

En esta cinta también se deja clara la lucha permanente y valiente que llevan a cabo en Irán y en todo el Medio Oriente hombres y mujeres de pensamiento libre. Una lucha que no busca victimizar, sino redimir a las personas como seres independientes y a la vez religiosos, pero dispuestas a pelear por sus derechos y no dejarse amilanar por ningún régimen, ninguna guerra y, mucho menos, como lo demuestra Marjane, por algún principio fundamentalista basado en una supremacía incongruente. Esto a pesar de todas las secuelas y el precio altísimo que se tenga que pagar. Y que, de hecho, Marjane paga por cuenta propia. Por esto y mucho más, «Persépolis» es una película de visión obligatoria.

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