En Cinta Viernes, 22 mayo 2015

Festival Al Este de Lima 2015: Críticas de «La Isla del Maíz», «Victoria», «Supermundo» y «El Enemigo de la Clase”

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Escribe: Rodrigo Bedoya (@Zodiac1210)

La competencia oficial del Festival Al Este de Lima ofrece cintas de interés, que muestran, a partir de elementos cotidianos, cómo lo social y lo político se mete en el terreno más privado. Aquí reseño cuatro cintas de este encuentro que es un respiro de buen cine en la cartelera comercial.

POR CIERTO: Aquí nuestras 10 recomendaciones del certamen.

“La Isla del Maíz” (Simindis kundzuli) de George Ovashvili – Georgia

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Un hombre mayor y su nieta deciden ubicarse en una isla en pleno río Inguri, justo en la zona que divide Georgia de Abjasia, territorio bajo control ruso. Tales islas se forman en época de lluvias y tienen territorio fértil, convirtiéndose casi en oasis dentro de una zona en la que la tensión es eterna. La intención de Giogi Ovashvili, director del filme, es retratar esa tensión que se siente en los detalles más mínimos: desde las miradas de los militares que se desplazan por el río hasta ruidos en la noche, pasando por la naturaleza enorme que rodea a los personajes y que tiene un costado salvaje y amenazante.

En ese ambiente, en donde todo parece a punto de explotar, el viejo y su nieta buscan hacer una vida, acaso la última esperanza que tienen de conseguir algo. Pero bajo esa calma se esconden tensiones en los que también juega un rol el despertar sexual de la chica y la llegada de un extraño que cambiará los planes de los personajes. “La isla del maíz” es una película en donde lo cotidiano siempre tiene un costado inquietante, como si todo fuera una olla a presión que, eventualmente, explotará. Esa tensa calma es, acaso, la metáfora de un país dividido como Georgia, que convive con zonas bajo control ruso y en el que las tensiones son cosa de todos los días.

“Victoria” (Viktoria) de Maya Vitkova – Rumania/Bulgaria

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Boryana es una mujer se niega a tener una hija en la Bulgaria comunista. Sin embargo, sale embarazada. Ella hace todo para perder al bebé, pero al final sale Viktoria, una niña que nace sin cordón umbilical. Tal hecho hace que se convierta en un emblema del país socialista. Y la niña va creciendo con todos los engreimientos que implican ser una heroína dentro de un régimen donde el culto a la personalidad es la manera de gobierno. Pero, 10 años después, todo eso se acaba. Y quizá sea el momento para la adolescente de reconstruir los lazos rotos con su madre y con su abuela.

Lo mejor del filme se centra en las relaciones entre las mujeres: relaciones silenciosas, llenas de cosas no dichas y de desconfianzas que parecen insalvables. Boryana sufre porque su hija se convirtió en emblema del comunismo, que representa todo lo que odia. Por ese mismo motivo odia también a su madre, que la hizo nacer bajo el régimen. Y Viktoria debe adaptarse y normalizar sus relaciones: de pronto ya no es la niña mimada del régimen sino una adolescente común. “Viktoria” nos muestra un proceso de aterrizaje: los personajes deben volver a conectarse bajo un nuevo sistema, distinto al que han conocido, pero que tampoco ofrece esa felicidad que, en teoría, venía con la libertad. Cuando la cinta se concentra en esa cotidianidad gris, donde los silencios dicen más que las palabras, la película consigue una emotividad genuina.

Menos interesantes resultan los momentos en teoría más irónicos, que muestra la relación de la niña Viktoria con el poder. Acaso porque ese humor forzado hace que la situación resulte un tanto inverosímil. La cinta, además, busca hacer metáforas sobre la Bulgaria de ayer y de hoy todo el tiempo y eso se hace evidente, lo que termina debilitando una propuesta que cuando se mantiene más bien en lo más cotidiano y terrenal, consigue mejores resultados. La ambición de “Viktoria” de ser un gran fresco de la realidad de su país, que transita tanto por lo social y político como también por lo más íntimo, puede ser por momentos un lastre; pero en esa ambición también está su interés.

«Supermundo» (Superwelt) de Karl Markovics – Austria

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Gabi es una mujer vive en un pueblo de Austria, pero que bien podría ser EE.UU. Ella trabaja en un supermercado, en una zona donde todas las casas son iguales, donde los jardines son perfectos y donde el consumo y el estatus son la forma de vida aceptada. Gabi es la ama de casa perfecta, que cuida a su familia y no tiene una vida más allá del trabajo y las labores de hogar. Pero, de pronto, algo comienza a afectar la cotidianidad del personaje y de su familia. La casa perfecta se ve enrarecida. La normalidad y la simetría van adquiriendo un ángulo cada vez más siniestro. Ella comienza a escuchar voces, voces que solo parecen dirigirse a ella. Y eso la va volviendo otra mujer.

La propuesta que plantea Karl Markovics, el director del filme, es la de justamente comenzar a enrarecer ese mundo suburbano, donde la monotonía y la tranquilidad reinan. El cineasta nos va mostrando los quiebres de Gabi a partir de elementos de todos los días: una leche que está rancia, la disposición del televisor en la sala o una taza de te que se derrama se van convirtiendo en las muestras de este cambio silencioso pero agresivo que va viviendo el personaje. Un cambio no exento de ironía: la mirada del realizador mantiene siempre un saludable humor, que va notando lo absurdo de la situación pero observa al mismo tiempo la transformación de Gabi, que de pronto prefiere caminar dos horas antes de cocinarle a sus hijos.

“Supermundo” subvierte la perfección socialmente aceptada para mostrarnos la rebeldía de Gabi: las voces que escucha le van dando fuerza para romper con la monotonía de su vida y para encontrar nuevos aires. Y Markovics va pintando este retrato a partir de los elementos más cotidianos que se van volviendo extraños y hasta absurdos, como esa avispa que aparece en la oreja del chofer de un camión. “Supermundo”, en esa subversión de la típica vida suburbana, es quizá la mejor película de la competencia del festival.

«El Enemigo de la Clase” (Razredni sovražnik) de Rok Bicek – Eslovenia

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Un profesor de alemán, el señor Zupan, llega a un colegio a dictar clase a un grupo de alumnos muy unidos. Pero los métodos de tal maestro, duros y sin concesiones, comienzan a generar el rechazo de los chicos. Una tragedia que parte al salón será la gota que derrame el vaso: los alumnos le declaran la guerra a Zupan; una guerra que afectará a toda la escuela.

La cinta del esloveno Rock Biceck busca ser el retrato de una juventud en constante rebeldía contra un estado de la educación que está fallando en atender lo que ellos necesitan. El problema del filme es que tal premisa es explicada una y otra vez en los diálogos entre los personajes, como si el filme considerara necesario recalcar y subrayar su idea central. Ese hecho termina debilitando acaso lo más interesante de la propuesta: la guerra visceral que le proponen los alumnos a Zupan, y que consigue algunos momentos de genuina tensión.

Pero “El enemigo de clase” elige subrayar el concepto en vez de aterrizarlo en situaciones concretas, que hubieran permitido sentir el descontento casi revulsivo de los jóvenes ante la situación. De ahí la sensación de estar viendo escenas que ilustran ese concepto y lo repiten una y otra vez, convirtiendo a los personajes en meros arquetipos hechos para decir algo. Tal planteo le resta fuerza a la propuesta.

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