En Cinta Martes, 2 febrero 2016

Manuel Eyzaguirre es un director de cine chiclayano que se animó a compartir todo su trabajo en internet

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Manuel se encuentra en pleno rodaje del largometraje «Parásito», pero encontró igual el tiempo para responder nuestras preguntas (Imagen: Facebook).

Escribe: Alberto Castro (@mczorro)

Hace unas semanas, el realizador chiclayano Manuel Eyzaguirre decidió subir todo su trabajo (compuesto de cortometrajes, de ficción y documental) y compartirlo a través de las redes sociales. Es uno de los exponentes más importantes de la región Lambayeque, sobre todo por esa labor de enseñanza que realiza dentro de la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo, desde donde comparte su amor por el cine con todos sus alumnos y les demuestra que, para hacer películas, no hace falta más que el talento, la dedicación y esa necesidad de contar algo.

Me animé a entrevistarlo para poder seleccionar algunas citas con las que armar un perfil de su trabajo. Pero todo lo que dijo me resultó tan inspirador, tan concienzudo y enriquecedor sobre el quehacer cinematográfico en nuestro país y los problemas a los que se enfrenta, que no podía recortar sus respuestas. Es por ello que comparto la entrevista completa a continuación.

¿Cómo te animaste a subir todo tu trabajo online y compartirlo públicamente?

Imagen: Facebook.

Imagen: Facebook.

Enseño audiovisuales en dos universidades locales y realizamos cortometrajes con los chicos. No hay mejor manera de enseñar que haciendo el floro que uno lanza en clase. Y así, reflexionando, me di cuenta que era tiempo de publicar todo lo que he grabado a lo largo de estos años de manera muy amateur, con equipos prestados, pero con muchas ganas e ímpetu por hacer cine en Chiclayo. En la actualidad, hay muchos chicos con toda la tecnología a la mano: cámaras DSLR, diferentes ópticas, equipos de audio, luces, pero muy pocos deciden contar historias, animarse a realizar un corto de ficción o documental, que aunque no lo hagan público, es parte del feeling de alguien apasionado por la imagen. Muchos de esos chicos siguen la línea de foto publicitaria, pero subliminalmente deseo sembrar el interés por la apasionante narrativa audiovisual que tiene el cine. Desde la estructura de un clásico guion (aporte que siempre ofrece Mauricio Burstein, amigo, cortometrajista y profesor con quien dicto asignaturas) hasta el de registro espontáneo, documental clásico o experimental.

Lo he compartido para que se den cuenta que no importa el equipo técnico. Interesa reunir a un grupo de entusiastas, escribir un guion y lanzarse a grabar para –de a pocos- ir creciendo en nivel y hablar de un cine chiclayano, con personalidad y mucha continuidad. Quiero retroalimentarme con las opiniones y críticas de la gente, en mi ciudad y fuera de ella. Para eso he publicado desde mis primeros trabajos, aquellos con muchas deficiencias, pero a quienes les tengo un cariño especial porque me han enseñado y siguen enseñando. Soy un eterno aprendiz del cine: aún no sé nada.

¿Qué es lo que te motiva a grabar? Hay una cercanía palpable en todo lo que grabas (fuera de que hay muchos trabajos documentales): historias muy personales, de la ciudad en la que vives, con personas muy cercanas a ti (tu hijo, tu propia casa).

Manuel cerró el 2015 estrenando el documental

Manuel cerró el 2015 estrenando el documental «Emblemático San José». (Imagen: Facebook).

Me relajo grabando. Ocupo mi mente y tiempo libre.

Coincidentemente los rodajes siempre han estado cercanos a alguna crisis: Mi apresurado matrimonio, mis constantes problemas de salud, las crisis económicas en mi familia y mi separación. Cada proyecto se ha realizado bajo esas coordenadas espacio – tiempo. Es como una terapia personal en la que me acompañan algunos alumnos o ex estudiantes de las universidades donde enseño y que se motivan por la experiencia.

Sobre mi familia, hay varias razones: primero registrar en el tiempo a cada persona importante de mi entorno con quienes expresaba muy poco mis sentimientos. Todo empezó con La abuela Genoveva, un documental sobre el Alzheimer que en realidad cuenta la historia de toda una familia enferma. Fue un homenaje a mi abuela, quien falleció al poco tiempo, pero pudo ver junto a otros miembros de mi familia el registro de su imagen y de su accionar en un televisor. Recuerdo que muchas personas que vieron el documental se sintieron identificadas con la situación. Gente que ha visto el documental en varios países, incluso un grupo de cuidadores de enfermos de Alzheimer de Madrid, me pidieron permiso para usar el trabajo en sus sesiones de aprendizaje.

Documental: «La Abuela Genoveva» (2008)

Lo mismo sucedió con Viajero, la historia de mi padre a quien por primera vez, a mis 30 años, pude escuchar largo y tendido en una conversación que nunca tuve en mi adolescencia o juventud. Fue emocionante. Él se abrió frente a la cámara y entendí los matices de su personalidad, en qué creía y la razón de sus fracasos. Tuve que crecer y tener una cámara al frente de él para que me hablase más de una hora. Fue como la reconciliación con un viejo machista pero de un corazón noble. Una víctima de sus malas decisiones con una dura vejez. Mi padre se emocionó muchísimo al verlo y me pidió muchas copias que repartió entre los choferes de la empresa donde trabajaba. Fue su gran sueño cumplido antes de morir de cáncer.

Documental: «Viajero» (2012)

Con mi hijo tengo una maravillosa conexión, a pesar que solo lo veo los fines de semana. Decidí hacerle un regalo para cuando crezca. Así nació Verano, un cortometraje que realicé junto a un gran director de fotografía chiclayano llamado Deivid Sandoval. La historia de mi hijo en unas solitarias vacaciones. Quería hacer un trabajo para que al crecer él pudiese recordar con cariño lo vivido junto a su padre. Una experiencia que sea como una máquina del tiempo cuando de grande mi hijo afronte una depresión. En otras palabras, aquello que hubiese deseado vivir con mi padre pero que nunca se dio ni siquiera con abrazos o cariños (Mi padre era muy frío y distante). Verano estuvo en algunos concursos, le fue muy bien pero lo más gratificante es que quien lo ha visto siempre me habla de recordar momentos de su infancia.

Un amigo en Trujillo me dijo: “cuando vi tu corto solo quería ir a darle un abrazo a mi hija”. Ese tipo de cosas me conmueven demasiado.

Ficción: «Verano» (2014)

Los trabajos mencionados son una especie de trilogía familiar. Un registro en vídeo que parte de mi familia, de tratar de entenderlos, escucharlos y quererlos como son. Este proyecto culmina con La casa de los gatos un largometraje que estrenaré a la mitad del 2016.

Los últimos cortos que he realizado son Agua, un proyecto grabado con una gopro junto a mi ex enamorada, sobre una mujer y su exploración de la naturaleza en un viaje de liberación; Los del 2001, documental sobre una reunión de mi promo universitaria, sobre sus familias, el sexo y la infidelidad.

Documental: «Los del 2011» (2015)

Y Emblemático San José, sobre los entrenamientos del Batallón Perú y la rutina escolar al interior del Colegio San José de Chiclayo, una institución con más de 150 años en la ciudad. Esos tres cortometrajes los he estrenado directamente on line y planeo darles difusión este 2016 en otros espacios para generar diálogo y seguir aprendiendo.

Documental: «Emblemático San José» (2016)

Concluyo con una teoría: la gente que me rodea, desde familiares y amigos, se sienten seguros con mi presencia y son capaces de abrir sus vidas, de participar en mis proyectos. Hay una conexión espontánea que me permite hacer cine. Se los agradezco porque sin ellos no hubiera podido hacer absolutamente nada.

¿Sientes que el «cine peruano» es muy centrista, muy limeño? ¿O que al menos mediáticamente lo es? ¿Cómo ves la movida del cine fuera de la capital?

Las redes sociales me acercan a los productos que se hacen fuera de Chiclayo, pero porque busco, investigo y ando de curioso en las cuentas de Facebook de conocidos, críticos o amigos. Y es verdad, mucho de lo hecho se concentra en la capital, y hay que estar muy al tanto para enterarse de sus proyectos. Lamento eso, porque debería haber espacios que vinculen a los jóvenes que quieren hacer cine en mi ciudad con ese material. El Cineclub de Lambayeque lo está haciendo, pero debe haber una participación del Estado en ello, como más talleres descentralizados de formación. Pero sobre todo algo en lo que creo con intensidad: organizar concursos en cada Dirección Desconcentrada de Cultura, como lo está haciendo el Cuzco. Y con ese atractivo del Concurso “Regional”, mostrar lo hecho en las demás ciudades, a manera de Muestra Oficial que integre redes de contactos y más espacios de proyección.

El Cineclub de Lambayeque programa mensualmente películas de todo el mundo, pero también producción nacional.

El Cineclub de Lambayeque programa todos los jueves a las 7pm películas de todo el mundo (y peruanas, claro). Imagen: Facebook.

Pero también deben vincularse los realizadores. Publicar sus trabajos en Youtube, Vímeo o en sus webs/blogs/cuentas de Facebook. Veo que en el Pasaje 18 de Polvos Azules los directores están ofreciendo sus filmes y cortometrajes al público. Qué maravillosa manera de acercar el cine hecho en el Perú a todos. Eso debería repetirse en cada ciudad, en los espacios donde se comercializan películas (¡bendita piratería!). Chiclayo está a punto de hacer un proyecto similar gracias a un cineasta llamado Carlos Guerrero. Su proyecto se llama Nor Cinema y está produciendo un DVD con 9 obras de jóvenes cortometrajistas de la región con gran futuro y, sobre todo, continuidad en sus proyectos. Se repartirá en la Feria Balta, nuestro equivalente a Polvos Azules, y se proyectará en los municipios y colegios de la ciudad.

Para mí la movida del cine en el Perú es así:

  1. Cine hecho y pensado para las salas comerciales. Para ganar billete y poder seguir haciendo cine. Es un inicio de esa dinámica: no se puede hablar de una industria, eso es utópico aún. Hay de todo: malas y buenas películas. Sobre todo del primer grupo.
  2. Las películas producto de iniciativas personales, con premios de la DAFO, otros concursos internacionales y con vocación de estrenar en festivales para luego llegar a las salas de cine comercial peruanas pero con poca expectativa de taquilla. Suele ser un cine de realizadores formados en el extranjero. Cine de aquellos que han estudiado y se han especializado.
  3. El cine hecho en Lima, independiente de los premios de la DAFO. Realizado con autogestión. Un cine guerrilla, underground. Sin billete. No hay interés de llegar a las las salas de cine comercial. Y si lo hay, las salas le ponen un pare a esa iniciativa (trámites, costos, etc.). Puede resultar ser un cine más creativo e interesante que el primero en mención. Pero también suele ir en crecimiento: óperas primas de menor expresividad que con el tiempo, con la continuidad y la formación de los realizadores, mejora notablemente.
  4. El cine hecho en las regiones: en el sur, en la selva y en el norte del Perú. Con proyecciones en espacios auto gestionados o en algunos concursos y festivales que permiten su difusión. Es un cine que se mueve entre el presupuesto “familiar” o el presupuesto “generoso” producto de auspicios o dinero invertido por sus realizadores. Hay en el sur un cine costumbrista, de temas sociales muy complejos (incesto, alcoholismo, terrorismo y ajusticiamiento). También, folclóricos, culturales y, bueno, del género de terror que se hace hace mucho y del cual se habla constantemente o se pueden adquirir con facilidad (en Chiclayo compré la trilogía de los Jarjacha, hasta las del Tunche). El norte es más urbano en sus relatos y hay menos largometrajes que en el sur. La movida norteña tiene apenas 10 insípidos años. Ahí puedo mencionar a Héctor Marreros y Omar Forero como los principales representantes en la producción de largometrajes.
  5. El cine universitario, en el que estoy inmerso. Largometrajes, pero sobre todo cortometrajes de ficción y documentales nacidos desde las aulas, producidos y difundidos como parte de las asignaturas. Eso se da en todo el país y me atrevo a decir que hay más originalidad que muchos de los productos antes mencionados; claro, en un formato de corta duración y con mucha deficiencia técnica. Algunos de los cortometrajistas formados en las universidades continúan con su iniciativa fuera de las aulas. Arman sus productoras y hacen proyectos importantes que van adquiriendo peso con el tiempo.

En Chiclayo, hay dos productoras con personal formado en las universidades: Watana y Vídea. Ambas con producciones propias, premiadas en la DAFO y con festivales universitarios a nivel nacional, Cortos de vista y el Cine que nos mueve.

La lambayecana "Trampas de tu Lado Oscuro" se estrenó en Lima en el 2013. Imagen: FilmAffinity.

La lambayecana «Trampas de tu Lado Oscuro» se estrenó en Lima en el 2013. Imagen: FilmAffinity.

Me atrevo a decir que Chiclayo es el abanderado del cine universitario peruano. Sin lugar a dudas. Y tengo fe en que sus realizadores den el salto a festivales internacionales y las obras mejoren año tras año. No solo en el cortometraje, también en largometrajes. Hoy tenemos en Chiclayo las películas estrenadas: «¡Vivir!» (película universitaria dirigida por Carlos Guerrero, Alejandra Seclén y Junior Carlos), «Trampas de tu lado oscuro» (dirigida por Óscar Liza, con participación de muchos egresados de universidades y la única película lambayecana que ha llegado a salas de cine comercial en Chiclayo y Lima), «Proyección 19″ (película universitaria de dirección colectiva). Y las películas por estrenar: «Pueblo Viejo» (dirigida por Hans Matos y producida por un chiclayano, Beyker Bances, con participación de muchos lambayecanos que han pasado por las aulas universitarias. Grabada en Huancayo), «Sebastián» (dirigida por el chiclayano Carlos Ciurlizza), «Parásito» y «La casa de los gatos», estas dos últimas, producciones que he dirigido y que estrenaré este año.

¿Qué le falta al cine universitario en Chiclayo? Más gente especializada, directores de fotografía, de arte, sonidistas. Directores y gente con talento para escribir guiones tenemos. Hay que seguir luchando, produciendo y agradecer que las universidades de la localidad han incluido en sus planes de estudio materias como cinematografía o cursos donde se produce continuamente.

¿De qué va el proyecto largometraje que estás grabando: «Parásito»? ¿Cuáles son los planes con la película?

«Parásito» es un proyecto que nace de una historia corta, a manera de escaleta, que pensé hace unos años. Empezamos a grabar con un equipo de 5 personas, incluyendo a los actores. Cada plano que registrábamos era secuencia, extenso y con dinámica.

Decidimos hacerlo largometraje por la iniciativa del director de fotografía, Luis Bayona y del sonidista, Luis Pablo Sono, quien bautizó el proyecto. Estos chicos han sido ex alumnos míos y hoy amigos que sin dudar me regalaron su tiempo y algunos de los equipos para registrar la imagen. Los actores son Paola Coronado, alumna mía y gran talento de la actuación; mi hijo, Manuel Ricardo y mi tía Imelda Bravo, como personaje secundario.

Es la historia de una chica que se acuesta a dormir soltera y sin hijos y se levanta madre de un niño de 9 años. Luego emprende una búsqueda para entender la razón de esa realidad paralela en la que se ha convertido su vida. Es una metáfora sobre el embarazo y sobre la convivencia entre un hombre y una mujer. Nos falta poco para culminar el rodaje.

La idea es estrenarla en diferentes lugares del Perú: en municipios, bibliotecas, muestras, festivales, concursos, parques y centros culturales. También, autogestionar nuestro estreno en Chiclayo, luego de haber recorrido gran parte del Perú. Queremos que después de este periplo lleguemos a espacios en Sudamérica. Ya hay un contacto en Ecuador y así moverla por festivales de ser posible (si el dinero nos lo permite). Al final, publicarla en Vímeo y difundirla en la mayoría de canales locales que acepten emitir mi película gratuitamente, no pretendo cobrar nada.

«Parásito» es mi primer largometraje y hasta ahora no supera los mil soles de presupuesto. Me alegra hacer este cine underground, sin plata, grabado con mis amigos, con mi hijo, rodado en mi casa y en algunos parajes de la región. Cine chiclayano, con chiclayanos y grabado en la ciudad. Creo que algo de ese espíritu quiero transmitirles a los futuros cineastas lambayecanos. Es posible un cine con identidad en una ciudad tan comercial y falta de cultura como la nuestra.

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