En Cinta Martes, 29 diciembre 2015

CRÍTICA: «Steve Jobs» nos ofrece el backstage de la vida del mítico fundador de Apple

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Escribe: Rodrigo Bedoya Forno (@Zodiac1210)

No es gratuito que Danny Boyle y Aaron Sorkin, director y guionista, hayan ubicado las acciones de “Steve Jobs” en los ‘backstages’ de presentaciones en las que el mítico fundador de Apple iba a anunciar innovaciones de su empresa en tres momentos distintos (1982, 1988 y 1998). Innovaciones que en muchos casos fueron fracasos comerciales, pero que hicieron avanzar el mundo de la tecnología a niveles espectaculares. Y decimos que no es gratuito porque la película justamente trata del ‘backstage’ de la vida del personaje, interpretado por Michael Fassbender.

A la cinta no le interesa seguir la línea de los ‘biopics’ tradicionales: no estamos ante una ficción que narre linealmente la vida del personaje en cuestión, ni que endiose o lance una luz amable sobre hechos y situaciones por las que pasó Jobs. La película no muestra el éxito. Por el contrario, lo que busca es mostrarnos aquello que esconde esa imagen triunfal, casi genial, con la que ha sido pintado el creador de la Mac: problemas personales, líos laborales, amistades rotas, lealtades traicionadas y conductas erráticas. Antes del gran show, están presentes los problemas del hombre que conducirá el espectáculo. Antes del éxito, está la vida real.

Es ahí donde el texto de Sorkin cobra especial importancia: son los diálogos los que permiten ir conociendo las tensiones y problemas de los personajes. Boyle, que muchas veces peca de pretencioso, aquí decide centrarse en los gestos y cuerpos de sus personajes, quienes expresan con la palabra y los movimientos esas tensiones que se tienen guardadas.

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La hija de Jobs (a la cual el hombre no quería reconocer como suya), su mejor amigo y co-fundador de Apple (Seth Rogen), uno de los programadores de la primera Mac (Michael Stulhbarg) y el CEO de Apple al cual el mismo Jobs contrató (Jeff Daniels) son personajes recurrentes que regresan una y otra vez en los tres momentos del filme. Y, siempre al lado de Fassbender, está su asistente y confidente (Kate Winslet). Hay algo de fantasmal en cada una de las apariciones de estos personajes: ellos se encargan de encarar a Jobs a partir de su pasado y de sus acciones, hacer que el hombre exitoso y seguro de sí mismo comience a quebrarse, a mostrar sus fisuras. Rogen, Stulhbarg y Daniels vienen a ser unos espíritus del pasado dispuestos a sacarle en cara actitudes y situaciones que nos pintan una imagen distinta del genio. Una imagen humana, cruda, alejada de cualquier tipo de endiosamiento.

El mérito de Boyle es justamente aprovechar los gestos y actitudes de sus actores y centrarse en ellos: la arrogancia de Jobs está recreada en la tensión de Fassbender, quien compone un personaje que busca no quebrarse a pesar de los latigazos hirientes del pasado. Los espacios oscuros y solitarios en los que ocurren estos encuentros le dan una mayor dimensión de soledad al personaje, como si el espectador fuera el espía de una intimidad alejada de los escenarios y las presentaciones con las cuales Jobs sorprendía al mundo de la tecnología.

Es cierto que, en una película donde los diálogos tienen un peso tan grande, en algunos momentos estos puedan pecar de explicativos, de subrayar elementos que ya quedaban claros a partir de las acciones mismas de la película: eso se siente sobre todo en ciertos reclamos dichos sobre la personalidad de Jobs y sobre su arrogancia. Y la secuencia final, que busca redimir al personaje, chirría en una película que se basa justamente en las sombras, en aquello que no sabíamos.

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