En Cinta Domingo, 20 septiembre 2015

¡¿Otra película peruana sobre terrorismo?!

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paloma de papel

Escribe: Alberto Castro (@mczorro)

Siempre aparece gente que critica la insistencia del cine peruano a la hora de hablar sobre terrorismo. Prejuicio le llaman, uno fundamentado quizás, ya que gran parte de la filmografía nacional actual se cimenta de alguna manera en aquella época oscura del país; pero se trata de un prejuicio demasiado superficial también, ya que el cine ha demostrado que los temas son tan importantes como las formas. Tal vez esa gente reniega también con las constantes menciones a la Guerra de Vietnam o la paranoia post-9/11 en el cine norteamericano, no entiende cómo Chile puede seguir haciendo películas sobre la dictadura y consecuencias de Augusto Pinochet (Pablo Larraín ha basado su carrera en tocar el tema con «Tony Manero», «Post Mortem» y «NO», la última nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera), o que una película como «El Clan», que se sitúa en la oscura transición luego de la caída de la dictadura de Jorge Rafael Videla en Argentina, haya llevado a más de 2 millones de espectadores a los cines. Sin mencionar que el cine mundial no debería entonces volver a hablar de la Segunda Guerra Mundial. Y que esos casi 80 mil peruanos que fueron corriendo al cine a ver «Magallanes» deben estar completamente equivocados, si seguimos con esa lógica de que el cine debería evitar los horrores del pasado para convertirse en un mero escape de la realidad.

Y es que si bien el cine puede servir como entretenimiento, debe también presentarse como la catarsis de una sociedad, como retrato de una o más realidades, como ejercicio de memoria y de identidad. Es imposible definir al peruano de hoy sin las consecuencias del terrorismo, tanto como es difícil imaginar un cine peruano que no beba de aquella fuente (salvo que seas «Asu Mare» o «Cementerio General», nuestras opciones escapistas). Sin la aceptación de aquella época y su interpretación no hubiéramos tenido «Días de Santiago» o «Paraíso», las dos mejores películas que nos ha regalado el cine peruano reciente (en mi opinión, claro), ambas que no hablan de terrorismo directamente, pero en cuyo contexto se atisba la atmósfera y horror de una época. Necesitamos seguir discutiendo y hablando del tema, para entendernos como sociedad, tratar de sanar heridas (aunque algunas se quedarán abiertas, por siempre) y abrazar nuestros errores. Para que la historia no se vuelva a repetir. Para poder mirar al lado y entender al otro, y a uno mismo con él.

Es por ello que tener dos película peruanas en cartelera como «Magallanes» y «NN: Sin Identidad» es de celebración: dos películas que no solo avivan el debate en torno al terrorismo y sus consecuencias en nuestro país, sino que son tremendas películas (forma y contenido, de la mano). Se trata de los dos mejores estrenos nacionales que haya visto nuestra cartelera comercial este 2015.

magallane

De «Magallanes» ya se dijo mucho, aunque nunca va a ser suficiente. Salvador del Solar debuta con aplomo detrás de cámaras y nos enfrenta a una tesis de lo más compleja: la necesidad y aceptación del olvido. Tanto Magallanes (¡gigantesco Damián Alcázar!) como Celina (la Magaly Solier más madura como actriz que he visto en pantalla gigante desde que Claudia Llosa la descubriera con «Madinusa») han logrado sobrevivir tratando de negar de alguna forma los horrores que les hicieron cruzar caminos la primera vez. Magallanes recuerda de manera ilusoria (y luego descubriremos que falsa) el romance con la cautiva de su coronel. Celina suprime los recuerdos con el sufrimiento que conlleva levantar un negocio propio, a pesar de que luego descubramos a un hijo que todos los días le recuerda aquel cautiverio del que logró escapar. Es por ello que los momentos más lúcidos de la película los encontramos cuando nuestros protagonistas abren los ojos a una negación interna: la escena del corte de pelo, tanto como la dolorosa corrida de Celina sobre el fondo de una ciudad iluminada (un momento de cualidades líricas que ya pasó a la historia del cine nacional) desnudan a dos personajes y los despojan de sus armaduras, por más débiles que ellas fueran.

Y el retrato que plantea «Magallanes» del país es igual de fascinante: una sociedad convulsa, ansiosa, que creció a empujones, que superó y olvidó, pero en la que aquellos fantasmas están a la vuelta de la esquina. Es por eso que el thriller policial funciona tan orgánicamente con una historia que se plantea en su premisa como un drama: tal vez Polvos Azules y sus recovecos son la representación máxima del estado del país. Por cierto, se trata también de una ciudad en la que conviven víctimas y victimarios, que deben enfrentarse en la cotidianidad, una batalla psicológica que me recordó (salvando distancias) a la estupenda «The Look of Silence» de Joshua Oppenheimer.

NN-Hector-Galvez-Paul-Vega-Isabel-Gaona

Lo que plantea «NN: Sin Identidad» es bastante diferente, y por ello tan o más fascinante. La película nos presenta a un grupo de antropólogos forenses que identifica cadáveres de fosas clandestinas para entregárselos a familiares que llevan años buscándolos. Se trata de una propuesta que prefiere las atmósferas a la narrativa, las imágenes y sugestiones antes que el clamor angustiado: el resultado no solo es conmovedor, sino que nos lleva a reflexiones más profundas y casi existenciales. Y es gracias a las notables actuaciones de Paul Vega y Antonieta Pari, a la compleja manera en la que evocan toda una historia personal en base a pequeño gestos y miradas, que la película termina de cerrar su tesis sobre la identidad y la memoria. Varios momentos claves en la película: el ritual inicial de los forenses de armar a cada individuo exhumado, el primer encuentro de Graciela con la chompa de su esposo desaparecido, el vestido de niña que evoca una tragedia que afecta en sobremanera al personaje de Isabel Ganoa o la discusión del personaje de Gonzalo Molina sobre si es correcto entregar unos cuantos huesos a los familiares. ¿Qué cosa identifica a una persona? ¿Qué es aquello que lo hace habitar en nuestro recuerdo? ¿Será una prenda, un conjunto de huesos, una foto o un nombre? ¿O es más bien la idea de aquella persona, una esencia no tangible que se escapa de la razón? El giro final (que no revelaré en este comentario) sigue ese camino y hay que tener cuidado de malinterpretarlo o considerarlo parte de una realidad.

Es así que el país que plantea «NN: Sin Identidad» es uno resignado, callado, lúgubre, una sociedad de fantasmas que no logran identificarse, movilizados apenas por la burocracia. Los mismos antropólogos forenses terminan siendo parte de la tesis: todos son actores que hemos visto en el teatro o en otras películas, todas siluetas esbozadas, de rostros desencajados y despersonalizados, de relaciones frágiles que se basan en el mismo objetivo, el de identificar a otras personas, quizás buscando identificarse a ellos mismos en el camino. El peso de mirar al pasado es tremendo, pero se trata de una labor que hay que continuar si es que queremos llegar a entendernos alguna vez. Hay que hacer mención aparte al cinismo que desborda en Lucho Cáceres, al enigma que solo alguien de su talla actoral podía evocar con un par de apariciones.

Es así que «Magallanes» y «NN: Sin Identidad» nos plantean dos lecturas diferentes de las consecuencias del conflicto armado interno, retratando tanto a víctimas como a victimarios, como a una sociedad entera que ha tenido que sobrellevar el dolor. Se trata de dos retratos fascinantes y complementarios de un país que aún no termina de armarse, de identificarse, de aceptarse, un país que necesita que más cine, más teatro, más literatura y más música le siga hablando del tema hasta que el debate llegue a desgastar todas sus opciones. ¡¿Otra película peruana sobre terorismo?! Sí, y que vengan muchas más.

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