En Cinta Viernes, 4 marzo 2016

Andrés Caicedo se quitó la vida a los 25 años un día como hoy en 1977. Aquí revisamos su legado

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Imagen: Web Noticias

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Escribe: Kathy Subirana (@Catalina_)

El 4 de marzo de 1977, el colombiano Andrés Caicedo, escritor y crítico de cine nacido en Cali, recibió el primer ejemplar editado de su novela ¡Que viva la música!. Ese mismo día, decidió que ya había vivido lo suficiente y se suicidó. Pero, ¿fue suficiente? Quienes le guardamos cierta devoción diremos que no, que queríamos más. Vivió 25 años por decisión propia, pero su historia, su trabajo y algo parecido a un mito le sobreviven por ya casi 4 décadas.

Sabemos de él y su alma a través de su obra. Breve, pero punzante; lo suficiente como para mantener una legión de seguidores que buscan compulsivamente una edición de ¡Que viva la música! o Calicalabozo a través de los años. Caicedo vivía para y por la literatura, el teatro y el cine, combinación peligrosa para las almas atormentadas, dicen. Y es por eso que lo queremos tanto.

Escribió y dirigió sus primeros guiones teatrales a los 14 años (o antes) y dicen que su máquina de escribir era una extensión no solo de su cuerpo, sino también de su vida. Desde 1969, Caicedo encontró la forma de ejercer la crítica cinematográfica, y en 1971 marcó un hito en la cultura caleña al fundar el Cine Club de Cali y lograr congregar largas colas de cinéfilos a la espera de sus proyecciones los sábados al mediodía. (Pueden ver fotografías del Cineclub aquí).

Imagen: Revista Visaje

Imagen: Revista Visaje

Detalles de su vida podrían ocupar mil páginas, pero hoy, aniversario número 39 de su muerte, preferimos recordarlo en este espacio por su labor como crítico de cine. El libro Ojo al cine recopila en casi 800 páginas todo lo que le ofreció Caicedo al mundo sobre la ilusión de lo cinematográfico: críticas, entrevistas, ponencias, historias. Leerlo es descubrir su afición por «La Naranja Mecánica» y su aversión cuidadosamente detallada por «El Padrino 2», así como su postura siempre crítica sobre la crítica cinematográfica.

Andrés Caicedo encontró espacio para escribir sobre cine en periódicos colombianos, pero esto no le bastó. Fundó, en 1974, la revista Ojo al cine que sobrevivió cinco ediciones (que pueden encontrar y descargar aquí). El libro del mismo título cuenta sobre esta revista: “En primer término hay que anotar la enorme influencia que tuvieron algunas publicaciones especializadas para la formación de Andrés Caicedo. No se puede dejar de destacar el definitivo aporte de la revista peruana Hablemos de cine, como punto de apoyo para la creación de Ojo al Cine”.

Imagen: Banco de la República - Cultural

Imagen: Banco de la República – Cultural

Sobre la crítica de cine Caicedo dijo “De la crítica me gusta lo audaz, lo irreverente”. Y también, ante la pregunta sobre la postura terrorista o paternalista de los críticos, dijo algo que me parece particularmente hermoso:

“Considero que es más saludable una actitud terrorista que paternalista. Pero para lograrla es necesario contar con un medio propio […]. Cuando un crítico enfrenta una serie de condiciones con las distribuidoras y con el exigente gusto mediocre del espectador medio, su crítica se irá ablandando, irá haciendo concesiones, no importa que muchas sean involuntarias. […]

Hay que alentar al espectador, darle conciencia del peligro que significa el acto aparentemente trivial de ir al cine, convencerlo de que la mayoría de veces detràs del producto se encuentra una ideología dirigida en forma vertical contra el consumidor. Hay que desmitificar los falsos valores, las grandes celebridades, los mensajes de ‘gran’ importancia. Uno encuentra muchas veces lo mejor en lo trivial”.

Para Caicedo la crítica era “un intento de desarmar, por medio de la razón (no importa cuán disparatada sea), la magia que supone la proyección. Ante la oscuridad de la sala el espectador se halla tan indefenso como en la silla del dentista. Comenzar a pensar en el proceso de montaje, de cambio de rollos, de alteraciones en el color, etc., es la especie de posición de defensa, de decir: comprende esto, veo los trucos, no me puedes engañar, y el resultado de esta relación entre la pantalla y mi persona no puede ser la alienación”. Lo dice como clara crítica a las producciones norteamericanas, a pesar de ser incondicional admirador de dos géneros muy explotados en Hollywood: el terror y el western.

Imagen: Ricardo Rivadeneira

Imagen: Ricardo Rivadeneira

Pero no sólo hizo crítica. De sus relatos salieron guiones e intentos de llevarlos a la pantalla grande, como sucede con «Angelitos empantanados« y «Angelita y Miguel Ángel«. Caicedo respiraba cine para sobrevivir, para hacer, seguramente, con ayuda de la ficción, más llevadera una realidad imposible.

Para conocer un poco mejor a Andrés Caicedo pueden revisar el documental de su buen amigo Luis Ospina llamado «Unos pocos buenos amigos»

Aunque conocerlo bien sin revisar su obra es imposible. Entonces, dense una vuelta por ¡Que viva la música!, Ojo al cine, Angelitos empantanados o Calicalabozo, una prisión que da gusto visitar. Póngase incómodo: probablemente no quiera abandonarla nunca.

UN DATO: El año pasado llegó al cine la película inspirada en «¡Que viva la música!». Muy bien recibida no ha sido, pero aquí les dejamos el trailer, por si les interesa.

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