En Cinta Sábado, 14 noviembre 2015

Un repaso a la carrera de Ethan Hawke, símbolo del cine de los 90s

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Escribe: Ernesto Zelaya (@ErnestoZelayaM)

En «Reality Bites» (1994), el personaje de Lelaina (Winona Ryder) tiene problemas. Además de no saber qué hacer con su vida luego de la universidad, su corazón se debate entre dos hombres: Michael (Ben Stiller) un exitoso, amable y tranquilo productor televisivo y Troy (Ethan Hawke), un músico frustrado, sin mayores aspiraciones que tocar su guitarra, comer pizza y dormir en el sillón.

Hoy en día, muchos dirían que la opción ideal sería Michael; no es un mal tipo, es bueno en su trabajo y le puede dar a Lelaina la estabilidad que Troy nunca podría; es la elección sensata. Pero Lelaina escogió a Troy, porque Troy se parecía a Ethan Hawke mientras que Michael era Ben Stiller y dejar a Ben Stiller en ridículo es un género de comedia por sí solo. Troy Barnes era un cretino, pero repleto de carisma, el chico malo que fascinaba aún si se trataba de un bueno para nada que miraba por encima del hombro a todos los que fueran más exitosos que él. Troy era un slacker, una perfecta representación de la llamada Generación X; y fue este papel el que convirtió a Ethan Hawke en símbolo de la década de los 90s.

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Nacido en Texas en 1970, Hawke quería ser escritor, pero terminó actuando. Debutó en 1985 en «Explorers», cinta de aventuras infantil del siempre subvalorado Joe Dante, pero no fue hasta «La Sociedad de los Poetas Muertos» de Peter Weir que empezó a hacerse conocido. En la clase del profesor Keating (Robin Williams), Hawke recibió lecciones de vida junto a otros actores noventeros como Josh Charles – el nombre tal vez no les suene, pero era otro que solía aparecer en cuanta película juvenil se estrenase en la época – y Robert Sean Leonard, ahora más conocido como el sufrido Watson de la serie «House».

Junto a otras promesas de la época, Hawke también interpretó al deportista Nando Parrado en «¡Viven!», la verdadera historia del equipo uruguayo de rugby que sobrevivió por más de 70 días en los Andes luego de estrellarse su avión en 1972, una experiencia recreada como un film de supervivencia y sin ningún uruguayo en el reparto.

Además del papel de Troy, lo que de veras cimentó a Hawke como un ícono de los 90s fue su asociación con Richard Linklater, otro hijo de Texas que definió a toda una generación con su primer filme, «Slacker». Juntos crearon a Jesse en «Antes del Amanecer» (1995), el retrato del artista torturado dispuesto a pasar hambre por su arte, un aspirante a escritor viajando por Europa, donde pasa una noche inolvidable en Viena con una estudiante francesa llamada Celine (Julie Delpy).

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Jesse y Céline volvieron a encontrarse nueve años después en «Antes del Atardecer», ya mayores, él convertido en un escritor en plena gira promocional. Otros nueve años después, en «Antes de Medianoche», ambos estaban casados, con hijos y pasando revista a sus vidas, sacando a la luz sus frustraciones y todos los planes que tenían de jóvenes que nunca pudieron concretar.

Hawke también tiene algo de artista torturado; actuar no era suficiente. Dirigió el videoclip de «Stay» de Lisa Loeb, la cantante de los lentes gruesos que cultivaba un estilo hipster cuando ese término aún no existía; la canción, filmada en un departamento de Nueva York y con la actuación del gato de Hawke, se volvió otro símbolo de la década, tanto como los discos compactos y MTV.

Hawke además realizó su sueño de ser escritor al publicar «The Hottest State» en 1996, que él mismo adaptó al cine diez años después. Es la historia de un actor de Texas intentando hacer carrera en Nueva York; cualquier parecido con la realidad probablemente no era coincidencia. El actor volvió a ponerse detrás de cámaras para «Chelsea Walls» (2001), ambientada en el mítico hotel de la Gran Manzana que sirvió de hogar para que artistas como Tom Waits, Leonard Cohen, Iggy Pop, Bob Dylan y el escritor Charles Bukowski, entre otros, encuentren inspiración.

El 2001 también fue el año en que Ethan Hawke cayó de lleno en el mainstream. Fue nominado al Oscar como Mejor Actor de Reparto por «Día de Entrenamiento» de Antoine Fuqua. El inocente e idealista policía Jake Hoyt era el centro moral frente al corrupto Alonzo Harris de Denzel Washington, quien da una actuación tan intensa que es todo un mérito de Hawke el haber logrado resaltar. Una de las mejores escenas – donde Hoyt se salva por un pelo de ser asesinado por unos matones – es una de las pocas veces en las que Washington se ausenta y deja a su co-estrella brillar con luz propia.

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Ultimamente, Ethan Hawke está apareciendo en varias películas de terror y otros géneros: «Daybreakers», «The Purge», «Siniestro» y la genial «Predestination» de Peter y Michael Spierig, una joyita de ciencia ficción que está entre lo mejor de este año y probablemente nunca la veremos en salas limeñas. Pero también se da tiempo para hacer proyectos menos comerciales, desde «Boyhood» de Linklater hasta dirigir el documental «Seymour: An Introduction», sobre el pianista y compositor norteamericano Seymour Bernstein, que el actor considera un mentor.

Todo esto mientras sufre de la aflicción de Dorian Gray: a sus 45 años, Hawke parece no haber envejecido ni un día. A lo largo de los 12 años que duró la filmación del proyecto de Linklater, que sigue la infancia y adolescencia de un típico chiquillo americano, apenas una que otra cana delataba su edad, para envidia de su co-estrella, Patricia Arquette. Y es que el padre de Mason, el protagonista, es como el Ethan Hawke que se volvió un símbolo de los noventas: un artista despreocupado que sigue su propio camino.

Esta semana lo tenemos en cartelera en «Máxima Precisión» (Good Kill), drama que lo reúne con el director Andrew Niccol luego de «Gattaca» en 1997, donde interpreta a un piloto de drones que empieza a cuestionar la moral de su trabajo. No es el típico papel de Ethan Hawke, pero dado que se sigue rebelando contra el establishment, aun hay vistazos del Troy inconforme y rebelde que le dio la fama.

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