cine , En Cinta Martes, 9 febrero 2016

CRÍTICA: «Revenant: El Renacido» y «En Primera Plana», dos películas opuestas que compiten por el Oscar

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Imagen: Andes Films.

 

Escribe: Rodrigo Bedoya Forno (@Zodiac1210)

Dos películas que compiten por el Oscar llegaron a la cartelera el último jueves: “En primera plana” (Spotlight) y “Revenant: El renacido” (The revenant). Un mundo las separa: la primera es la crónica de una investigación periodística, mientras que la segunda es una historia de supervivencia. Acaso la mayor diferencia entre ambas son justamente sus ambiciones y la manera en la que éstas definen el tratamiento y el estilo de los filmes.

Con “En primera plana”, Tom McCarthy le hace un homenaje al periodismo y a la capacidad que tiene para cambiar las cosas, a partir de los gestos más mínimos. Porque justamente lo que importa en esta película no son las grandes revelaciones o la intensidad de las situaciones: importa mostrar, paso a paso, cómo un equipo periodístico va develando los encubrimientos de la arquidiócesis de Boston de curas pedófilos que cometieron delitos de abuso a menores de manera sistemática. Lo que vemos son periodistas haciendo su trabajo, sacrificando su tiempo libre y su vida personal en pos de la investigación.

McCarthy no enfatiza nada: ni el sacrificio de la labor periodística, ni el costado sentimental de las entrevistas con las víctimas, ni la vida personal de los periodistas, ni el lado más sórdido de una pesquisa que tiene que ver con violadores de niños. Todo lo que ofrece son situaciones directas que van hilando una crónica depurada de la investigación. No hay lecciones ni grandilocuencias: tan solo gente desempeñando un trabajo, guiados por su curiosidad y su instinto.

Pero, justamente, el hecho de que el filme vaya de frente a lo más particular permite que se vaya creando un mosaico más amplio, que abre frentes interesantes que quedan apuntados, sin necesidad de subrayarlos. La alta sociedad de Boston, por ejemplo, movida entre el silencio y una complicidad basada en la amistad, en los lazos fraternos que unen a personas que se han criado en el mismo barrio, que han ido al mismo colegio. O la propia labor periodística, que puede hacer que uno ignore ciertos datos en un momento dado que resultan muy relevantes en otro. “En primera plana” es un homenaje a esa labor: un homenaje sin estridencias, donde lo que importan son los hechos y las acciones, y no quienes la realizan.

Imagen: 20th Century Fox.

Imagen: 20th Century Fox.

“Revenant: El renacido” va por el otro lado: lo que importa es la tensión, el dolor físico, la necesidad de mostrar el enorme esfuerzo que implica sobrevivir en un medio absolutamente agreste. Leonardo DiCaprio, después de haber sido atacado por un oso, abandonado y dejado a morir por su compañero (Tom Hardy), decide vengarse y buscar a la persona que lo traicionó.

Alejandro González Iñárritu busca ser intenso: que el dolor físico se sienta, que las heridas del personaje de DiCaprio duelan, que la desesperación del protagonista lo inunde todo. Es fácil darse cuenta por qué DiCaprio ganará su primer Oscar con esta película: se trata de la actuación más intensa de la carrera del actor, donde la gesticulación, el sacrificio y el esfuerzo físico permiten transmitir la aventura que vive el personaje, a diferencia de actuaciones más matizadas (y acaso más logradas) como las de “Los infiltrados” o “J. Edgar”.

Pero el problema principal del filme es que Iñárritu, como le suele ocurrir en casi todas sus películas después de “Amores perros”, confunde intensidad con grandilocuencia. Todo en la película está milimétricamente calculado para el exhibicionismo, para que nadie dude de la grandeza y de la proeza de sacar adelante un proyecto de esta magnitud. Un ejemplo muy concreto: las dos secuencias de acción principales del filme, que ocurren al principio y al final, están filmadas con planos secuencia, al estilo de “Birdman”, el anterior filme del realizador. Nadie duda de la proeza que significó hacerlas, ya sea con ayuda digital o no: el tema está en que la visceralidad que pudo haber adquirido se frena por el excesivo cálculo que demuestra su coreografía, como si lo que importara en esas secuencias fuera impresionar a partir de la pomposidad, y no tanto transmitir la intensidad de la acción misma. Tal es el precio a pagar cuando se quiere impresionar sí o sí: aquello que debería ser orgánico termina sintiéndose impostado.

La grandilocuencia de Iñárritu se siente en cada detalle: desde los gestos desmedidos del rostro de DiCaprio, para que su sufrimiento quede absolutamente claro; hasta la mirada poetizante sobre la cultura y tradición india, reflejada en un personaje que el protagonista se encuentra en el camino y sobre el cual el director carga un simbolismo que subraya, de forma un tanto evidente, su carácter místico y particular. Simbolismo que también encontramos en los flashbacks de la vida familiar del protagonista, y que no hacen sino remarcar esa condición casi sobrehumana del personaje para sobrevivir en condiciones tan particulares, como si no hubiera quedado claro desde un principio. Las referencias crísticas presentes a lo largo de la película se suman a ese subrayado que hace el director de las características de su personaje; subrayado que está ahí para enfatizar aquello que podría haber funcionado mejor si se basaba en la acción pura y concreta, sin necesidad de tanto artificio.

Pero la acción parece que es lo que menos le interesa a Iñárritu (salvo en la notable secuencia del ataque del oso): a él le cautiva el subrayado, el cálculo, lo enfático. Nada nuevo bajo el sol en el cine del mexicano.

YAPA: Alguien se animó a comparar «Revenant: El Renacido» con el trabajo de Andrei Tarkovsky

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