En Cinta Domingo, 20 marzo 2016

David Lynch, el director que nos hizo soñar (y tener pesadillas) despiertos

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Genio Lynch. Imagen: Inkult Magazine

Genio surrealista, artífice de algunas de nuestras más perturbadoras pesadillas. Imagen: Inkult Magazine

Escribe: Ernesto Zelaya (@ErnestoZelayaM)

“Los filmes representan la vida y por ello deben ser complejos y, a veces, inexplicables”. Esta descripción resume a la perfección el cine de David Lynch, director inclasificable a quien no terminamos de comprender aún con tres décadas de trabajo a cuestas. Llamado un surrealista moderno, Lynch ha tomado la posta de otras figuras como Luis Buñuel para crear una filmografía única, que nos fascina al mismo tiempo que nos deja llenos de interrogantes.

Nacido en Montana, Lynch es un verdadero Hombre Renacentista: es cineasta, pintor, escritor, diseñador de muebles, y experto en la meditación trascendental, la cual practica todos los días. Pero es mayormente conocido por sus filmes, donde los sueños juegan un papel vital y, según las sensibilidades de su director, están compuestos de hechos irracionales y confusos sin propósito claro.

Lynch debutó en pantallas con «Eraserhead» (1977), la cual demoró cinco años en realizarse. La ¿historia? de un hombre agobiado por su gris y anónima vida de trabajador industrial y por los gritos de una criatura innombrable a la que debe cuidar, tuvo comprensibles problemas de distribución – bastaba con ver a la Mujer Dentro del Radiador para darse cuenta que no era precisamente mainstream – pero pronto se convirtió en una pieza de culto. Para algunos entendidos, representa el temor natural de cada hombre al enfrentarse a ser padre. Pero explicaciones hay miles; el propio Lynch hasta hoy se rehúsa a hablar de la película, dejando que el público haga su propia interpretación.

«Eraserhead» llamó la atención en Hollywood (Kubrick, otro cineasta igual de hermético e independiente, era un fan confeso) y le abrió las puertas a su director para más proyectos. «El Hombre Elefante» (1980), biografía del célebre Joseph Merrick, convertido en un caso de investigación científica debido a su deformidad, le valió a Lynch una nominación al Oscar como Mejor Director.

Mientras que su adaptación de «Dune» (1984), novela de ciencia ficción de Frank Herbert y que nos regaló la (lamentablemente) imborrable imagen de Sting en una zunga azul, tuvo tantos problemas en su realización que fue un sonoro fracaso y el director la considera la oveja negra de su filmografía.

Todo lo contrario ocurrió con «Terciopelo Azul» (1986), tal vez la obra más celebrada de este director. En un apacible pueblito norteamericano, un joven emprende una bizarra investigación al descubrir un oído humano. Desde su primera toma – la cámara nos lleva debajo de un barrio típico del American Dream (cercas blancas, jardines primorosamente mantenidos) para descubrir la mugre y alimañas que se esconden en la tierra – Lynch deja clara su intención: hacer una oscura sátira del estilo de vida norteamericano y descubrir el lado oscuro de este pueblito; el desnudar el american way of life se convirtió en otra constante del cine de Lynch.

A esto le siguió la road movie «Wild at Heart» (1990) y la serie «Twin Peaks» el mismo año, que trasladó los excentrismos de Lynch a la televisión. El misterio de la muerte de Laura Palmer resultó tan popular que cuando la serie terminó sin un final, Lynch estrenó un film para la televisión, «Fire Walk With Me» (1992), para darle un cierre a su creación. Como suele suceder en Hollywood, esto fue mentira y la serie se apresta para volver el próximo año.

Esta fue tal vez la etapa más comercial de David Lynch; en los años siguientes, se embarcó en una serie de proyectos cada vez más esotéricos y surreales, que abandonaban de a pocos el concepto de una narración lineal y lógica para dar paso a tramas que más parecían producto al azar del subconsciente.

«Carretera Perdida» (1997), una mezcla de film noir y thriller psicológico, es la historia de un músico acusado de asesinar a su esposa. O puede que sea sobre un joven mecánico enamorado de una mujer; todo depende de la óptica con la que se le mire. Una de las dos podría ser un sueño, podrían ser universos paralelos – las posibilidades son infinitas. Es un rompecabezas con mil maneras de armarlo, un misterio que Lynch prefiere que interpretemos.

Lynch volvió a tentar un Oscar con «Mulholland Drive» (2001), otro misterio que veía más allá del glamour de Hollywood para una sórdida historia sobre el estrellato y cómo puede robar a uno su humanidad. O al menos eso parece; de nuevo, las interpretaciones sobre lo que es realidad y qué es un sueño son varias. Buscar teorías sobre esta película en Internet dan como resultados unos diagramas de flujo que hacen parecer a la física cuántica como algo sencillo. Lynch asegura que la película entera está llena de pistas hacia lo que está tratando de decir; ya depende de uno hacer las veces de detective.

«Inland Empire» (2006) llevó las tendencias crípticas de Lynch a su máxima expresión; son tres horas de surrealismo, un viaje al interior de la psiquis de su autor y su particular forma de ver el mundo; los mismos actores aseguran hasta hoy no saber de qué se trataba.

Lynch no ha vuelto al cine desde este experimento, pero se ha mantenido activo; están series web como «Dumbland» o «Rabbits», una sitcom del infierno que más se parece al estar atrapado en una pesadilla interminable y que se burla sin piedad de la supuesta falta de contenido de estos programas.

Están sus álbumes musicales, que van desde el electropop hasta el rock experimental; su videoclip I’m Waiting Here, junto a la cantante sueca Lykke Li, es una experiencia hipnotizante, tal vez lo más cercano que esté uno a ingerir sustancias psicotrópicas sin tener que hacerlo.

Para muchos, Lynch es una persona extraña, única en su especie, alguien que vive en su propio universo. La única anomalía en su carrera sea tal vez «The Straight Story» (1999), una gentil road movie con un viejito haciendo una travesía en una podadora de césped; es prueba de que, por más excéntrico e inaccesible que pueda parecer, Lynch también tiene su corazoncito.

Cintas repletas de humor negro, surrealismo, cuotas de violencia, críticas a la sociedad norteamericana y homenajes a otros géneros hollywoodenses; todo esto forma parte del universo de David Lynch, uno al que el autor nos deja acceder de cuando en cuando. Películas con su propia lógica interna y experiencias únicas para cualquier cinéfilo. Lynch es un reto, pero uno que vale la pena enfrentar; es como soñar despierto.

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